Éxi

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17 de Agosto, 3063. República de Euonia, Tribu Kinu.

Las cartas de Taehyung dejaron de llegar gradualmente. Cada vez tenían menos texto y más excusas para escribirle a Ara. Y al igual que él, ella también las ponía para leerlas y contestarlas.

Con el tiempo, Taehyung dejó de escribirle a Ara, y Ara dejó de escribirle a Taehyung. Con el tiempo ambos podían ir entendiendo que posiblemente, su romance no había sido nada del otro mundo, que no representaba una conexión especial ni mucho menos, que no era merecedor de una obra epistolar recopilando sus cartas, sino más bien un lugar en el baúl de los recuerdos que abrirían después de varios años y pensarían en él como un buen recuerdo.

Ara había dejado de idealizar al soldado Kim Taehyung y pudo notar sus defectos casi sin quererlo realmente. A su vez, Taehyung había descubierto que por ninguna razón podía mejorar la situación de ambos. Su relación simplemente era inconcebible en el mundo donde les había tocado vivir.

No eran almas gemelas, ni siquiera el más pequeño astro del sistema solar entero podría fijarse en tremendos marginados de la sociedad para hacerlos corresponderse una historia de amor digna de una obra de Shakespeare. Tan sólo eran dos peones más que se habían encontrado en medio del tablero, el problema es que Taehyung pertenecía a las piezas negras y Ara pertenecía a las piezas blancas y aún así; no tenía permitido tirar primero.

Para ese momento, el único lazo que aún unía a Taehyung y Ara emocionalmente, era el pequeño cuerpecito del bebé abortado de la muchacha, enterrado en el patio trasero de la choza de los Stavrou. Quedaría de por vida en la mente de aquellos dos, soñando porque hubiera nacido con salud y ahora ellos estuvieran juntos.

Tres años después del fallecimiento del descendiente de ambos, sucedió el evento que el profeta líder de la nación de Ara había previsto. No había sucedido un evento tan catastrófico en décadas, era el terremoto ocasionado por el movimiento de la placa tectónica donde Euonia y una parte del distrito siete de Kalon se encontraban.

Originado en el mar, separándose en olas gigantescas que dejaban mucho que desear por el regreso del mesías, la tierra se movía con una fuerza inmensa, arrastrando consigo los escombros de aviones y camiones derribados durante la tercera guerra mundial a tierra firme. Justo donde la población tiene su cede, dividida en las tribus de Euonia, la tierra comenzó a moverse con lentitud.

Ara sólo observó cómo las piedras y los guijarros del suelo saltaban constantemente. Al mirar al horizonte, se encontró con el furioso movimiento de las olas de la playa, que junto con su revuelo llevaban a los pies de la joven el repiqueteo de las entrañas de la Tierra sacudiéndose.

Supo en ese instante, que tenía que correr a esconder a sus hermanos, a guardar la poca comida que tenían, a rezar infinitamente por misericordia del todopoderoso, para que no se llevara el pequeño pedazo de concreto que era su casa. Para que le dejara vivir unos días más pensando como ganarse su libertad, pensando como crear la revolución que le haría acceder a mejores condiciones de vida bajo la timocracia y el socialismo que gobernaban su nación.

Tomó a sus cinco hermanos y sin mirar atrás corrió hasta su habitación. Los ocultó debajo de una mesa, susurrando con voz aterciopelada una canción para tranquilizarles. Agatha lloraba mientras era consolaba por el pequeño Erasmus y Rhea abrazaba a Zeth con todas sus fuerzas, pensando que él también podría caerse a pedazos como la Tierra misma. Mientras tanto, Colin estaba aferrado al brazo de Ara, escuchando en su oído la voz melancólica de la muchacha cantando una vieja canción de cuna.

Ara intentaba no prestarle atención al sonido del concreto derrumbándose y dividiendo el suelo en dos grandes pedazos agrietados a unos metros de su escondite. Tan sólo se dedicaba a mecer a su hermano en sus brazos y cantarle a los demás niños.

Fire Drill; K.thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora