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Los Cox recibieron a Richard como al hijo pródigo. Hubo comentarios, naturalmente, pues ninguno de ellos podía resistirse a expresarle la opinión colectiva de que marcharse había sido un grave error. Se había ido con una reputación sólida e intachable, y contando con la admiración y el respeto de todo su círculo de amistades, y había regresado desprestigiado. Económicamente, su asociación con George había sido muy beneficiosa, pero había caído moral y socialmente.

A Richard no le importaba. Los Cox podrían protegerlo de algunos, sino de todos, los obstáculos con los que se toparía en su camino. Y cuando Lee tuviera dieciocho años y poseyera una cuantiosa dote, tendría muchos pretendientes, y el escándalo que había rodeado a su padre haría ya tiempo que se habría olvidado.

Richard no hizo ningún intento de ponerse en contacto con Clapton, sabiendo que los rumores de su nuevo paradero le llegarían enseguida. Clapton fue a visitarlo cuando el ojiazul llevaba apenas una semana instalado en casa de los Cox, y Thomas, William y sus esposas lo recibieron de muy buen grado. Alto,y bien parecido, Clapton parecía un caballero que acudía en rescate de una damisela en peligro. Cuando Richard se unió a él en el serio salón donde los Cox recibían las visitas, tenía la intención de decirle que no necesitaba que lo rescataran. No obstante, Clapton enseguida le hizo saber con su habitual franqueza que los últimos deseos de Maureen eran también los suyos.

—Así que has abandonado ese nido de perversión —comentó Clapton. Tenía la expresión seria, salvo el brillo burlón de sus ojos grises.

Richard no pudo contener una repentina risa, porque su irreverencia lo había sorprendido.

—Debes andarte con cuidado en tu asociación conmigo —le advirtió alegremente—Tu reputación puede salir perjudicada.

—Después de mis correrías por Europa durante estos tres últimos años, te aseguro que no me queda ni una pizca de reputación por salvar. —Clapton pareció dulcificarse cuando Richard le sonrió—. No te culpo por irte a vivir con los Harrison —dijo——. ¿Cómo podría, si lo hiciste por mi culpa? Yo debería haber estado aquí hace años, para hacerme cargo de ti, tal y como le prometí a Maureen.

—Eric, con respecto a la promesa... —Richard se quedó callado y lo miró indeciso, ruborizándose mientras intentaba hallar las palabras justas.

—¿Sí? —le preguntó él con suavidad.

—Sé que acordamos hablar de ello —dijo el ojiazul, incómodo—, pero ahora creo que... no hay necesidad... Después de todo, tú y yo...

Clapton lo hizo callar, poniéndole sus largos dedos en los labios con mucha suavidad. Atónito, Richard no se movió cuando él le tomó las manos con afecto y decisión.

—Piensa en un matrimonio entre amigos íntimos —dijo— que han acordado comunicarse siempre honestamente entre ellos. Una pareja que posee los mismos ideales e intereses. Nos gusta estar en compañía del otro y nos tratamos con respeto. Eso es lo que yo quiero. No veo por qué no podemos tenerlo juntos.

—Pero tú no me amas, Eric. Y yo no....

—Quiero darte la protección de mi apellido —le interrumpió él.

—Pero eso no basta para acallar el escándalo y los rumores...

—Es mejor que lo que tienes ahora —señaló él con buen criterio—. Además, te equivocas en una cosa. Yo te amo. Te conozco desde antes de que tú y Maureen os casarais. Jamás he respetado ni apreciado a ningún hombre como a ti. Es más, creo que un matrimonio entre amigos es la mejor unión que existe.

Richard comprendió que Clapton no se refería a la clase de amor que él había vivido con Maureen. Ni tampoco estaba ofreciéndole la apasionada relación que él había tenido con George Harrison. Aquél era realmente un matrimonio de conveniencia, una unión que colmaría sus necesidades y satisfaría la última petición de Maureen.

𝐖𝐡𝐚𝐭 𝐢𝐬 𝐥𝐢𝐟𝐞||𝐒𝐭𝐚𝐫𝐫𝐢𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora