dieciocho;

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Durante las dos semanas siguientes, Harrison apenas se dejó ver, y Richard se dio cuenta de que estaba deliberadamente poniendo distancia entre ellos hasta que fueran capaces de reanudar su anterior amistad. Se pasaba todo el día enfrascado en su trabajo, yendo a las oficinas que tenía en la ciudad, y rara vez regresaba a casa para cenar. Se iba a dormir muy tarde y por las mañanas se levantaba con los ojos inyectados en sangre y profundas ojeras. Nadie en la casa mencionaba su incesante actividad, pero Richard presentía que Louise madre conocía la causa.

—Quiero que sepa, señora Harrison —le dijo con cautela una mañana— que jamás haré sufrir a ningún miembro de su familia a propósito...

—Señor, no es culpa suya —respondió con su habitual franqueza, dándole a Richard una afectuosa palmada—. Es posible que usted sea la primera persona que mi hijo ha querido realmente y no ha podido conseguir. A mi modo de ver, es bueno que al fin sepa hasta dónde puede llegar. Siempre le he dicho que nunca debería apuntar demasiado alto.

—¿Le ha hablado a usted de mí? —preguntó Richard, ruborizándose hasta notar que incluso las orejas se le calentaban.

—Ni una palabra —dijo—Pero no hace falta. Una madre siempre se entera de todo.

—Es un hombre maravilloso —le dijo Richard con sinceridad, temiendo que la madre de Harrison pudiera forjarse la errónea idea de que no lo consideraba suficiente para él.

—Sí, yo también lo pienso —dijo ella con naturalidad—. Pero eso no significa que sea apropiado para usted, señor, igual que usted no lo es para él.

Saber que la madre de Harrison no lo culpaba por la situación debería haberlo tranquilizado. Por desgracia, no fue así. Cada vez que Richard veía a Harrison, por muy breve o casual que fuera el encuentro, sentía un anhelo casi irresistible. Empezó a preguntarse si realmente podría vivir así durante el tiempo que le quedaba en casa de los Harrison. Dedicándose a Lee y a las mujeres de la familia, se mantuvo lo más ocupado posible. Y tenía mucho que hacer, sobre todo una vez que la hermana de George había sido presentada en sociedad. El salón estaba repleto de ramos de rosas y centros florales que llegaban constantemente, y la bandeja de plata que había junto a la puerta se llenaba a diario con tarjetas de pretendientes esperanzados.

Como Richard había predicho, la combinación de la belleza y la fortuna de la hermana de George, por no mencionar su inmenso encanto, había atraído a hombres que parecían más que dispuestos a pasar por alto las circunstancias de su nacimiento. Richard y su madre casi no daban abasto acompañándola en las visitas diarias que recibía, los paseos en carruaje y los picnics, pues eran varios los caballeros que venían a cortejarla. No obstante, había un visitante en particular que parecía haber captado realmente su interés: el arquitecto, Malek.

Había visitantes que tenían la sangre más azul y mayores riquezas, pero ninguno poseía el encanto y la confianza en sí mismo de Malek. Era un hombre hecho y derecho con grandes dosis de talento y ambición; un hombre no muy distinto del hermano de Louise. Por lo que había observado Richard, Malek era capaz de equilibrar el espíritu exuberante de Louise con su fortaleza de carácter. Hacían buena pareja y prometían con ser un matrimonio feliz, si todo salía como esperaba Richard.

Durante una de las visitas matutinas de Malek, Richard se topó casualmente con la pareja cuando regresaba de dar un paseo por el jardín.

—Además, no es usted lo bastante alto para mí... —dijo Louise, riendo alegremente, mientras atravesaban las cristaleras hacia una galería de esculturas de mármol. Richard se detuvo en el extremo opuesto de la galería por la que estaba paseando. Quedaba oculto por la imponente representación alada de algún dios romano.

𝐖𝐡𝐚𝐭 𝐢𝐬 𝐥𝐢𝐟𝐞||𝐒𝐭𝐚𝐫𝐫𝐢𝐬𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora