Capítulo 10.

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— ¡Chicos, chicas! — Una voz hace que levante la cabeza algo sobresaltada, no consigo ubicarme hasta que veo a Rafa frente a nuestras mesas, haciéndose oír — Ya sabéis, esta noche como todos los viernes nos vemos a la salida, no os molesto más, ¡seguid trabajando!

Ah, ya... Es una especie de anuncio que no acabo de entender, ¿a la salida para qué? Miro a Tom y por señas le pregunto, él se acerca, observando ambos lados antes.

— ¿Qué significa eso de todos los viernes? — Le pregunto, frunciendo el ceño.

— Oh, si. Cada viernes vamos todos los del departamento a tomar una copa, para relajarnos después de toda la semana de trabajo — Sigo sin entender nada, lo miro para que continúe — Desde que llegó Rafa lo hacemos. Según él, quedar en grupo hace equipo y consigue que trabajemos mejor — Se encoge de hombros.

— Vale, está bien, supongo. — Nunca había oído algo como eso, no parece mala idea — Entonces, te veo después.

— Claro — Asiente con su sonrisa permanente — Voy a seguir o no acabaré en la vida.

Quedan un par de horas todavía, me desperezo y aprovecho para ir al baño. Después sigo con el nuevo libro que he empezado a leer ahora, esta vez de ciencia ficción, para cambiar un poco el registro.

Cuando algunos compañeros comienzan a recoger sé que ha terminado el día. Por lo visto vamos todos juntos, así que espero a Tom en la salida.

— ¿Os parece si cogemos el autobús o mejor un taxi? — Pregunta, sale junto a Ruth y otro chico que me suena de verlo en una de las mesas.
Los otros acceden y se decantan por un taxi, yo también, algo distraída. Pero de pronto caigo en algo.

— ¡No, pero si tengo el coche justo ahí! — Lo señalo, orgullosa por la tontería de llevar en él a alguien que no sea mi familia.

Saco las llaves nerviosa. Lo he dicho sin pensar y ahora me da miedo no conducir bien y que nos pase algo.

— ¿Es ese de ahí? — Ruth se acerca hasta donde estoy, yo asiento — Me gusta, es como... — Lo observa, pensando en la mejor descripción.

— Como un huevo gigante, ¿no? — Termino la frase, tranquilizándome — Aunque sea verde.

Entre risas nos metemos. Solo somos cuatro pero al ser tan pequeño parecemos sardinas en lata. Aunque todo pasa cuando abrimos un poco las ventanas y ponemos música.

Echaba de menos momentos así, tan sencillos pero capaces de unirte con la gente.

Tom, sentado en el asiento de copiloto, me va dirigiendo. Conozco la calle y aparco enseguida. Es un pequeño pub donde creo haber estado un par de veces hace tiempo.

— Estarán dentro — Dice el chico que nos acompaña, Raúl.

Nerviosa me quedo la última y dejo que ellos tres sean los primeros en pasar. Se dirigen hacia la esquina izquierda del local, donde ya veo a los demás compañeros, además de Marta y Rafa, que charlan animadamente a solas.

Saludamos y nos acercamos a la barra para pedir una copa cada uno. Me prometo beber como mucho dos, mi cuerpo no está acostumbrado y después tengo que conducir hasta casa.

Pronto nos enfrascamos en una conversación tras otra. Escucho a algunos, a veces hasta me atrevo a hablar yo misma e ir soltándome. La noche está pasando rápidamente, como siempre que estás a gusto en un ambiente.

— Vamos a pedir otra copa, ¿tú quieres? — Me preguntan Tom y Ruth, niego con la cabeza.

— Todavía tengo, gracias — Alzo un poco la voz, la música está alta.

Los veo alejarse y me quedo donde estoy, pasando el peso de un pie a otro y mirando a mi alrededor Este sitio ha cambiado desde que lo vi por última vez. Quizá hace ya un par de años. Lo han modernizado y se ve gente más cercana a nuestra edad.

— ¿Cómo estás? — He de decir que esta vez disimulo muy bien el pequeño sobresalto, porque me doy la vuelta con una sonrisa amable.

— Hola Rafa, bien — Asiento, y para hacer algo con las manos doy un trago a mi copa — Parece un buen plan esto de reunirnos todas las semanas.

— Eso creo — Se encoge de hombros y pega su vaso a los labios, ladeando la cabeza y observándome, sigue haciendo eso, sí — Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? — Asiento, sin saber qué viene ahora — ¿De qué viene eso de asustarte con tan poca cosa? Es... cuanto menos curioso.

— Llevo preguntándomelo toda mi vida — Muerdo mi labio inferior — A veces creo que me meto demasiado en un mundo paralelo, ¿sabes? Como si yo estuviera aquí físicamente pero... mi cabeza volara a otro lado — Me sorprendo a mí misma hablando tanto — Otras veces creo que solo soy algo rara.

Suelta una nueva carcajada, mostrando esa preciosa sonrisa. Me he fijado que después de hacerlo baja la cabeza, ¿este hombre avergonzado? Ya me extrañaría.

— Me pregunto cómo serán esos mundos a los que viajas — Hace un gesto con su brazo y yo solo puedo observar absorta la perfección de ese hombre. Como si alguien lo hubiera creado pieza por pieza, delicadamente. — ¿Ves? Como dónde estás hora mismo.

Voy a responderle lo primero que se me ocurre, pero por supuesto no la realidad. Nos interrumpen antes de seguir nuestra particular charla, Tom y Ruth, entre otros, se unen a nosotros.

Algunos comienzan a marcharse bien pasada la media noche. Quedamos cada vez menos y decido ir a casa, no porque esté cansada o tenga sueño; me apetece escribir. Algo, no sé exactamente qué, me inspira.

— Voy a irme — Les digo, quedamos pocos y miro hacia Tom — ¿Necesitáis que os lleve a algún sitio?

— Tranquila, nos vamos a quedar un poco más, sabremos cómo volver — Me dice, creo que va un poco tocado por el color de sus mejillas.

— Como queráis — Asiento, sonriendo — Nos vemos el lunes, ¡adiós a todos! — Alzo un poco la voz para los que están algo más lejos también puedan escucharme.

Salgo, fuera hace frío a estas horas y me abrazo a mí misma, frotándome los brazos hasta llegar al coche. Rebusco en mi mochila, tengo que poner algún llavero porque tardo horas cada vez que quiero encontrar la llave.

Esta vez no puedo esconderme porque no lo esperaba. Ahí están, a punto de entrar al pub de donde acabo de salir. Son ellos los que me ven primero. Los tres nos quedamos mirándonos a tan solo unos metros de distancia, ellos en una acera y yo en la de enfrente. Encuentro la llave, la saco rápidamente pero se me cae de las manos, estoy temblando y no precisamente por el frío. No puedo dejar de mirarlos, ahí, agarrados. Las dos personas que más me importaban no hace mucho tiempo.

— Ten — Alguien, como salido de la nada, recoge la llave del suelo, me sostiene la mano y la pone en mi palma. Rafa ha salido del local, no sé cuándo, pero está aquí, conmigo.

De reojo veo que mira a la misma dirección que yo, a ellos. Es un rápido vistazo porque con su otra mano toca mi hombro, haciéndome volver a la realidad.

— Eh... tranquila, vamos. — Me lleva, rodeando la parte delantera del coche me abre la puerta del copiloto. Como mecánicamente me subo. Él se monta en el asiento del conductor y arranca.

Nos alejamos de aquí, no sé donde porque estoy completamente ida. 

Escrito en las estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora