Capítulo 4

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Habían transcurrido cerca de cuatro años desde que llegó al colegio el pequeño Edel.
Durante esos  años había comprendido de que su padre jamás iría a visitarlo.
Poco a poco Edel comenzaba a ser otra persona dejando atrás su niñez para comenzar su adolescencia.
Atrás queda aquel niño tímido, el cual se sentía cohibido y apenas hablaba con los demás niños. Ahora era más extrovertido incluso se atrevía a gastar bromas con sus amigos.
Gracias al profesor Frinn, un hombre generoso que  ha estado preocupándose de él a lo largo de todo este tiempo para así poder  sacar a la superficie el verdadero Edel. Un niño con un gran corazón, siempre dispuesto para ayudar a sus compañeros y amigos los cuales siempre estaban unidos.
Son doce niños que duermen en una misma habitación, algunos ni siquiera tienen familia, el mismo orfanato los manda allí para que comiencen a mentalizarse desde una edad temprana de cómo deben ser educarse para ser un soldado y así inscribirse en el ejército cuando ya cumplan la edad autorizada.

Aquella misma tarde, Edel fue a visitar a su tía a su pequeño taller donde tenía dos mujeres contratadas cosiendo los encargos que le hacían.
Amélie nada más ver a su sobrino lo abraza y le invita a pasar a su hogar.
Mientras el pequeño le cuenta cómo le van las cosas en el colegio, Amélie prepara una taza de chocolate y unas pastas con semblante serio.
Hacía tres días que había recibido una carta de su hermano diciéndole que ya tenía otra hija a la que bautizaron con el nombre de Mallori.
Ya eran tres hijos en total lo que tenía el conde con su esposa.
Pero de su hijo mayor no había ni tan solo una pregunta para saber cómo se encuentra.
Aquella falta de afecto por parte de su hermano le afectaba demasiado.
Para ella, Edel era un niño bueno, de buenos sentimientos igual que su madre.
Pensó para sus adentros observando a su sobrino como comía con tanto gusto sus galletas de canela que tanto le gustan.

— Edel, quiero decirte algo. — Agarrando el vaso con té, buscaba las palabras adecuadas para decirle a Edel que tenía que hasta Salzburgo para visitar a su padre.

— ¿Quieres ir a visitar a tú padre y conocer a tus hermanos? — Amélie ve un fondo de tristeza en la mirada de un niño inocente que ha permanecido alejado de su hogar.

— Me gustaría ir y poder conocer a mis hermanos. — Riéndose sin ganas le responde a su tía.

— De acuerdo, aprovecharemos el permiso que nos dan en el colegio para ir a Salzburgo y volveremos en tres semanas a Viena. No te preocupes, yo estaré a tu lado en todo momento.

El pequeño asistente con su cabeza abrazando a su tía. La cual le llena de dicha y amor recibir el abrazo de su sobrino.

Amélie había hablado con el director del colegio para que dejara a Edel viajar hasta Salzburgo para visitar a su padre.
El director se negaba de dejar al niño salir, tenía órdenes del conde de Wegner de no dejar  salir del colegio bajo ningún concepto a Edel. Aquella orden debía de cumplirla ya que costaba al conde una cuantas monedas de plata.
Amélie comienza alterarse ante la negativa del director por no dejarle viajar con su sobrino.
En desacuerdo con las palabras del director, Amélie sale de la pequeña habitación utilizada como despacho usando un vocabulario poco habitual de una mujer con clase.

— Señorita Wegner، ¿ Le ocurre algo?— El profesor Frinn pregunta a la mujer que tiene delante usando unos adjetivos sobre el director que le llegan hacer gracia por su manera de expresarse.

— Ese director, ¿Quién se piensa que es para no dejarme viajar con mi sobrino? Es un idiota, todo un egoísta y barrigón que siempre lleva la camisa medio desabrochada.

— Primero debe de tranquilizarse señorita Wegner. Y ahora venga y explíqueme que es lo que le ocurre para que esté tan alterada.

Junto con el profesor Frinn, Amélie camina por delante de él hacía una de las aulas. Allí, ella mirando fijamente al hombre alto, con pelo largo rubio recogido en una coleta el cual la observa con detenimiento a esa mujer de mediana estatura, ojos marrones y un bello rostro encontrándose con una emoción que le hace vibrar incluso de llegar aumentar las ganas de ayudarla.
Edel se había convertido para él en un excelente alumno, un chico respetuoso al cual estima y le había cogido mucho cariño.
Sin embargo, contra más miraba Amélie, más deprisa latía su corazón.
Él era un hombre sencillo, ex capitán del ejército que se había retirado cuando acabó la guerra y casi pierde la vida.
Sin familia, debido a que fueron matados en el guerra, Frinn se refugia en el colegio donde da clases a niños desaparandos que no tienen a nadie en el mundo o como en el caso de Edel, su padre quiere quitárselo de encima.

Tras haber terminado Amélie de hablar, el profesor Frinn se queda pensativo durante unos segundos recordando una charla que tuvo tiempo atrás con el director.
Con una sonrisa de pícaro, el profesor Frinn le promete Amélie que la va ayudar para que pueda realizar ese viaje.
A cambio le pide que le dejen ir con ellos.
Blanca como la pared, Amélie tartamudea ante la inesperada sorpresa que se acaba de llevar.
Aún así, termina por aceptar pensando que será agradable viajar con el profesor Frinn y su sobrino.

En la mansión del conde, los criados trabajan todo lo deprisa que pueden para preparar el bautizo de la pequeña hija.
La condesa aún estaba en cama debido al que el parto había sido complicado. Tanto que los doctores temieron por su vida.
Afortunadamente, la condesa se está recuperando bien y su hija ha nacido sana y fuerte.

El conde había llegado a la mansión para ver cómo iban las cosas para el bautizo de su hija.
Pasando revista y hablando con los criados, Raphael les advierte que todo debe de estar impecable para la fiesta de su hija.
Antes de ir a darse un baño, pasa a la habitación donde se encuentra su esposa dormiendo.
Sosteniendo su mano se la lleva a sus labios ofreciéndole un anillo que le había comprado.
Viveka sonríe por el detalle de su esposo.

— Gracias por este regalo esposo mío.

— Todo es poco para la madre de mis hijos. No sabes lo feliz que me has hecho en darme otro hijo. — Ella sonríe tímidamente, notando un pinchazo ácido en su corazón.

Desde que se casó hace casi cinco años con el conde, Viveka ha estado esforzándose para ser buena madre y esposa. Durante todo ese tiempo nunca ha escuchado de boca de su marido decirle que la ama.
La respeta, la colma de regalos costosos y de halagos por darle hijos, pero nunca le ha dicho lo mucho que la ama.
En cierto modo eso la lástima, aunque ya hace tiempo que había comenzado acostumbrarse a la forma tan peculiar que tiene su esposo de tratarla.
Sus lágrimas la seca con pensamientos de ambición.
Para eso se casó, para dejar de ser una mujer que ha permanecido siempre en una segundo plano, para así poder alzar la barbilla orgullosa y que todas sus amistades la vean como  todo una dama.
Cansada vuelve a quedarse dormida después se haber amamantado a su bebé.

Mientras, Raphael lee la carta de su hermana sintiendo un fuego de ira forjarse en su interior debido a la idea que ha tenido su hermana de ir a visitarlos.
En la carta de Amélie pone que irán a pasar unos días allí dejándole claro como de comportarse con Edel.
Golpeando la mesa fuerte con su mano arrugando a su vez el papel
Raphael percibe como una fuerte descarga de ira le azota por tener que volver a ver a Edel.

El Noble Sentimiento#PGP2021Kde žijí příběhy. Začni objevovat