XVII. El desayuno.

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Capítulo 17.

El desayuno.

Pov's Axl.

No entiendo, jamás lo entenderé y no lo voy a entender. ¿Qué? No claro que no. Estaba más que seguro de que lo quería hacer.

Me mire al espejo otra vez mientras cepillaba mi cabello, mañana sería el día en que conocería a mis supuestos "padres" las personas que me engendraron y trajeron a este mundo.

¿Qué si quería conocerlos? No. Y lo puedo repetir cuantas veces me sea necesario, me he negado a que estas personas quieran tener cualquier tipo de contacto conmigo. No soy idiota y sé lo que quieren: A mí. No dejaré que arruinen mi familia.

Cuando seque mi cabello y por fin salí estaban allí mis dos mascotas... Peleando.

—Joder no —corrí a separarlos, suspire cuando lo logre. Tal vez no era una buena idea haber adoptado un perro pero... ¡Es hermoso!—. Bien, ahora ustedes dos se portaran bien —miro a sus mascotas—. Por mi —pero son animales, no entienden pero sauli prefirió salir al balcón a jugar y el perrito se quedó conmigo—. Tú te llamaras Adonis.

—Es el nombre más feo que he escuchado en mi vida —se levantó de la cama Slash.

—Maldita sea Slash. ¿Cuándo entraste? —lo mire y me acosté a un lado—. Quiero privacidad.

—Yo no te la quiero dar —me acosté en su pecho.

—No me la des, por favor no me la des.

—No estás bien, nada está bien. Y no sé cómo te sientes, porque no he estado en tu lugar y a decir verdad no quiero estarlo nunca —hizo una pausa y comenzó acariciar mi cabello—, solo te quiero ayudar y cuidar. Eres a quién quiero, recuerdas estoy en tu corazón y tú en el mío. Ambos debemos de cuidar del otro. Pero si tú no puedes... Entonces yo lo haré por los dos. Seré fuerte por los dos.

Esta era mi lucha, mi problema no el de Slash. Yo debía de dar guerra por defender lo que quería. No él, el problema es mío.

—No quiero que tú cargues con un peso que no es tuyo. Es mi batalla no la tuya, son mis problemas no los tuyos —me levante para mirarlo a los ojos—. No siempre me cuidarás. Yo soy el único que puede resolver este problema.

Slash me miro con los ojos iluminados y sonrió.

—Quisiera que fuéramos niños, cuando no entendíamos nada. Éramos felices sin duda alguna quisiera que esos años regresaran —me recosté nuevamente en su pecho.

—Hasta que la muerte llegue seguiré estando en la vida de todos. Pero no todos estarán en mi vida, lo que vivimos un día algún día serán solo un muy lindo recuerdo hasta que nadie lo recuerde y se convierta en nada. Todos somos nada, nada es nada. Y en eso nos convertiremos en nada. Cuando ya nadie nos recuerde —dije.

—¿Los quieres conocer?

—No —digo cerrando los ojos—. No quiero. Odio que después de trece años quieran ser mis padres, no me importa cómo fue que me dejaron en un aeropuerto o una puerta de un orfanato. No me interesa saber nada de ellos.

—¿Entonces porque quieres conocerlos? —se confunde, no quiero hacerlo.

—Lo haré porque no quiero que jodan a nuestros padres, sólo por eso.

—No vayas hacer una locura, ¿bien? —me sonrió para cerrar sus ojos.

—¿Dormirás aquí? —pregunte.

—¿Te molesta? —me pregunta ahora.

—No —conteste y al igual que él cerré mis ojos.

Sábado 8:00 a. m.

"Los McKagan Stradlin" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora