One Shots (o algo así) de Crepúsculo

8- Edward

Luego que Edward malinterpretara una visión de Alice, esta vino a buscarme para impedir que haga una locura, lo que nos lleva a este instante, donde tras impedir que se expusiera ante los humanos nos llevaron con los Vulturi.

Ya se había dictado el veredicto, debo ser transformada (cosa que ya habíamos planeado para un futuro luego de terminar la universidad)

Ya nos íbamos cuando Aro le proporciona una capa a Edward, ya que seguía sin camisa. 

Un sonido de inconformidad salió de mi garganta, todos me miraron.

— ¿Qué sucede, querida?—, cuestionó Aro sin perder la sonrisa.

Mi mirada se dirigió a Edward, específicamente a su pecho ahora cubierto.

— ¿Es absolutamente necesario que se vista? Digo, no creo que nadie esté en contra de ver tal perfección tallada por los dioses—, salió de mis labios antes que pudiera procesarlo.

Aro rió, una carcajada sincera—, nunca conocí nadie igual, cuidala Edward, podrían robártela—. Advirtió.

— Tranquilo, no tengo intenciones de dejarla ir—, aseguró con firmeza, luego tomó mi mano y salimos de allí junto a Alice.

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— Te extrañé tanto—, confesé aferrándome a su cuerpo, una vez a salvo.

Él me estrechó más fuerte, sin llegar a dañarme—, y yo a tí, te amo.

— Yo también te amo—, levantó mi rostro, acercando sus labios a los míos—, alto ahí, vaquero—, lo detuve, me miró sin entender—. ¿Qué? ¿Pensaste que ibas a abandonarme, volverías y todo sería arcoíris y unicornios? No señor, yo ya había rehecho mi vida. No Edward, no hay otro chico—, rodé los ojos, su mirada lo delataba—. Pero ya tenía planes, me centré en mi bienestar, en mi familia. Ahora todo será distinto, no volveré a centrarme solo en tí. Vamos a comenzar de cero, poco a poco ¿bien?

— Lo que tu digas, amor, así será.

— Perfecto. ¿Qué?—, cuestioné cuando me miró con duda.

— ¿Los besos están permitidos?

Por Dios, que bebote, me lo como entero.— Si, amor, están permitidos. Da gracias que eres tan tierno porque sino te dejo en abstinencia total indefinidamente.

— Te amo—, confesó antes de unir nuestros labios, y una sonrisa se asomó por los míos.