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Odio depender del cabeza de escroto aquel, nojoda, así sea para cualquier mariquerita.
Como ésta, claro.
—Chris —le llamé desde la puerta de mi cuarto pero él ni siquiera me paró bola. O se hizo el loco, lo más probable es que sea la segunda opción— Christopher Antonio, te estoy llamando —nada de nada.
Nojoda. ¿De pana me vas a hacer bajar para la sala en paños menores con los muchachos ahí? O sea, tenía dos opciones: Bañarme con agua hirviendo con este calor pal' perro que hace, o bajar con la cara cayéndoseme de la vergüenza a decirle al malparío' aquel que me acomode la verguita del calentador de la ducha.
Odio ser enana. Y yo también que me puse a jurunguear esa vaina anoche.
Bueno, ni modo. El care'culo ese ni me escuchó así que tuve que bajar las escaleras en dirección a la sala en donde estaba Raimundo y todo el mundo.
Por lo menos ya estábamos de regreso a nuestra casita ya que gracias a Dios la fumigación solo duró tres días, porque ya Victoria me tenía con canas de todos los colores, nojoda, ya no la soportaba. Y de pasapalo ya mi tía la inscribió en mi mamagüevo colegio pero todavía no sabe en qué sección la van a poner, el lunes va a ser su primer día y yo estoy rezándole mil veces al Malandro Ismael y a San Pascual Bailón para que no quede ni en la A ni en la B.
—Chris, are you sordo? Llevo raaato llamándote —a lo que hablé, todo el mundo se me quedó viendo.
Qué pena, nojoda.
—Hannah, ¿qué vainas son esas? ¿No ves que los muchachos están aquí? —me reprendió.
Nojoda, si te'stoy llamando desde hace rato y no me-
Ay nojoda, me hubiera bañado mejor en el cuarto de Chris y ya, vergación... Pa' tapás' llámenme.
—Sí, si ya a la chingada. Eso es lo de menos —giré mis ojos con fastidio— Hazme el favor de moverme la verguita del calentador de la ducha —le dije de una vez porque ajá, los muchachos nada más me veían y mientras más me tardaba más pena me daba.
—Ay no Hannah, tu si jodes —ni siquiera hizo el amago de moverse del mueble.
— ¿Y tú pretendes que yo me bañe con el agua hirviendo que sale de esa mierda? —te estás comiendo las luces, Christopher Antonio. Te las estas comiendo.
—Pues, ¿Quién te mandó a mover esa verga? —el coño de la recontra putísima de su madre.
Estuve un raaato ahí ladillándolo para que moviera la malparición aquella, tanto que ya hasta me valía nueve tres cuartas partes de verga que los muchachos estuvieran ahí, aunque ya habían dejado de verme. Tanto que Chris se arrechó.
— ¡Verga, nojoda! ¡Fueras morocha pa' regalarte! Minho anda moverle la jodienda esa antes de que le zampe un coñazo —perdón, pues.
El nombrado lo vio feo y no dudó en expresar su objeción.
