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Richard no había visto nada igual a la casa que George Harrison tenía en Liverpool. Era de una opulencia que podría haber despertado la envidia de un Médicis. El recibidor, con lujosos suelos de mármol de estilo Rouge Royal, brillantes columnas doradas y tapices valiosísimos, tenía dos pisos de altura. Del techo encofrado de plata y oro colgaban inmensas arañas de cristal que iluminaban una cantidad asombrosa de estatuaria romana. Enormes jarrones de malaquita llenos de palmas y frondosos helechos flanqueaban las cuatro puertas de acceso.

Un mayordomo sorprendentemente joven condujo a Richard por el recibidor hacia el conjunto de habitaciones que albergaba la biblioteca.

—¿Habitaciones? —había repetido Richard perplejo, y el mayordomo le había explicado que la colección privada de libros, manuscritos, folios antiguos y mapas del señor Harrison era demasiado extensa para caber en una sola habitación.

Richard reprimió el impulso de volverse de un lado a otro para ver lo que tenía a su alrededor. Las paredes del pasillo estaban tapizadas de seda azul con centenares de mariposas de cristal adheridas a la tela. La puerta de acceso a la biblioteca estaba flanqueada por dos Rembrandts, cada uno más valioso que las mejores obras en posesión de los Cox.

Educado para pensar que la simplicidad era el entorno que mayor tranquilidad y reposo podía ofrecer, Richard encontró aquel lugar de un mal gusto extraordinario. Pero su aparatosidad era tan espectacular que lo hizo sonreír. Recordando que Harrison había empezado siendo boxeador, sintió una admiración que rayaba en el respeto ante el hecho de que alguien pudiera llegar tan lejos.

El mayordomo lo condujo a una habitación iluminada por la luz que se colaba a través de un intrincado techo de cristal plomado. Las paredes estaban tapizadas con terciopelo verde y tenían una gran cantidad de trípticos que parecían retratos de venerables antepasados.Innumerables hileras de estanterías acristaladas contenían interesantes colecciones de volúmenes. Qué tentadora era la idea de sacar un libro, sentarse en uno de aquellos mullidos sillones de piel y apoyar la espalda en un cojín afelpado. Al pasar junto a un enorme globo terráqueo, que debía de medir casi dos metros de diámetro, Richard se detuvo y lo tocó tímidamente.

—Jamás había visto una biblioteca tan suntuosa como ésta —dijo. Aunque el mayordomo se esforzó por permanecer impasible, su expresión proclamaba una mezcla de diversión y orgullo.

—Esto no es más que la entrada a la biblioteca, señor. La sala principal está más adelante.

Richard lo acompañó a la habitación contigua y se detuvo en el umbral sofocando un grito. Parecía la biblioteca de un palacio; era demasiado espectacular para pertenecer a una sola familia.

—¿Cuántos libros contiene? —preguntó él.

—Casi veinte mil volúmenes, creo.

—Al señor Harrison debe de gustarle mucho leer.

—Oh, no; el señor no lee casi nunca. Pero le gustan los libros.

Conteniendo la risa ante aquel comentario tan incongruente, Richard siguió avanzando. La sala principal de la biblioteca tenía tres pisos de altura y estaba coronada por un techo con elaborados frescos de ángeles y escenas celestiales. Del brillante suelo de parqué emanaba una fresca fragancia a cera de abeja, que se mezclaba gratamente con el olor de la piel y la vitela de los libros, aderezada con un leve aroma a tabaco. Un fuego ardía en una chimenea de mármol verde labrado donde podría estacionarse un carruaje. Al fondo de la sala se hallaba una mesa de caoba tan inmensa que debieron de necesitarse doce hombres para trasladarla. El hombre que estaba sentado tras él se puso de pie, y el mayordomo anunció a Richard.

Aunque ya le habían presentado a miembros de la nobleza y de la realeza sin que él perdiera la compostura, Richard se sintió un poco nervioso. Tal vez fuera por la reputación del señor Harrison, o por el esplendor del entorno, pero lo cierto es que notó que le faltaba momentáneamente el aire cuando se acercó a él. Se alegraba de haber llevado su mejor traje de seda italiana color café, con el cuello de encaje color vainilla y las amplias mangas sujetas en los codos con franjas de tela.

𝐖𝐡𝐚𝐭 𝐢𝐬 𝐥𝐢𝐟𝐞||𝐒𝐭𝐚𝐫𝐫𝐢𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora