No me convence, falta algo. ¿Y si me recojo el pelo? Así mejor. No, espera, melena suelta, sí, así me veo más natural.
— Vega cariño, ya estás preciosa, no le des más vueltas — Papá me mira agotado cuando aparezco en la cocina con el cuarto look elegido, estoy indecisa.
— Eres mi padre, ¿qué vas a decir? — Pregunto cruzándome de brazos. — Voy a cambiarme.
— ¡Ya está bien! — Es mamá la que se acerca a mí y me arrastra hasta sentarme. — Estás perfecta así. ¿De acuerdo?
Le frunzo el ceño. Ya sé que medito mucho todo, hasta la ropa que me pongo, pero es a lo que estoy acostumbrada, a que otros decidan y opinen por mí, algo así no puede cambiarse de la noche a la mañana.
— ¿Quieres que te lleve? — Se ofrece papá, levantándose y bebiendo el último trago de su café. — Te dejaré a unos metros de la puerta si quieres...
— De acuerdo, pero solo porque no tengo ni idea del horario del autobús — Accedo — Entiéndeme, papá... ya no soy una niña, me gustaría ser independiente en algunos aspectos. De hecho, con mis primeras pagas ahorraré y tendré mi propio coche.
— Puedes usar el mío cuando quieras, ya lo sabes — Se encamina a la puerta, yo voy detrás — ¡Hasta luego, cariño! — Se despide.
— Adiós, mamá.
Salimos, lo sigo hasta el garaje donde deja su coche y cuando está abriendo la puerta me coge la mano.
— Ten, conduce tú — Deja las llaves sobre la palma de mi mano.
— ¿Estás seguro? — Las cojo, algo temblorosa, solo he conducido su coche dos veces. — Ya sabes que no consigo aclararme con las marchas automáticas.
— Venga... — Rodea la parte delantera hasta sentarse de copiloto — Que vamos a llegar tarde.
Le saco la lengua y me monto frente al volante. Coloco el asiento a mi altura y después el retrovisor. Reviso el cinturón un par de veces.
— ¡Vamos, Vega! — Exclama de repente. Y del susto pego un golpe en el centro del volante, haciendo sonar el claxon.
— ¡Papá, dejad de darme sustos! — Respondo irritada.
No contesta, solo mueve la cabeza a ambos lados intentando no reírse, igual que mamá. En el fondo pienso que les encanta sobresaltarme.
Por fin arranco y me introduzco en el tráfico de la ciudad. Ahora agradezco que sea un tanto pequeña, si no seguro que no sería capaz. En unos diez minutos salgo a las afueras, tomo la última rotonda y llego hasta la puerta de la editorial, donde para mi sorpresa dejo el coche perfectamente colocado.
— ¿Ves como ha ido todo bien? — Papá desabrocha su cinturón — Sé tú misma, seguro que les gustas.
— Gracias, por todo — Le doy un rápido abrazo y cogiendo mi mochila, bajo del coche — Nos vemos luego y te cuento — Cierro la puerta y espero que monte en el asiento del conductor para ver cómo se aleja y despedirme con la mano.
Estoy aquí, sola frente a una enorme puerta de cristal. Respiro hondo y me quedo donde estoy.
— No puedo — Murmuro para mí misma — Pero, ¿qué hago aquí? Me voy a mi casa.
Me doy la vuelta pero me arrepiento a los dos segundos. No, voy a entrar. Eso es. Con dos pasos decididos me acerco y la puerta corredera se abre ante mí.
Una ancha estancia me espera y en el fondo, un mostrador larguísimo. Llego hasta ahí, ahora un poco más despacio.
— ¿Hola? — Pregunto, no veo a nadie tras el mostrador.
— Ay, ¡hola! — Una chica rubia que no me saca muchos años sale de debajo de la mesa — Perdona, se me ha caído esto — Me muestra un folio escrito — ¿Puedo ayudarte? — Sonríe, parece amable.
— Soy Vega, me llamasteis ayer para una entrevista.
— Ah, claro — No para de sonreír, hasta me cae bien y eso que no la conozco — A las nueve, eso es. Te llamé yo misma, soy Ruth.
— Encantada — Le digo. Ruth asiente tecleando algo en el ordenador que tiene frente a ella.
— Ve a la segunda planta, por ahí — Me señala unas escaleras de madera — Pregunta por Marta, ella es la encargada de las entrevistas. Y si tienes cualquier problema, ya sabes dónde estoy.
Oh, vaya, ¿y ya está? Me esperaba esto de otra manera muy distinta, más serio. Le doy las gracias y me dirijo a donde me ha indicado. Subo las escaleras apoyando mi mano en una barandilla de color gris que hay a ambos lados. Llego a la primera planta y de repente todo cambia: hay personas por todos lados, ajetreados y cargados de papeles. No sé dónde mirar porque suceden muchas cosas a mi alrededor.
Tras un par de minutos me percato que tengo que seguir subiendo, ¿la segunda planta también será así? Me puede dar un ataque de nervios, me suelo agobiar rápidamente. El bullicio se va aplacando según subo escaleras, bien... mucho mejor.
Llego, la planta es idéntica a la anterior pero mucho más tranquila. Hay varias pequeñas mesas repartidas en la estancia, separadas unas de otras y la mayoría ocupadas por alguien que o bien teclea rápidamente o bien lee una pila de papeles. Me voy fijando uno a uno detenidamente...
— Buenos días — Frente a mi tengo a un chico bastante joven. Y también es cierto que algo extravagante. — Soy Tom, ¿y tú? — Tiene una sonrisa de oreja a oreja.
— Vega, perdona — Le ofrezco mi mano y él la coge con las dos suyas. — Me han dicho que tengo que hablar con... Marta.
— Iré a decirle que has venido — Me fijo en su atuendo, es completamente original: camisa rosa con aguacates dibujados, pantalones cortos de color caqui y bambas blancas. Además de su pelo castaño totalmente alborotado — ¿Quieres esperar en la sala de descanso? Te veo un poco nerviosa.
— Me esperaba algo distinto — Miro a ambos lados.
— Es una empresa un tanto... curiosa, ¿sabes? Por eso no todo el mundo encaja aquí. — Me observa de arriba a abajo — Quizá tú lo hagas, tienes estilo.
Bueno, si él lo dice. Solo llevo una camiseta de color blanco y vaqueros. Cómoda y natural, no quiero que me conozcan de otra manera.
— Ven, por aquí — Me lleva por un largo pasillo lleno de puertas, todas de cristal y en las que se ve su interior. Aquí no será por luz, porque todas las paredes son ventanales enormes por donde se ve hasta el último rincón de la ciudad.
Me siento bien en este lugar y tan solo llevo aquí diez minutos.
— ¿Café solo, con leche, capuchino...? — Me indica una máquina junto a la última puerta.
— Con leche estará bien — Me acerco pero se ofrece a invitarme.
— Tengo que seguir con mi trabajo, pero Marta no tardará en llegar. — Me dice con las manos metidas en los bolsillos — Estoy en una de las mesas de fuera, por si me necesitas.
— Muchas gracias, Tom — Digo antes de que se vaya.
— No es nada, mucha suerte Vega — Me guiña el ojo con el pulgar hacia arriba.
Lo sigo con la mirada hasta que veo que ocupa su puesto. Si todo el mundo aquí es como Ruth y Tom, me voy a sentir cómoda enseguida.
Entro en la sala que me ha indicado. En ella hay dos sofás enormes y que parecen terriblemente confortables, de un color azul cielo y con muchísimos cojines por todos lados. También hay varias estanterías repletas de libros, revistas e incluso películas. Hasta tienen televisión en la pared contraria. De fondo y lo que hace que la estancia sea del todo perfecta, una melodía suave. Me termino el café y decido esperar sentada en uno de esos sofás.— ¡Buenos días! — Me sobresalto tanto que pego un grito que seguro que se ha escuchado en recepción, el vaso de cartón también sale por los aires, menos mal que no quedaba nada de líquido.
Voy a darme la vuelta para ver quién me ha pegado tremendo susto, pero soy incapaz de articular palabra.
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Escrito en las estrellas.
Storie d'amoreVega vivía el cuento de hadas perfecto, o eso creía. De un día para otro su vida cambia y lo que creía un sueño se convierte en la peor pesadilla cuando es traicionada de la peor manera posible. Pierde toda esperanza en el amor y todo lo que conllev...