Capítulo 13- Antes del baile

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—¡Madre!

Y ahí estaba Tamako Yukihira, asistiendo a su hijo, quien de pronto parecía más ansioso de lo normal por alguna razón. Cuando entró a la habitación, se sorprendió de encontrar lo más parecido a un gran desorden, cosa que era inusual en su heredero.

—¿Y ahora qué mosca te picó?— dijo Tamako, con las manos en su cadera y mirándolo de forma acusadora.

—¿Dónde dejaste mi traje?— Soma se volvió a ella, mientras en sus manos tenía la elección de dos de sus más finos chalecos, pero ninguno tan genial como sabía que era el que su madre había comprado dos meses atrás en Londres.

Tamako no pudo evitar fruncirle el ceño.

—Dijiste que no te importaba en lo absoluto el baile— liberó un suspiro cansado —¿Por qué de pronto la urgencia por el bendito traje?

Sabía la respuesta, pero quería escucharla de sus propios labios.

—Solo sé que lo necesito— Soma volvió a buscar entre su inmenso armario, perdido entre toda la colección de trajes que nunca usó o que realmente no le importó mirarlos —¿Vas a ayudarme o no?— la miró por encima de su hombro.

¡Dios!

Tamako no quería, pero tuvo que.

Su madre le ayudó, sin mostrarse complacida al hacerlo. Luego de buscar y buscar, tardaron alrededor de quince minutos en encontrar el traje de Soma. Era realmente impresionante, chaleco de color negro, tan pulcro como fino; con detalles dorados en las mangas y también en el pecho. El gran debate de su madre era si usaría una camisa color rojo o una blanca, pero optó por la segunda. Encontró sus zapatos ya lustrados y solo faltaría que alguna de las mucamas terminase de atender su pantalón el cual también era negro.

Soma se miraba especialmente atento con su elección de traje, cosa que a su madre le pareció un delirio. De todos los bailes que Soma había asistido, ninguno fue de vital atención, incluso en algunos solo buscó ropa de último minuto para asistir, entonces ¿Por qué este era diferente?

Y sí, su madre conocía la desagradable respuesta.

Pudo ver a su hijo jugando con sus dedos, como si estuviese nervioso. ¡No puede ser! ¡¿Realmente va a ponerse así por una niñita cualquiera?! Tamako sabía de la ironía de la vida, cualquier otro día esa reacción de su hijo le hubiese resultado tierna, pero no podía aceptar quién la estaba provocando.

—Dios, ¿Puedes relajarte un momento?— su madre le recriminó mientras arreglaba el desorden de ropa que habían ocasionado —Ni que te fueras a casar...

Escuchó un ligero suspiro liberado por Soma, cuando lo miró con detenimiento, su hijo estaba mordiéndose el labio de una forma muy tierna.

—Madre...— le escuchó decir, como si le costara dirigirse a ella. Tamako inmediatamente se volvió a él, alzándole una ceja y levantando su poderoso perfil como la mujer más dura que podía verse. Soma titubeó ante su expresión, pero dijo: —¿Conoces a Erina?

—¿Erina?— repitió ella con incredulidad.

—Sí, la sobrina de la tu excelentísima amiga, la señora Leonora— Soma carraspeó ligeramente con la garganta sin dejar de ver a su madre —¿Has tenido la oportunidad de conocerle?

Desgraciadamente, pensó Tamako, aunque no lo dijo.

—Le vi un par de veces; en los corredores y el salón de té— dijo su madre y comenzó a caminar por la estancia mientras jugaba con el collar de perlas en su cuello —Es bonita...

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