Eíkosi

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25 de enero, 3065. Múnika del oeste, Cherville.


Taehyung regresaba a casa después de un día agotador. Durante los últimos tres meses había estado lidiando con el asunto del acta de defunción de Oriana para poder casarse legalmente con Ara, además tenía que pasar el día con la presidenta Baku para aprender a controlar el gobierno una vez ella se marchara para siempre. Sobretodo, el general Mylona lo había estado amenazando continuamente sobre su supuesto golpe bajo como si fuera una oración repetida una y otra vez por un sacerdote.

Al llegar a casa recorrió la reja, no había presencia de los niños en el jardín, no escuchaba sus risas, sus pasos, su existencia inocente. Un silencio sepulcral gobernaba el terreno y al entrar a la casa, solamente estaba Ara enfundada en un hermoso vestido blanco, sentada en una de las sillas del comedor.

En el suelo estaba uno de los jarrones roto, los vidrios esparcidos por el suelo y el agua también, encharcada con las flores que poco a poco se comenzaban a marchitar. Ara, desde su lugar parecía completamente inmóvil, con una mano sobre su vientre abultado y la otra sobre la mesa donde yacían unos papeles.

—. Ara...—murmuró Kim observando la escena—. ¿Qué sucedió? ¿Donde están los niños?

—. En el parque.—respondió fríamente sin fijar su vista en su esposo. Taehyung se acercó más al comedor y miró confundido todo.

—. Pudiste haberte lastimado, ¿por que lo rompiste?—dijo señalando el florero roto en el suelo. Ara no le respondió, permaneció callada mirando hacia la nada y justo antes de que Taehyung perdiera la paciencia, reaccionó violentamente.

—. ¡¿Por qué no me dijiste que estás casado con ella?!—exclamó en un grito desgarrador lanzándole sobre el pecho los papeles que estaban en la mesa.—. ¡Nunca me lo dijiste, Kim! ¡Maldito bastardo!

Ara se levantó de la silla y golpeó el pecho de Taehyung enojada, a sabiendas de que no le iba a hacer nada y que tampoco le demostraría del todo lo devastada que se sentía. Taehyung tomó entre sus manos a Ara, intentó detenerla inútilmente hasta que ella por su cuenta se detuvo, sólo para llorar sobre su pecho y caer poco a poco al suelo.

—. No me lo dijiste...—sollozó cayendo de rodillas al suelo—. Nunca lo dijiste...

Taehyung finalmente leyó los papeles, eran parte del trámite que le había tomado la últimos meses para crear el acta de defunción de Oriana. Todo estaba ahí y cuando intento pensar en cómo lo pudo haber obtenido Ara, su cabeza dio con Argus Mylona. El golpe bajo que había planeado, era poner a su esposa contra él.

Los rompió sin decoro alguno y se acuclilló para recoger a la morena del suelo, volvió a sentarla sobre la silla y permaneció en cuclillas mientras sostenía su mano.

—. No quiero verte, Kim...

—. Tuve que hacerlo, Ara.—explicó Taehyung—. Era la única forma de que no nos descubrieran, Oriana era mi as bajo la manga para destruir el imperio de Kalon, tienes que creerme.—susurró con la voz rota intentando convencer a Ara—. Jamás pude haberlo hecho con voluntad, Ara. Nunca podía haberlo hecho si no hubiera sido por ti.

—. Taehyung...me has partido el corazón en dos.—sollozó Ara apretando las manos de Kim entre la suya.—. ¿Por eso dejaste de escribir? ¿Fue eso todo el tiempo..? ¿Eh?

—. No, Ara...no lo entiendes.—negó con su cabeza—. Yo maté a Oriana. Lo hice por ti, yo...me casé, yo la maté para poder dejar a Ítalo desamparado.

—. ¿Por qué lo hiciste..? ¿Por qué...? ¡Mierda, Taehyung! ¿Qué has hecho?—exclamó Ara horrorizada por la confesión de su esposo, dándose cuenta que era incluso peor de lo que imaginaba—. Mira lo que has hecho...

Fire Drill; K.thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora