El lunes estoy inquieta, no me concentro en la lectura del libro que he elegido para hoy. He leído cinco veces la misma frase y no termino de comprenderla. Ha venido Rafael a la editorial, tal y como me dijo mi padre. Muerdo mi labio inferior mientras lanzo varias miradas hacia el despacho, están reunidos, padre e hijo junto a Marta, llevan mucho rato ahí metidos.
Poco antes de la hora del descanso Marta sale, siempre tan recta y con esos tacones tan altos y ese pelo tan largo y liso, ¿cuánto tiempo le dedica a peinarse y arreglarse esa mujer cada mañana?
Estoy siguiéndola con la mirada cuando el rostro de Rafa asoma por la puerta de cristal de su despacho.
— Vega, ¿puedes venir un momento?
Me levanto de un respingo, ¿y ahora qué? Me acerco frotando las palas de las manos en mis pantalones, solo por hacer algo mientras llego.
— Buenos días — Saludo con una sonrisa. Aunque es raro, nada más verle recuerdo a Rafael, muchos momentos de la infancia vienen a mi cabeza.
— ¿Es ella? — Le pregunta a su hijo, que asiente con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Rafael se acerca a mí — ¡Pero bueno, Vega! Sí que has crecido. La última vez que te vi todavía ibas al instituto. No creo que me recuerdes.
— De hecho... un poco — Soy un mar de nervios e intento respirar.
Es un hombre alto, con el pelo canoso pero que tiene muchos rasgos parecidos a los de Rafa, aunque claro, con treinta años más. Según habla, voy recordando algunas cenas en casa, pero sobre todo, aquellos fines de semana que papá nos llevaba a unas cabañas, cerca de un pantano precioso. Rafael, entre tantas muchas familias, estaba ahí. Caigo en la cuenta que entonces Rafa también estaría, pero no consigo acordarme de él fácilmente. Hace más de diez años de todo aquello y éramos un buen grupo de niños. Además, siempre que íbamos invitaba a Dani y solíamos estar juntos y algo separados del resto.
— Pero, ¿cómo no me lo habías contado? — Pregunta ahora Rafa, apoyado en su escritorio con los brazos cruzados — Me acuerdo de ti, eras muy tímida y apenas hablabas con nadie. — Mira a su padre, riéndose — Créeme papá, tampoco ha cambiado tanto, pero tiene una gran imaginación, es perfecta para la editorial.
— Desde luego, el mundo es un pañuelo. Dile a tu padre que lo llamaré, ¿de acuerdo? ¡Tenemos que ponernos al día! — Está más contento de lo que creía, aunque me alegro de que le tenga tanto afecto a papá.
— Claro, se lo diré. Él me dijo justo lo mismo anoche — Después les digo que tengo que seguir trabajando y me despido de ellos.
Tiene razón, el mundo es un pañuelo, definitivamente. En cierto modo, en una ciudad como esta, tampoco es complicado conocer a tanta gente, pero qué casualidad que haya pasado tantos fines de semana junto a esa gente de la que ahora soy empleada.
En mi escritorio intento hacer memoria, recuerdo muchos niños y niñas, ¿cuál sería Rafa? Tiene razón, yo era demasiado tímida y no hablaba con casi nadie. Dani y yo nos íbamos por mitad del bosque y jugábamos a subirnos en los arboles, o buscábamos tesoros escondidos, en verano también nos bañábamos en el lago... parpadeo varias veces conteniendo la emoción, fue una buena infancia.
Decido tomar un café rápido o si no, no voy a poder empezar a trabajar, tengo muchas distracciones hoy. Echo la moneda en la máquina y espero mientras prepara el café.
— ¡Si estás aquí! — El grito que pego es digno de película de terror. Tom está en la puerta mirándome extrañado.
— ¡Qué susto, Tom! — Pongo la mano en mi pecho — Si hubiera tenido el vaso te lo hubiera tirado, ¿a quién se le ocurre entrar así?
— Pensé que me habías visto — Se encoge de hombros — En fin, a lo que venía, ¿se puede saber dónde te metes? Desapareces de todos lados.
— Ya — Chasqueo la lengua, se refiere a mi nueva huida del sábado — Vi a alguien en el pub y tuve que marcharme.
— Igual que el otro día en aquel bar, ¿no? — Se apoya en el marco de la puerta — Invítame a un café, anda.
Una vez que está hecho el mío, esperamos que se haga el suyo para sentarnos en el sofá unos minutos.
— Puedes contarme lo que quieras — Dice, bebiendo con cuidado, quema un poco — Te lo dije el primer día, parece que te conozco desde hace mucho.
— Es complicado, Tom — Echo el aire por la nariz — Fue alguien que me traicionó en el pasado y al que no quiero volver a ver.
— En esta ciudad es complicado — Murmura — Y más si tienes en cuenta que no hay muchos pubs de moda hoy en día.
Eso es algo que sé, es obvio que seguramente los vuelva a encontrar allá donde vaya pero, ¿qué puedo hacer? Dejar de ir, quizá.
Le cambio de tema, si menciono a Ruth se olvida de todo lo demás así que aprovecho para decirle que no está interesada en el otro compañero y que lo intente, puede que tenga vía libre así que es su momento.
Se reúne de valor y me promete que lo intentará, le animo a que lo haga, no tiene nada que perder.El día de hoy no ha sido de provecho para nada. No he conseguido leer ni un simple párrafo sin estar pensando en mil cosas más. Me alegro de que acabe la jornada.
No es tarde y todavía no ha llegado la época en la que anochece temprano, así que sin perder un segundo, monto en mi coche y me dirijo hacia aquel lugar. Es lo único que ha ocupado mi cabeza hoy. Nunca he conducido fuera de la ciudad pero me gusta, hay mucho menos tráfico y más tranquilidad.
Voy despacio, pero aún así en unos veinte minutos llego a la zona, si es que la recuerdo bien.
Ya la entrada no es como la esperaba, ¿me he equivocado? Tengo en la cabeza un pequeño desvío que lleva a un camino de tierra bien cuidado, pero por donde paso es maleza y un trayecto por el que me cuesta cruzar con el coche. Temo a quedarme atrapada en uno de los muchos baches así que decido dejar el coche a un lado del camino e ir andando.Hay luz pero aún así enciendo la linterna del móvil, alguien que se asusta con una mosca no puede fiarse de un sitio así. El paseo es el mismo, e incluso llega a una puerta enorme, de hierro y muy alta, con muro de piedra a ambos lados que deja oculto el interior de aquel sitio. Por los barrotes de la puerta tan solo visualizo el resto del camino y más maleza.
Parece cerrado, solitario y da miedo. Empieza a hacer frío y eso lo complica todo mucho más. Me acerco a la puerta, la empujo pero está cerrada, ¿qué esperaba? Además, dudo que hubiera entrado igualmente.
Cómo soy capaz escalo el muro colocando los pies en las piedras salientes, suerte que siempre llevo zapatillas cómodas. Solo quiero ver su interior, pero cuando consigo asomar media parte de mi cara por encima del muro, me arrepiento.
¿Qué demonios le ha pasado a este sitio?
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Escrito en las estrellas.
RomansaVega vivía el cuento de hadas perfecto, o eso creía. De un día para otro su vida cambia y lo que creía un sueño se convierte en la peor pesadilla cuando es traicionada de la peor manera posible. Pierde toda esperanza en el amor y todo lo que conllev...