Capítulo 11- En efecto, estrellas en tus ojos

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Es corto, pero es lindo, garantizo que les va encanta!

Por siempre suyo...Un pequeño Kaos









El viaje de regreso a la mansión fue tranquilo. Incluso más alegre para la risueña Tadokoro que, de pronto, no le molestaba cabalgar en el mismo caballo que un americano que recién había conocido ese día ¡Al diablo los cotilleos! Tanto Erina como Asahi reformarían las nuevas etiquetas, de eso no había duda.

Hisako y Tadokoro se dirigieron a la cocina, dejarían la cesta que usaron para el picni y también las moras que recolectaron en el campo. Soma acompañaría a Erina y Asahi hasta sus respectivas habitaciones, bueno, todavía faltaba acomodar al pelinegro en una, definitivamente tenía que estar cerca de su hermana.

Sin embargo; Asahi vio de soslayo una figura que aguardaba tras una de las columnas de uno de los corredores de la mansión. Y eso no le aliviaba para nada la bienvenida. Sabía que tenía cosas que decir, exigir y dejar en claro.

—Pueden adelantarse sin mí— dijo parándose de pronto. Su hermana no pudo evitar mirarle curioso, pero le sonrió a modo de respuesta —Recordé haber dejado mi equipaje por el salón principal— fue la excusa que inventó, pues dicho equipaje no existía.

—No hay problema, podemos acompañarte a buscarlo— Erina sugirió.

No. De ninguna manera.

—Gracias, pequeña— Asahi negó amablemente —, pero me temo que prefiero ir solo— Antes de que ella pudiese decirle cualquier cosas, tuvo que interrumpir —Soma— dijo al tipo de ojos dorados quien le miró con suma atención —Llévala por mí.

Soma asintió —Tu habitación está en la misma planta en donde se hospeda tu hermana— explicó, pues no quería que se perdiese al volver —Mandaré a que la arreglen y pulan, si te encuentras con Hisako y Tadokoro ellas te explicarán antes de servida la cena.

—Muy amable— Asahi le dedicó una sonrisa a ambos.

Y aunque quería verse un tipo tranquilo, mientras caminaba alejándose del lugar, miró una y otra vez por encima de su hombro, y supo que los ojos de su hermana le siguieron en su recorrido.

Cuando casi había cruzado el corredor, dio vuelta en una esquina, siguiendo el ruido de ciertos pasos acompasados contra el mármol. Miró al frente el enorme marco de una entrada, y al entrar, se encontró con lo que parecía ser una enorme habitación que servía de biblioteca.

Buscó el calor de la crepitante chimenea, había tres sillones perfectamente pulcros rodeando la construcción de ladrillos. No dudó al sentarse libremente y se permitió mirar algún ejemplar literario que aguardaba en una de las mesitas continuas a su asiento.

—¿Se siente usted muy a gusto en la mansión?

Asahi respiró tranquilamente cuando escuchó que se dirigían a él. Miró el sillón que tenía al frente y no le sorprendió toparse con ciertos ojos carmesís. Dejó el libro que tenía en sus manos y cruzó las piernas de forma desinteresada.

—El dueño es un gran anfitrión— sonrió sonando despreocupado. —Ya veo por qué quiere usted casarle con su hija, señora Leonora.

—Cuando le dije dónde encontrar a Erina...— la gran señora Nakiri tomaba asiento, luego se sirvió un poco de vino en una copa. Sus modales le hicieron servirle una a Asahi, cosa que el joven tomó sin pensarlo dos veces —, y le vi saliendo en su búsqueda como quién nunca había bebido agua, esperaba que se la llevase cuanto antes apenas teniéndola en sus brazos.

Quiero TenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora