Otra carta, otro lugar y otro problema

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¿Encuéntrala en Mayfair?

Kurokiba había tenido un recorrido de dos malditos días a caballo hasta Londres, con la esperanza de encontrar -lo que sea que busque- en el barrio de Mayfair. Ocasionalmente se había detenido a descansar y, en esos momentos de meditación, pensaba una y otra vez ¿Qué era lo que estaba persiguiendo?

Podía ser cualquier cosa: un recado, un documento o, incluso, una persona. Muy en su interior sabía que prefería lo último, pues esperaba, aunque fuera irreal, que se tratase de encontrar a Erina. La nota era de Asahi, así que era lógico para él pensar que pondría la seguridad de su hermana sobre cualquier cosa.

Pero ¿Cómo? Le había visto partir a ambos en una calesa; encadenados e inconscientes. Por si fuera poco, estaban bajo el control de los subordinados de la familia Satoshi, todo eso...era demasiado.

La nota era inespecífica; no le decía en qué parte de Mayfair buscar, ni siquiera sabía si estaba en el lugar y tiempo oportuno. Al pensar en eso, un gruñido salió de la boca de Kurokiba, pensando que, quizá estaba buscando un fantasma.

Pasó por las plazas y monumentos principales de Mayfair. El día era en especial lluvioso; estaba cansado y hambriento. Su caballo, el que había recorrido tanto y con apenas poco descanso, mostraba su cansancio a través de un galope triste. Era muy tarde en su segundo día y el hospedaje era muy caro, ya casi agotando el dinero que había llevado.

Pensó que era momento de ir a la mansión de los Yukihira, aquella que estaba en ese mismo barrio rico londinense. Comenzó a cabalgar hasta la mansión con la esperanza de que le recibieran; no quiso incomodar a la servidumbre y por eso no había pedido alojamiento, pero ya no podía más y estaba empezando a dudar se sí mismo.

Al llegar aquella casa tan bien conocida, esta seguía igual; lujosa y de aspecto imponente. Había dejado su caballo al cuidado de los cocheros de la ciudad, aquellos que ganaban dinero llevando a los ricos en calesas. Cuando se paró en el umbral de la puerta; tocó todos veces anunciando su venida.

—¡Kurokiba!— anunció feliz Jun Shiomi, el ama de llaves de la familia Yukihira.

—Jun— dijo apenas. Le dedicó una leve sonrisa y le acarició la cabeza como si fuera una niña, a lo que ella había respondido irritada, ¡No era una niña! —Perdón si te molesto— excusó al momento que entraba a la casa —Vengo por unos negocios y necesitaba dónde quedarme.

Jun le vio un momento de forma indiferente —El señor Yukihira siempre dice que puedes pasar aquí cuanto gustes ¿Se te olvida?— bufó cruzando las manos sobre su pecho.

Kurokiba asintió, recordando las palabras de su amigo.

El pelinegro se quitó la gabardina y el sombrero, lo dejó todo en el perchero del pasillo. Cuando entró a la sala principal, no encontró ningún detalle nuevo. La luz del fuego en la chimenea le recibía con su calidez. Miró las sillas y se desplomó como si su cuerpo fuera insuficiente para mantenerse de pie.

—¿Y la servidumbre?— preguntó Kurokiba mientras Jun se acercaba y le traía un poco de té.

—Rindo no está, había pedido su jornada de vacaciones. Ya le conoces, va casarse con Tsukasa y renunciará a mediados de otoño. Creí que el señor Yukihira te lo había comentado— Kurokiba asintió, pues su deber era saber todo con respecto a la servidumbre —La casa se siente sola, pero como el señor ni la señora Yukihira se pasean por aquí puedo limpiarla a mi propio ritmo y sin prisa...

Quiero TenerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora