Capítulo 32

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-"Tus llaves abandonaron su lugar, y las sombras se mezclaron con nuestros cuerpos cuándo apagaste las luces, tus maletas ruedan el pasillo y susurras por debajo que ya debes irte. Y te vas, sin un beso, sin un café o un abrazo, sin un te quiero, o un hasta luego. Solo me quedo en casa, que dejo de ser casa cuándo te fuiste de ella, llevando todo lo que te pertenecía en tus maletas. Dejándome, pese a yo también pertenecerte"- Terminó de leer el poema que sostenía en una de sus manos, jurando sentir la tristeza de sus palabras -Fue el primer poema que escribí cuándo terminamos.

-¿También sentiste qué perdiste tú hogar?- Pregunto a un hilo de voz.

-Cuándo mi madre hablaba del amor usaba una metáfora, comparaba el amor con una casa y la luz que poseía, decía que no sabes cuántas casas conocerías a lo largo de tú vida, ni qué tipo de luz tendrían, solo llegarías a una y sabrías que deseas quedarte ahí- Contó con los ojos fijos en el techo, recordando a detalle sus palabras -Encontré tú casa sin querer, pero quede totalmente cautivado con la luz que desprendiste. Y cuándo te fuiste las luces sencillamente se apagaron, y ya no pude volver a ella.

Delineo su barbilla, jugando levemente con la barba en ella.

-Mi luz se apagó cuándo te vio partir.

-Pero te volviste a encender con el tiempo, volviste a iluminar una habitación entera con solo sonreír- Curvo la comisura de sus labios -Te reconstruiste, sola y con ayuda, pero sobre todo volviste a unir tus piezas, tú. Porqué siempre fuiste la mujer más fuerte que he conocido.

Lo miró de soslayo, tentada a debatir sus palabras, pero prefirió tomar una de las hojas esparcidas en la cama.

-"Me gusta pensar en tú sonrisa cuándo pruebas por primera vez el café por la mañana, y la forma en que las esquinas de tus ojos se arrugan mientras no paras de hablar de algo que te causa sincera felicidad. Adoro recordar tus labios, y el dulce roce que provoca en los míos, pensar en tus manos y como encajan perfectamente nuestros dedos, como si mis medidas no pudieran corresponder otras manos, como si cada latido de mi corazón susurrará tú nombre"- Citó a un hilo de voz, leyendo la hoja que se hallaba entre sus dedos -Siempre fue mi poema preferido.

Sentía la respiración de la mujer que amaba en su pecho, con todos los poemas que le escribió alrededor de la cama, lugar donde yacían ambos cuerpos desnudos, ocultados por una delgada sabana de satén, cansados de tanto esfuerzo, pero no de adorarse con tanta devoción, testigos de cómo el sol recién empezaba a hacer acto de presencia entre las oscuras nubes de la madrugada.

-Recuerdo haberlo escrito de camino al hospital, iba a mi cita quincenal de testosterona- Susurro, perdiendo sus dedos en los mechones rubios de Lucia.

-Nunca permitiste qué te acompañará a alguna de ellas- Alzo su mirada, encontrando sus ojos -¿Por qué...?

-Me avergonzaba que me vieras en esas condiciones- Contesto con genuina timidez- Ya sabes, eso... No es tan lindo.

-No me importa que sea lindo o no- Se inclinó más cerca, acariciando levemente su mejilla -Es una parte de ti, y yo te deseo enteramente.

-Y me tienes, enteramente.

Compartieron  una pequeña sonrisa antes de unir sus labios en un profundo y lento beso. Lucia fue la primera en alejarse, pero no cambió la posición, en cambió llevo su mano al cabello de Alex, acariciando sus pequeños rizos.

-¿Sabes? Lo estuve pensando, y creo que tuvimos sexo cerca de treinta veces en nuestra relación.

-Pensé que hacíamos el amor- Dijo Alex entre risas, frunciendo las cejas con diversión.

El placer de tus labios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora