Capítulo 38.

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El viernes, tras el trabajo, acudimos a nuestra peculiar reunión antes del fin de semana. Ya estamos casi todos en el pub, y digo casi todos porque Rafa no ha venido, de hecho apenas lo he visto en tres días, solo coincidimos algunos minutos para revisar algún manuscrito rápidamente.

Está demasiado ocupado y hasta se le nota físicamente, tiene ojeras y la barba desarreglada, me gustaría preguntarle pero me da miedo meterme en algo que quizá no me importe. Desde luego no es un viernes igual si él no está.

— ¿Cómo va por aquí? — Tom se acerca copa en mano hasta la barra, donde llevo apoyada un buen rato — ¿Novedades?

Se refiere a mi libro, claro. En estos tres días si apenas he visto a Rafa, mucho menos he podido hablar con él acerca de eso. Niego con la cabeza.

— Ni lo habrá leído, sabes el trabajo que tiene últimamente — Se encoge de hombros, despreocupado, me gustaría tener ese carácter.

— Ya — Chasqueo la lengua — O sí que lo ha hecho y lo ha descartado porque no vale para nada.

Es otra opción, la que más temo. Tom hace que levante un poco el ánimo con alguna que otra de sus famosas batallas, desde luego le ha pasado de todo, aunque no me sorprende conociéndole. Compañeros nuestros comienzan a acercarse uniéndose a la charla en la que él sigue siendo el centro de atención, le encanta, sin duda.

Busco con la mirada, no, Rafa no va a venir, es tarde, aunque... ¿y Marta? Ella tampoco está, no me he dado cuenta hasta ahora. Vale, no tengo que ponerme en lo peor y aunque lo hiciera, no debería importarme si están o no juntos... aunque por supuesto me importa. Termino mi copa y me disculpo con los demás diciendo que estoy cansada.

Son pasadas las once de la noche y no quiero volver a casa todavía, así que aunque sea yo sola me dirijo al mirador. Es el sitio que más me ha inspirado últimamente para terminar mi libro así que al menos una visita le debo.

Al llegar parece que ni eso va a salir bien hoy, porque el cielo está completamente nublado, no veo estrellas y la luna es tan solo un pequeño punto borroso a la lejanía.

No sé el motivo exacto pero saco el móvil y comienzo a escribirle un mensaje a Rafa:

Viernes noche en el mismo sitio, para que las buenas costumbres no cambien nunca, ¿te vienes?

Lo envío y me avergüenzo al instante, demasiado atrevido para alguien como yo pero, de perdidos al río, ¿no? Como suele decirse.

La respuesta tarda cinco y diez minutos en llegar, viendo que quizá no haya dicha respuesta, vuelvo al coche y me abrocho el cinturón para volver a casa, pero es cuando el tono de respuesta suena.

No sabes cuánto me gustaría estar allí, es cierto, las buenas costumbres no deben perderse, pero hoy no puedo estar contigo. Espero que me perdones.

Ya, claro, tampoco es que me sorprenda tanto dadas las circunstancias. Ahora sí, arranco y me marcho a casa, esperando que el día de hoy acabe de una vez.

La casa está en completo silencio, el tiempo ha pasado rápido a mi favor y es la hora de meterme en la cama y dormir, dejar que el fin se semana trascurra con normalidad y ojalá con una buena noticia.

***

Amanece lloviendo, el cielo de anoche no indicaba algo distinto pero, aunque suene algo extraño, me encanta este clima, el suelo mojado y el olor a humedad y a naturaleza. Y sobretodo y lo más importante, mucha menos gente por la calle. Normalmente me agobia el ajetreo y, si necesito pensar y relajarme, prefiero este ambiente.

Mis padres no están en casa, algunos sábados suelen aprovechar para hacer cosas juntos, así que me tomo el café sola y miro mi teléfono móvil para ver si hay algo... aunque claro, no encuentro nada.

Capucha preparada, salgo al exterior, no llueve demasiado pero lo suficiente para llegar empapada tras el paseo. Me coloco los auriculares con música variada y me pongo en marcha.

Llevo diez minutos cuando por debajo de la música escucho las rodadas de un coche sobre el asfalto mojado, lo tengo demasiado cerca para mi gusto así que miro por encima de mi hombro, no puede ser.

El coche disminuye la velocidad hasta ponerse a mi lado e incluso se baja la ventanilla del copiloto.

— ¡Vaya! Mira a quién tenemos por aquí — Dani, ahora hasta su tono de voz me da asco. No va solo, ella le acompaña. — ¿Dónde vas tan sola?

Meto las manos en los bolsillos de mi chubasquero y sigo caminando con el corazón en la boca, ¿qué demonios quieren?

— ¡Eh, Vega! — Van a mi mismo ritmo y me temo que de nada me sirve acelerar compitiendo con un coche — ¿Y tu jefe? ¿Ya te ha dado la patada? ¡Qué pena!

Me quedo parada y aprieto los puños y los labios, no, no voy a estallar tal y como ellos quieren, simplemente levanto la cabeza.

— ¿No tenéis nada mejor que hacer? — Digo, sacando un orgullo no sé ni de dónde — Pregunto, eh. No sé, ¿es más penoso dar un paseo bajo la lluvia o seguir a alguien con el coche diciendo estupideces?

Me fijo en que ella, Clara, la que era mi mejor amiga, simplemente baja la cabeza. La conozco tan bien que sé lo avergonzada que está, lo que sigo sin saber es porqué sigue con él después de todo.

— ¿Y tú, Clara? — Me dirijo a ella — Quizá has cambiado mucho en estos pocos meses, pero alguien como tú nunca estaría con alguien así — Señalo a Dani con la barbilla

— No le hagas caso — Suelta con esa sonrisa que borraría de un buen puñetazo — Está sola, ¿no la ves? Ese tío no la ha aguantado ni cuatro días, nadie quiere estar con ella.

— Es curioso, hasta hace poco eras tú el que me pedía perdón y me rogaba que volviéramos.

Oh, parece que he dado en el clavo, porque ahora es Clara la que levanta la cabeza y lo fulmina con la mirada, por supuesto, no tenía ni idea de lo que Dani hacía a sus espaldas, yo tampoco.

— ¿Eso es verdad? — Pregunta, alzando la voz.

— ¿Le vas a hacer caso a esa antes que a mí? — Se defiende él, señalándome con desprecio — ¿Es que no sabes que se ha vuelto loca? Si lloraba por las esquinas como una desquiciada, solo quiere separarnos.

— Créeme, Dani, lo que menos me importa en la vida ahora mismo eres tú — Sonrío con suficiencia, estoy ganando la batalla — Y si me disculpáis, voy a seguir con mi paseo en soledad, a veces es mejor estar sola que mal acompañada.

Sigo caminando pero el coche no se mueve, sí escucho gritos cada vez más fuertes, he provocado una pelea y ha sido sin quererlo, prometido. ¿Cómo pude por un momento volver a creerme a Dani? ¿A qué demonios quería jugar pidiéndome perdón y siguiendo con Clara? No lo sé pero desde luego y después de lo de hoy, he pasado página completamente, porque no tengo ganas de llorar, y ya he dejado de echar de menos aquellos años juntos, ahora, simplemente anhelo algo distinto, algo especial, algo que cambie mi vida y de una vez por todas deje atrás el pasado.  

Escrito en las estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora