Capítulo 1

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Salzburgo: Austria.

Siglo XIX

Habían esperado cerca de cinco años desde que contrajeron matrimonio los condes de Wegner la llegada de su bebé, era toda una bendición para el matrimonio.
Durante su embarazo, Emma había tenido algunos contratiempos, de hecho, había permanecido en cama durante semanas por miedo a perder a su bebé. No fue hasta el último mes de embarazo, cuando el doctor Gürt, le comunicó que podría tener complicaciones en su parto. Incluso llegó  atreverse a decirle que su bebé no nacería.
Aterrada con la idea de perder a su bebé, Emma pidió a su empleada y amiga de confianza que hiciera el favor de guardar silencio. Pues su marido no debía de enterarse de la trágica noticia.
No podía creer que después de haber intentado quedarse embarazada para complacer a su marido porque así lo deseaban ambos, ahora podría caber la posibilidad de perderlo.
Emma se levantó de su cama algo débil, tomó asiento en su pequeño escritorio de madera oscura. Sacó un papel en blanco y con una pluma comienzo a escribir una carta para su hijo.
Dentro de ella sentía un sentimiento azotando su corazón, tenía que expresarse mediante unas letras lo mucho que ama a su bebé.
Sin dejar de toser, Emma con la ayuda de Frederika, se tumbó en la cama sintiendo un fuerte dolor en su vientre.

Llegada la medianoche, Raphael espera impaciente el nacimiento de su hijo. Enfrente suyo se encuentra Blaz, su socio y mejor amigo, el cual hablaba con una copa de coñac para celebrar el nacimiento de un nuevo miembro de la familia Wegner.
El conde, todo orgulloso tomó un puro de su cara de madera, le ofrece otro a su amigo  al mismo tiempo que ve como Fredika sale con cara de pena.
En sus manos aún se podía apreciar algo de sangre, frágil como un pluma cae al suelo haciendo que su llanto sea fuerte.

— Señor...la condesa...— La mujer casi le costaba hablar.

— Hable. ¿Qué le ocurre a la condesa? — Con rabia sujeta firmemente a la mujer mientras ella intenta darla la trágica noticia.

Atónito, con el corazón en la garganta, Raphael sale corriendo hacia la habitación donde está su esposa tumbada con los ojos cerrados.

— Emma. Mi amor. — Agarrando su mano poniéndosela en la boca el conde llora repitiéndose a sí mismo que solo está durmiendo.

Durante un rato permanece junto al cuerpo sin vida de su esposa llorando por haberla perdido para siempre.
En ese instante, el llanto de un bebé hizo que el conde se levante y se acerque hasta una pequeña cuna donde un bebé con piel blanca llora.
Los ojos del conde se quedan fijos mirando a ese pequeño que en vez de haberle traído felicidad, a sido lo contrario.
Con odio lo cubre con una sábana ordenando a la nodriza que se ocupe del bebé. Incluso llegó a decirle que se deshiciera de él.
Pues por su culpa había perdido a su esposa, a la mujer que más había amado en su vida. Una mujer buena que ha dado su vida a cambio de la de su hijo.
El conde maldijo repetidas veces golpeando la mesa hasta llegar a caer al suelo sin poder tapar su lamento.
Sus ojos rojos empañecidos buscan el retrato de bodas de su amada esposa.
Ella era joven, de piel blanca, unos ojos oceánicos y una sonrisa muy bonita dibujada en su rostro la hacía aún más bella.
Su bondad lo atrajo, su belleza lo cautivó y darle un hijo era el mejor regalo que podía obtener.
Y ahora ella no está. Se ha marchado para siempre, lo ha dejado solo.
¿Qué sentido tendrá su vida ahora sin su amada esposa?

Amélie, su hermana mayor abraza a su hermano compareciendo se por él, al mismo tiempo que le dan el último adiós a Emma.

La repentina muerte de Emma destrozó por completo el corazón del conde.
Un hombre respetado en la sociedad por ser banquero, tener mal genio y ser bueno en los negocios.
Ahora su vida no tendrá el mismo sentido sin su amada esposa.
Su cárcel es su dolor, su refugio el alcohol y su cuerpo se convierte en roble mientras su corazón se ha formado en un trozo de piedra.

— Amélie, haz el favor de callar a ese niño. No deja de llorar y a mí me duele la cabeza. — Su hermana en silencio se dirige hacia la cuna donde el bebé sigue llorando a pesar de que la nodriza intenta de callarlo.

— Señora Wegner, el niño llora mucho, ¿cree que debemos llamar al doctor?

—  Déjeme que lo coja. Este niño echa de menos a su madre. Pobrecito, solo tienes días de vida y ya conoce el rechazo y la desdicha. — Con ternura Amélie coge a su sobrino dándole el biberón.
Tomando asiento en una mecedora, Amélie que nunca pudo casarse por qué su prometido murió en el guerra y debido a esa pérdida nunca pudo volver a querer a hombre, vive trabajando como modista y viajando.
Esa era la primera vez que cogía un bebé entre sus brazos, le besó su pequeña frente cantándole una canción de cuna  donde el bebé se quedó dormido inmediatame.

Al salir de la habitación, su hermano la espera mostrándose agresivo con ella.

— ¿Qué pretendes hacer Amélie? Ese bebé no es tuyo. Ese niño no debió de nacer, por su culpa Emma ya no está conmigo.

— Hermano, no seas tan malo con el niño, es un ángel. Él no tiene culpa de nada. Míralo al menos, es tan hermoso.

— ¡Cállate! — Fuera de sí grita Raphael llegando asustar a su hermana. — No vuelvas a decir eso. Ese niño es la desgracia en esta casa. Nunca podría quererlo pensando que Emma se marchado para siempre y ha quedado él.

— Hermano, recapacita. Entiendo tu dolor. Pero míralo, ni siquiera le has puesto nombre. Es tu hijo, lleva tu sangre y también tiene rasgos de Emma. Aunque a ella no la tengas, este bebé no tiene culpa de nada. Ámalo como se merece. — Con súplica y apenada Amélie le intenta convencer de lo mucho que debe de querer a su hijo.
Pero Raphael, herido y enfadado por la perdida de su esposa se niega a darle una pizca de cariño a su hijo. Al que acusa injustamente de haber provocado la muerte de su madre.

El Noble Sentimiento#PGP2021Where stories live. Discover now