11- Volver a ver la luz

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Narradora Omnipresente

Semanas ante del secuestro

Él padre se disponía a dormir en esa habitación algo vieja color beige con un montón de imágenes religiosas y cruces en las paredes, con solo una ventana mediana que daba al corral de las gallinas que ahora dormían plácidamente.
En el centro una cama individual con un colchón tan duro como una piedra que parecía de cemento, pero bueno él debía dormir en uno de esos para que su pequeño ángel durmiera en uno más cómodo y suave.

Terminó de rezar su rosario nocturno después de esa larga ducha tibia y ahora se tumbaria a la cama cerrando sus ojos dejando reposar el cuerpo ya tan cansado por el duro día que tuvo.

Siempre sus días eran así, pero hoy había válido la pena pues por fin pudo comprarle las alas a su pequeño ángel.

Eran perfectas hechas mano, eran tan finas y delicadas como las de un verdadero ángel.

Solo que tuvo un mal presentimiento, había demasiado silencio en la casa y aunque era normal a esas horas de la noche algo había de raro, no lo pensó más y fue corriendo al cuarto de su pequeña Luz.

Entonces la encontró, tendida en la cama a ella a su querido, puro y hermoso ángel acostada en su cama sobre esas alas perfectas que había mandado hacer solo que ahora estaban llenas de sangre... sus pequeños, suaves, finos, delicados y blancos brazos cortados también llenos de ese líquido rojo brillante recién salido.

Si bien no había pasado mucho desde que ella misma se los corto pero la sangre si era abundante ante sus ojos.

Y la pequeña... aquella era una escena tan perfecta, dormía tan plácidamente tan en paz por un momento pensó que había llegado su hora.

Se había preparado todos estos años para esto, le pondría un vestido blanco unas flores en sus manos y le haría un peinado digno de un ángel tan puro como ella.

Por fin había pasado, ella era la elegida, era su momento por fin ambos irían al cielo.

Solo debía rezar a su lado toda la noche y así ambos irían al cielo, todo este tiempo todos estos años ella fue su boleto asegurado.

Pero no, no podía dejarla ir aún no, así que la cargo no sin antes cubrirle sus brazos con toallas haciendole torniquetes por encima parando la hemorragia, todo esto en cuestión de segundos.
Le quito las alas que él mismo le puso y llevo al hospital en su auto cargandola como su bebé.

La pequeña rubia apenas respiraba y tenía poco pulso...
Su ángel se iba lentamente y todo era su culpa.

Mientras conducía en carretera con su pequeño ángel atrás dormida... él lloraba no quería perderla no a ella, no ahora, era la elegida y la amaba como nadie pero no quería que se fuera.

Conducía a toda velocidad en medio de la madrugada donde solo la oscuridad invadía la carretera y lo único que iluminaba era la luna llena junto con las luces de su propio vehículo, no había más  autos poco le importaba si tenían un accidente rogaba para que eso no sucediese pero debían llegar a tiempo.

Nunca estuvieron tan lejos de la gran ciudad de Nueva York sin embargo ellos permanecían escondidos en una vieja granja que compró hace años y todo este tiempo vivieron de sus ganancias como judicial que había ahorrado por años y claro con la ayuda de sus padres como parte de su herencia.

En menos de 10 minutos llegaron la cargo de nuevo en sus brazos y  entró con ella a urgencias, pidiendo a gritos ayuda, antes de soltarla en esa camilla con ruedas para ser atendida le hizo una promesa.

El Diario De Una NinfómanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora