Capítulo 12.

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Me quedo mirando para ver si continúa, ¿la chica que le gusta?

Pronto, uno de los compañeros le pega un golpe en el hombro. Riéndose todos a carcajadas.

— Te lo hemos dicho mil veces, ¿cuándo le vas a decir a Ruth que te gusta?

Oh, así que es eso. Me van a volver tan cotilla como ellos, soy incapaz de no poner la oreja y querer saber todos los detalles. Tom lleva enganchado a Ruth casi desde el primer día pero, al parecer ella no tiene ni idea. Acabo también uniéndome a animarlo y decirle que reúna el valor necesario y se confiese.

El tiempo pasa enseguida y tenemos que seguir trabajando, ahora que estaba tan entretenida...

Cojo el portátil directamente, Rafa está en su despacho, ¿se ha movido de ahí en todo el día? Al menos yo no lo he visto. Toco la puerta y entro cuando me da permiso.

— Hola Vega — Saluda sonriendo, está sentado en el sofá, con varias carpetas extendidas en una mesa baja de madera, de color blanco. — Adelante, siéntate.

— No quiero interrumpirte, si tienes mucho trabajo puedo volver después.

— Tranquila, así despejaré mi cabeza de todo esto. Ya ves, piensas que dirigir una editorial va a ser la mar de divertido y después encuentras papeles y más papeles — Pasa ambos manos por su pelo, dejándoselo despeinado y haciendo que haga fuerza para no abrir la boca con tremendo espectáculo a mi lado. — ¿Y bien?

— Eh... sí, perdona — Sacudo la cabeza para volver al despacho. Abro el portátil y le enseño el libro en el que he estado trabajando.

— Déjame ver.

Como los otros días, espero mientras lee un par de capítulos rápidos. Miro las paredes del despacho; hay fotos suyas junto a su padre, cuando se graduó, en el despacho donde ahora estamos, algunas de él por distintos lugares e incluso creo reconocer uno en especial, entrecierro los ojos para fijarme más en esa foto...

— ¿Qué problema hay con este libro? — Su pregunta me sobresalta un poco, volvía a estar distraída y desvío mi atención de dicha foto hacia él.

— Es la historia en sí — Me recompongo — Quiero decir: es más de lo mismo, chica conoce a chico, se enamoran y todo es perfecto, viven felices para siempre.

— Así es — Asiente, sin entender mi explicación al parecer.

— A mi entender, eso ya no existe, no es real — Hablo desde lo más profundo e incluso tengo que controlarme para no enfadarme. — Me gustan los libros que hablen sobre algo real, no en los que todo sea un cuento de hadas — Bufo.

— Pero Vega, es que la vida no es un cuento de hadas — Me mira de la misma manera que el sábado, de forma comprensible — Pero eso no quiere decir que no nos guste disfrutar de un libro o una película que las cuente, o que no lo haga. Respóndeme a algo: ¿Cuál es el libro más bonito que has leído?

Es una de las preguntas más complicadas que me han hecho. Pienso unos segundos antes de responder.

— Jane Eyre — Digo al fin, en un susurro.

— Ajá — Asiente, como si estuviera satisfecho — Si bien entiendo, ese libro no es un cuento de hadas precisamente pero, ¿crees que puede suceder en la vida real?

— Nunca lo había pensado — No sé a dónde quiere llegar con sus preguntas.

— A eso me refiero, Vega — Sonríe, ¿por qué siempre es así, tan seguro de sí mismo? Ah, claro, porque puede. — Nunca pensamos si ese libro o esa película que tanto nos atrae puede o no suceder en realidad pero, ¿eso qué importa? Nos gusta, lo disfrutamos de principio a fin, eso es lo que buscamos.

— Está... bien — Vuelve a darme el portátil, sus palabras todavía están calando en mí.

— No dejes que pase lo que pase en tu vida, te quite las ganas de seguir haciendo lo que más te gusta como leer, o escribir — Dice al fin. — Y por cierto, sigo creyendo que tienes un gran criterio, y muy buen gusto en tus lecturas — Me guiña el ojo y tengo que levantarme rápidamente, tanto que tropiezo con la pata de la mesa y estoy a punto de caerme.

Sí, siempre tengo que ser así de torpe en los momentos menos oportunos. Me estabilizo como si no hubiera pasado nada, le muestro una última sonrisa y salgo del despacho.

Respiro entrecortadamente, ¿quién iba a decirme a mí que un simple guiño podría provocarme esto? Voy a volverme loca, más de lo que estoy, quiero decir.

El día termina rápido, le doy una nueva oportunidad a la novela de amor y al final resulta que no está nada mal, pero no puedo leerla con el mismo sentimiento, soy incapaz de meterme dentro del libro y ponerme en la piel de cada uno de los personajes, como antes hacía.

Por la noche, nada más llegar a casa y cenar, voy hacia mi habitación y busco rápidamente el libro: Jane Eyre. Está desgastado de las veces que he podido leerlo, pero una más nunca está mal. Además, sigue oliendo como a mí me gusta, a papel original.

No duermo, claro, aunque eso ya lo sabía porque sé que si empiezo una novela, tengo que terminarla lo más pronto posible.

Me pesan los ojos cuando leo las últimas frases, hasta compruebo que ya es de día: las seis de la mañana, nada menos. Pero cierro la novela e inspiro, feliz. Me recuesto en la cama recordando las palabras de Rafa; No dejes que pase lo que pase en tu vida, te quite las ganas de seguir haciendo lo que más te gusta como leer, o escribir.

Y así, aunque sea solo un momento antes de que suene la alarma, me quedo dormida.

***

— ¡Me he quedado dormida! — Exclamo, entrando en la cocina a trompicones. — Buenos días a los dos, y adiós. ¡No llevo ni una semana y llego tarde!

— ¡Ten cuidado! — Oigo gritar a mamá, pero ya estoy corriendo hacia el coche.

Me arreglaré todo lo que pueda de camino, tan solo me he lavado la cara, me he vestido con lo primero que he cogido y me he pasado dos veces el peine por el pelo, ¡soy un desastre!
No quiero conducir demasiado rápido y rezo para que los semáforos me acompañen y llegue puntual.

Son menos cinco cuando aparco de la mejor manera posible. Saludo a Ruth apresuradamente y subo las escaleras de dos en dos...uf, por los pelos.

— Hoy no te has tomado el café — Tom me mira cruzado de brazos.

— ¿Tanto se me nota? — Paso los dedos por debajo de mis ojos, como si así borrara mis ojeras, también pellizco un poco mis mejillas para ver si les doy un poco de color. — ¿Mejor?

— Nada mal — Me saca la lengua — Ponte a trabajar, los jefes han llegado hace un rato.

— Después te veo — Me despido con la mano mientras esquivo varias mesas hasta llegar a la mía.

Una vez sentada, por fin puedo respirar. Lo he conseguido.
Pero, antes de encender mi ordenador, algo llama mi atención: hay un pequeño papel doblado sobre él, lo cojo con cuidado y miro a ambos lados, pero nadie parece haberlo dejado ahí.

Extrañada, lo abro con precaución, no sé con qué voy a encontrarme, ¿algún encargo? Leo lentamente:

"¿Para qué evocar el pasado cuando el presente es mucho más seguro y el porvenir mucho más luminoso?"

Escrito en las estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora