Capítulo 4- Una Historia

2.4K 192 37
                                    


Por siempre suyo...un pequeño Kaos













—¿Me mandó usted a llamar, señor?

Y ahí estaba Tadokoro, entrando al despacho de Yukihira Soma. Le sorprendió mucho que le llamase, pues el honorable joven nunca pedía nada de la servidumbre, generalmente solo necesitaba que le llevasen sus comidas y luego le dejasen solo, es por eso que Tadokoro sintió que se había metido en problemas nada más al escuchar que el amo de la casa le pedía ir a su despacho.

Sus suelas crujían contra la madera y el pelirrojo se percató de su presencia, él se levantó de su sillón de piel y caminó hacia ella de forma ligeramente floja. La sala era apenas iluminada por la crepitante chimenea y la luz de la luna se filtraba por el balcón.

—¿A usted servido alguna vez de carabina, Tadokoro? —Soma cuestionó en tono neutral, sus manos estaban tras su espalda y su mirada viajaba a las afueras del balcón.

—Nunca, señor —la tierna azabache dijo de inmediato.

—Bueno, no tiene que ser una experta en ello y supongo que a Erina no le molestará —Soma se giró para verla y le regaló una tenue sonrisa.

—Me temo que no entiendo —dijo la azabache con honestidad.

—Le estoy cambiando de oficio —Soma sonrió.

—¿No estará insinuando que yo...? —Tadokoro dice apenas sabiendo que su pulso se acelera ¿Qué era esa petición? ¿Era una orden?

—Mañana usted será asignada como carabina de la señorita —Soma interrumpió a media palabra— Se quitará el traje de servidumbre, cambiara sus prendas, atenderá y seguirá a la señorita Erina.

—Esto es muy repentino...

—Obedecerá solo a la señorita, le peinará, vestirá y acompañará a todas partes —Soma enumeraba los límites del trabajo de la azabache y la joven se mantenía al margen de los mismos— Usted no estará sometida a órdenes de alguien más, incluso si alguien se lo pide, niegue amablemente y atienda a la única persona que le asigno.

—¿Mis deberes para atender la casa...?

—Está absorta de los mismos —Soma no pudo evitar sonreír por la cara de horror de Tadokoro. Sabía muy bien lo que maquinaba la pequeña cabeza de la joven. Es consciente de que la joven azabache nunca antes había sido carabina y le aterraba la idea misma— Doblaré su salario —dijo, como último incentivo que tenía para convencerla— Y le asignaré una habitación cerca de Erina, pues si ella tiene algo que pedir, no le atenderá usted estando en el ala sur.

—¡Señor! ¡Espere un momento! —Tadokoro sintió aquello demasiado bueno para ser real. Pasar de barrer pisos, limpiar la vajilla y servir la comida, para luego atender a una joven era -por mucho- un ascenso increíble para cualquier joven de clase baja. — ¿La señorita necesita carabina? ¿Qué acaso no trae una consigo? —sabía que estaba preguntando de más, pero la sola idea de servirle a una joven de alta cuna le aterraba y esperaba que su interrogatorio fuera prueba de su inestable ser. Sin embargo, Soma no hizo más que encoger un hombro— Jamás le he servido a una señorita, y si yo no le agrado...ella va a...

Quiero TenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora