doce;

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En las semanas que siguieron al episodio de la migraña, Richard observó una serie de cambios en el hogar de los Harrison. La diferencia más evidente fue la actitud de los sirvientes. Si bien antes habían sido descuidados, imprevisibles e indiferentes con su trabajo, al parecer habían empezado a sentir una especie de orgullo colectivo por su labor. Era posible que se debiera a la discreción con que Richard había instruido a los Harrison sobre lo que debían exigir al servicio que tenían contratado.

—Comprendo que le cueste, señor Harrison —había murmurado Richard una tarde, cuando las criadas habían traído una bandeja de té que contenía un cazo de agua tibia, una jarra de leche que no sabía a nada y pasteles rancios—. No obstante, debe devolverla. No hay nada malo en rechazar comida inaceptable.

—Ya trabajan mucho —protestó Louise madre, haciendo ademán de servirse—. No quiero darles más faena, y además tampoco está tan mal.

—Está fatal —insistió Richard, conteniendo la risa.

—Devuélvalo usted —le imploró Louise.

—Señora Harrison, debe aprender a dirigir a sus sirvientes.

—No puedo. —Louise sorprendió a Richard tomándole la mano y apretándosela—. Yo era vendedora ambulante —susurró—Era más humilde que la fregona más humilde que tenemos. Y todos los saben. ¿Cómo voy a darles órdenes?

Richard la miró pensativo y sintió una inmensa compasión por Louise al comprender finalmente por qué era tan tímida con todos salvo con su hija y con George. Louise French Harrison había vivido en la más mísera pobreza durante tanto tiempo que no se sentía digna de la situación en la que se hallaba. La hermosa casa llena de tapices y obras de arte poco corrientes, las elegantes ropas que llevaba, las suculentas comidas y los vinos caros, sólo servían para recordarle sus orígenes humildes. Sin embargo, para ella no había marcha atrás. La opulencia que George había conseguido para su familia superaba cualquier expectativa o fantasía de Louise. Era imprescindible que se adaptara a su nueva situación, o jamás se sentiría a gusto y feliz con su nueva vida.

—Ahora ya no es vendedora ambulante —dijo Richard en tono resuelto—Es usted una mujer rica. Es la madre del señor George Harrison. Trajo dos hijos extraordinarios al mundo y los educó sin la ayuda de nadie, y cualquiera que tenga dos dedos de frente admiraría su logro. —Le apretó la mano—Insista en que la traten con el respeto que se merece dijo, mirándola directamente a los ojos castaños, que reflejaban su preocupación, sobre todo sus sirvientes. En esa misma línea, hay muchas otras cosas que deseo comentar con usted,pero por ahora... —Richard guardó silencio e intentó pensar en una palabrota que diera énfasis a lo que iba a decir—. ¡Devuelva esa maldita bandeja!

Louise abrió mucho los ojos y se tapó la boca para intentar contener inútilmente la risa.

—Lord Richard, es la primera vez que le oigo decir una mala palabra.

Richard le devolvió la sonrisa.

—Si yo puedo decirlas, seguro que usted puede tocar la campanilla para pedirles a las sirvientas que nos traigan un té como Dios manda.

Louise madre se irguió con decisión.

—Muy bien, ¡lo haré! —Tocó la campanilla sin más dilación, antes de poder cambiar de opinión.

Con objeto de mejorar todavía más la relación entre los Harrison y el servicio, Richard acordó reunirse a diario con el ama de llaves, la señora Burney. Insistió en que Louise madre y su hija estuvieran presentes, aunque a ninguna le hacía mucha gracia. La madre de Harrison continuaba siendo horriblemente tímida cuando tenía que dar instrucciones a la señora Burney, y la hermana de George no estaba interesada en los asuntos domésticos. No obstante, tenían que aprender.

𝐖𝐡𝐚𝐭 𝐢𝐬 𝐥𝐢𝐟𝐞||𝐒𝐭𝐚𝐫𝐫𝐢𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora