𝟖. 𝓗𝓮𝓫𝓫𝓮𝓵

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"Los ojos son el punto donde se mezclan alma y cuerpo."

Subió sus pantalones dando un pequeño salto. Giró y se miró al espejo pasando una mano por sus glúteos hasta su cintura.

Aunque usualmente usaba pantalones ajustados, cada que se los ponía siempre se jactaba de qué bien le lucían. O más bien, los lucía.

Alisó su playera blanca y bostezó tapando su boca, intentando no importunar aquel momento tan vacío que pudo crearse en cuestión de segundos, como una añoranza etérea que le alejó momentáneamente de la realidad y lo devolvió a ella tan pronto como notó que la soledad no era su fiel compañera aquel día.

—Moin moin, mausi. —escuchó a sus espaldas.

¿Mausi? ¿Era aquello una broma? Un apodo bastante ineficiente ante la presumida grandeza de su ser, algo erróneo para referirse a Louis, siendo éste el igual resultado a si él pareciese una de las constelaciones más precisas que el universo hubiera podido crear. Como si se pudiera reflejar en su rostro que realmente alguien se había tomado el tiempo y dedicación para esculpir cada una de sus finas facciones hasta llegar a construir lo más acercado a la perfección.

Louis era mucho más que un ratoncito.

Volteó a ver desinteresadamente al hombre con el que había compartido su cama la noche anterior ante sus palabras. Tal vez un par de horas atrás hubiera querido que se quedara a desayunar con él, pero volvió a estar terriblemente irritado y no quiso tener a un alemán diciéndole palabras melosas en su idioma haciéndolo enojar aun más.

El rubio le sonrió y Louis rodó los ojos sin importarle el poner en evidencia su molestia. Cielos, sólo había sido una noche y ni siquiera estaba en sus cinco mejores.

Odiaba emocionarlos tanto, como un juguete de una estantería con el que un infante se encaprichaba hasta que desquiciaba a sus padres con sus lloriqueos incesantes.

—Vete. —señaló a la puerta.

El muchacho frunció el ceño al no entender a lo que se refirió. Las sábanas cubrían su marcado abdomen y su pelo seguía revuelto por haber rodado por el cobertor entre sueños, brillando tenuemente por los rayos de sol que se colaban traviesamente por las persianas como si de oro mismo se tratara.

Louis nunca elegía mal.

—Márchate si no quieres que llame a seguridad. —volvió a hacer un gesto con su cabeza—Anda, no esperes un beso de despedida.

Se agachó para recoger las ropas del hombre y le aventó su camisa sin cuidado alguno. Llamó a Sandra por teléfono para notificarle que estaba despierto y que podría ir a ayudarle a arreglar sus maletas en cualquier momento, y esperó a que su invitado terminara de vestirse con los brazos cruzados.

Antes de que se dignara a salir, el muchacho se acercó a Louis y se inclinó a besarlo para agradecerle silenciosamente, pero la mano del ojiazul frenó su boca a tiempo y le hizo dar el beso en su palma.

—Küss mich nicht. —intentó pronunciar Louis trabándose entre las palabras—Sin besos. —indicó señalando sus labios.

El francés es más fácil.

El joven hizo caso omiso a sus indicaciones y tomó la mano del inglés dejando más besos en el dorso de ésta subiendo por su brazo. Sintió la tersa piel en sus labios y no quiso separarse nunca de ella, pues Louis fue una exquisitez para él desde la noche anterior y no pretendió dejar ir a aquella preciosa joya extranjera con una escurridiza facilidad.

𝐌𝐄𝐑𝐀𝐊𝐈 ✦ 𝑳.𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora