Que me dé cuenta, madre mía, si supieran que eso hice desde el primer día que vi a Rafa en la editorial. No diría que fue un flechazo, no sé exactamente qué sucedió en mi interior pero me quedé completamente impactada con su primera impresión, aunque por supuesto, eso no fue nada más que el principio, porque poco a poco fui conociéndolo, y todo lo que veía era bueno.
¿Enamorada? No sé si esa es la palabra correcta, pero comprendí que había algo más cuando no pude volver a intentarlo con Dani, cuando gracias a Rafa abrí los ojos y me di cuenta de que eso no era lo que quería tener en mi vida. Incluso me ha enseñado a aprender a valorarme, quizá no sea una chica más y ya está, eso me repite él muchas veces.
Mis padres no mencionan nada más, cuando llegamos a casa y papá aparca hago como que me acabo de despertar, me encanta que ambos me miren de esa forma, como si fuera lo más importante que tienen en su vida y se alegren de que vuelva a sonreír. Lo han pasado casi tan mal como yo.
Es la hora de la cena pero después del día de hoy ninguno de los tres tenemos apetito. Ellos han estado picando de una cosa y de otra que les ha ido sacando Rafael, parece que sigue siendo ese hombre de los mil recursos, un buen anfitrión.
También lo ha sido Rafa a su manera, me ha enseñado un lugar precioso y tranquilo. Donde puedes sentarte a leer o simplemente estar en silencio, sin todo ese ajetreo de la ciudad. Me hubiera gustado tener una casa como esa, no porque sea lujosa y enorme, si no por esa paz que puede darte. Aunque eso sí, poseer una biblioteca como la suya no estaría de más.
Hablando de libros, me acerco a la estantería donde yo también tengo mi particular biblioteca, aunque repleta de mis mejores novelas nada comparada con aquella. Es imposible haber leído tanto, ni aun teniendo tantas vidas como un gato alguien podría leer todo eso.
Voy rozando con las yemas de mis dedos los cantos de cada uno de mis libros, todavía conservan ese olor que tanto me gusta a pesar de que algunos tienen más años que yo misma.
Algo me llama hacia ese libro; El diario de Noah, hace mucho que no lo leo, aunque me lo sepa de memoria. Me tumbo en la cama a punto de comenzar con mi particular maratón de lectura pero antes pienso en algo, cojo mi teléfono móvil y escribo a Rafa, siguiendo ese extraño juego suyo de dejarme frases de libros:
Hacía tiempo que había aprendido a gozar de las cosas sencillas, cosas que no se podían comprar, y no lograba comprender a los que no compartían este punto de vista.
Lo envío, no sé exactamente porqué pero ya está hecho. ¿Sabrá a qué me refiero? Ni idea, solo sé que ahora me toca a esperar por lo que abro la preciosa novela, y comienzo a leer.
No tarda mucho, tan solo llevo unos cuantos capítulos cuando su respuesta llega en forma de frase, cómo no, el gran Rafa no puede quedarse atrás en estas cosas.
Es la posibilidad lo que me mantiene con esperanza, no la garantía; es como una apuesta que me hago a mí mismo. Y a pesar de que quizás alguien me llame loco o soñador, creo que en la vida todo es posible.
No vas a ganarme en esto, Vega. Me encanta el Diario de Noah.
Me quedo ausente, pensando en esas palabras, y, a pesar de saber en qué parte del libro están y perfectamente a lo que se refiere el personaje con ellas, no comprendo qué quiere decir Rafa, ¿con qué sueña, qué desea tanto? Sonrío, ¿de verdad dos personas pueden tener tanto en común? ¿Cómo si nos conociéramos de una vida pasada o algo así? Que nos encontremos parece estar escrito en algún lado... y tras este pensamiento, recuerdo aquella noche, él mismo lo dijo: parece estar escrito en las estrellas.
Y poco a poco, los párpados comienzan a pesarme, ya no me cuesta quedarme dormida y, cuando lo hago, no acuden a mí pensamientos que me sobresaltan, nada de eso. Todo lo nuevo que tengo en mi vida me ha traído la tranquilidad que tanto ansiaba.
Los vuelvo a abrir como si apenas llevaría dormida cinco minutos, no estoy cansada y de hecho, al mirar a mi alrededor sé que sigo en mi cama, soñando.
Mi yo del presente vuelve a estar en las cabañas para acompañar a mi yo del pasado, y aunque no sé cuál, sé que hay un motivo, ya no me siento extraña al recordar ese sitio en mis sueños. Esta vez salgo al exterior enseguida, al bosque solitario. Sé lo que tengo que hacer y busco con la mirada a esos dos jóvenes, el Rafa adolescente y mi yo niña. Deben estar por algún lado y pronto los encuentro por el camino que lleva al pantano, todavía alejados.
Caminan el uno al lado del otro, la Vega de once años y el Rafa de quince o dieciséis. Parece ser que terminé confiando en él después de nuestro peculiar encuentro en el columpio. Por ahora no hablan, justo como ahora nos sucede a nosotros, el silencio les hace de la mejor compañía en la oscura noche.
— ¿Y tú por qué sigues despierto? — Pregunta ahora ella, con voz inocente.
— Es mi última noche aquí — Murmura, cabizbajo y con las manos metidas en sus bolsillos — Supongo que quería despedirme de todo — Se encoge de hombros.
— ¿Despedirte? — La Vega pequeña se queda parada y lo observa abriendo mucho los ojos — ¿Es que no vas a volver?
Él sigue caminando, hasta desde la posición que estoy, a varios metros de distancia de ellos, compruebo que enfadado aprieta las mandíbulas y sacude la cabeza.
— Voy a estudiar durante varios años fuera del país, por lo que me temo que no volveré — Ahora sí, se detiene y mira al cielo — ¿Sabes? Hasta esta misma noche, que sé que no voy a disfrutar más de un sitio como este, no me había dado cuenta de cuánto lo echaré de menos.
— Pero tú no quieres irte lejos — Deduce ella, vaya, era un poco espabilada aunque solo tuviera once años — Ni quieres dejar atrás este sitio.
— Claro que no — Arruga la nariz — Pero mis padres creen que es lo mejor para mí — Su tono suena resignado — Aunque te digo algo, Vega, y eso que apenas te acabo de conocer. — Ahora sonríe, aunque esa alegría no termina de llegar a sus ojos — Estudiaré si es lo que debo hacer, trabajaré de lo que más me guste, como leer libros o hacer películas, quién sabe... pero después de todo eso y aunque pasen muchos años, volveré aquí. Algo en mí me dice que mi sitio es este.
Ella solo lo mira atónica, hasta boquiabierta, compruebo que esas palabras han calado en ella tanto como en mí, y eso que es la segunda vez que las escucho.
Y ahora, de verdad, es cuando sé perfectamente a qué se refería con esa frase. Esas pocas palabras que se reflejaban en la pantalla de mi móvil diez años después, escritas por él mismo, cobran sentido ahora. Volver a este sitio ha sido siempre el sueño de Rafa y al parecer, aunque ha pasado tanto tiempo y han sucedido tantas cosas, ese sueño todavía está en su mente.
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Escrito en las estrellas.
RomanceVega vivía el cuento de hadas perfecto, o eso creía. De un día para otro su vida cambia y lo que creía un sueño se convierte en la peor pesadilla cuando es traicionada de la peor manera posible. Pierde toda esperanza en el amor y todo lo que conllev...