Capítulo 23

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-Al fin llegas, acabo de encontrar a Lucia durmiendo en su habitación, pensé que estaría con el innombrable- Comento Jean Paul, recargando su cuerpo en la barra de la cocina -¿Mon amie?

-A partir de ahora Alex, o el innombrable, como quieras llamarlo será un tabú para nosotros, y especialmente para Lucia.

-¿Sucedió algo malo?

-Todo fue una mentira, una farsa. Alex y Tania nunca terminaron, Benjamín y los otros nos mintieron- Explicó a duras penas, sintiendo el enojo a flor de piel -Anoche nos engañaron.

-¿De qué hablas? Ellos mismos nos aseguraron qué-

-Pues mintieron, todos.

Jean Paul bajo la mirada, recordando al hombre de cabello caramelo, aquel que había ignorado sus mensajes y llamadas.

-Actuaremos como si nada hubiera pasado, por lo menos hasta que debamos irnos.

¿Cómo decirle qué no deseaba irse? Qué por primera vez probó un par de lbios que no quería soltar, y peor aún, confesar que era uno de los chicos que ahora debía olvidar.

-¿Cuándo nos iremos?

-Primero deseo pasar otro par de días con mis padres, y con Lucia, claro. Después volveremos a Madrid- Contesto -Puedes acompañarnos.

-Aún debo solucionar un par de temas con la exhibición- Mintió.

Mariana frunció las cejas, sin embargo no profundizo el tema, aún se hallaba notablemente atormentada por los sucesos de la madrugada, sin mencionar que la mirada perdida de Matt en ella solo logro recordarle que él también mintió, y ella como tonta, creyó.

-¿Lucia está de acuerdo con esto?- Pregunto en medio del silencio, cruzando sus ojos con la mujer de ojos cafés.

-Lo estará.

Y Jean Paul asintió, pese a estar poco convencido.

...

Lunes por la mañana se hallaba en la oficina de la editorial, con un hoyo presente en su corazón y la cabeza rota de tantos recuerdos y lamentos. Se sentía tan miserable que le resultaba imposible ponerlo en palabras, con la tristeza colapsando cada poro de su piel no era capaz de llorar, de sentir algo más que no fuera arrepentimiento.

Después de la devastadora visita de Mariana, y reprocharle a sus amigos todo el caos que causaron, regreso a su casa, encerrándose en su habitación en un vasto intento de aliviar las penas, comprendiendo en el silencio que el único culpable, era él. Nunca debió pensar que podría querer a Tania, tal y como dijo su madre hace años, el amor no piensa, simplemente sucede, y el suyo nunca surgió. Ahora había roto a dos personas, a una persona por no amarla y a otra por amarla demasiado, incluso tres, contando su propio corazón, aquel que dolía tanto que le dificultaba respirar.

-¿Deseas un café?- Pregunto Selene desde el marco de la puerta.

-Yo soy tú secretario, ¿No crees que yo debería ser quién lo preguntó?

-Como es evidente que no lo harías quise darte un incentivo- Se encogió de hombros, adentrándose en la habitación hasta sentarse en el borde del escritorio -¿Qué sucede últimamente?

-¿A qué te refieres?- Frunció las cejas.

-Estás tan ensimismado en ti, perdido, agobiado. Como si no fueras tú.

-Hace mucho deje de ser quién soy- Confesó -La versión que conoces, de mí, son solo restos de... Polvo de algo que ardió en llamas hace mucho.

El placer de tus labios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora