Capítulo 5/?

442 59 24
                                    

Rebusqué entre las hojas amarillas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que habían tomado ayer.

Changbin había partido temprano a su trabajo y llegaría tarde, así que tenía que buscar alguna manera de pasar el rato.

Refunfuñé para mis adentros por no entender nada de lo que me mostraba el libro, y me pregunté entonces cómo podría encontrar el laboratorio si ni siquiera sabía leer el anuncio.

Definitivamente tenía que aprender francés...

Aquella idea me hizo pensar Christopher y reí como tonto al recordarlo, pero eso abrió una pregunta que me hizo fruncir el ceño: ¿Por qué?

Sin embargo, no era tan tonto como para no entender absolutamente nada de ese anuncio, me ubiqué un poco al distinguir las imágenes y garabateé la dirección en un papel de aquel lugar que parecía ser lo que yo buscaba.

Salí del departamento con la dirección en mente que afortunadamente había encontrado en la guía, mientras trataba de acomodar mi cámara fotográfica en su estuche.

Mis pies siguieron caminando, entre tanto que intentaba introducir todo el equipo en mi mochila, y de pronto mi andar se vio interrumpido al chocar con otro cuerpo.

—¡Fíjate, conche tu madre! —dijimos ambos al unísono.

Levanté la mirada y me topé con un bello rostro meramente inmaculado. Su piel llana y coloreada hacían relucir sus ojos oscuros y rasgados, las pestañas se expandían con firmeza hacia arriba. El cabello azul en su cabeza perfectamente intacto se encontraba acomodado y peinado, dejando su frente al descubierto. Sus labios delgados y rosados se estiraron y un par de hoyuelos se formaron a los lados, mientras se dibujaba una bonita sonrisa curiosa.

—Hola —pronunció.

—Hola —dije, medio atontado por el bello rostro juvenil que tenía justo enfrente.

—Perdóname, esque estoy muy wey —musitó, ligeramente ruborizado.

—No, no, el wey soy yo —dije y luego me reí.

—Me llamo Jeongin.

Me estrechó la mano.

Yo me presenté: —Minho.

—Eres coreano —dijo.

—Sí, Corea, de allá vengo.

—Soy coreano también, aunque con raíces europeas —explicó.

Ahora había entendido entonces: porqué me había hablado desde un principio en mi idioma; pero luego dirigí la mirada hacia la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo le chocara.

—¿Vives aquí? —balbuceé, al captar el trío de números que formaban el 308.

—Sí, con mi tía; te dije que tenías raíces europeas.

La señora gruñona con la que Changbin me había dejado la llave de su departamento, era tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante.

Abrí los ojos ante la sorpresa.

—¿Eres sobrino de la señora Bouvier? —inquirí.

—Sip, ¿la conoces?

—Sí, bueno... Mi amigo me dejó la llave de su departamento aquí y sólo pasé a recogerla, de ahí conozco a tu tía —expliqué.

—¡Oh! ¿Tú eri el chamaco wuapo que se mudó con Changbin? —preguntó, como si hubiera completado un rompecabezas en su memoria.

—Así es... Y gracias por el cumplido.

Manuel de l'interdit [Banginho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora