38 - II | Sucumbiendo: ante el dolor
☽Emma☾:
Oh, mierda.
Trato de respirar profundamente, atrapar una bocanada de aire, pero lo único que consigo es jadear por lo bajo. Mierda. Duele. Arde. Arde como fuego. Como un fuego fulminante.
Dante también maldice, desde alguna parte.
Me pongo de pie con dificultad. Oh, el fuego se disipa pero el dolor no. Uff. No sé cuánto tiempo ha pasado ni cuántas veces he impactado contra esta maldita pared. La mandíbula me duele, creo que entre tanto revoleo Severus logró darme con su jodido codo. Trato de apoyarme en algo para no caer. ¿En qué parte del salón estoy?
—Debí matarte en el segundo que pusieron pie dentro de mi castillo —Oigo una voz quejarse a la distancia—. Sabía que debía hacerlo.
Idiota.
—Pues qué pena —logro murmurar—. No solo puse pie dentro de tu castillo —jadeo en busca de aire— puse todo mi jodido trasero junto con los de mis amigos y no pudiste evitarlo.
Una risa que pretende ser burlona fantasmea cerca, y me cuesta creer que es mía. No quiero reír, pero no me voy a mostrar vencida. Definitivamente él no va a derrotarme, ¡no! Logro estabilizarme sin apoyarme en nada y entre nubes borrosas busco a Severus para mostrarle mi sonrisa invicta y refregarsela en la cara. Descubro al rey del otro lado de la habitación, también respirando con dificultad. No sé muy bien cómo, pero ambos nos estrellamos contra las paredes de piedra con fuerza descomunal, después de que mi esencia de Luna, de alguna forma, lograra penetrar ese escudo que solo él puede imponer con tanta firmeza. Fue como dos vehículos que, tras tomar kilómetros de velocidad y fuerza, impactaran de frente uno con el otro, y salieran disparados en diferentes direcciones después de la explosión que se liberó.
«Oh, pues tu carrocería se echó completamente a perder, hermana»
Bufo, recobrando por completo el equilibrio y estudiando el alrededor cuando lo logro hacer. Es como si un huracán acabase de pasar por aquí y no haya dejado nada sano en su camino. Incluso en la piedra de las paredes unas líneas se extienden bordeando grietas que hemos creado al impactarnos contra ellas. Los cuerpos de lo que fueron vampiros crean un semicirculo casi macabro, oscuro, hacia un lado, intacto. Severus sabe que están allí y no ha puesto su más mínimo interés en ello.
Oigo una respiración pesada y la identifico como la de Dante, justo hacia mi derecha, algo lejos. Está despeinado y con el cabello gris del polvo. Se pone de pie con un gruñido, tronando sus huesos. Está cansado, puedo sentirlo, pero la furia latente dentro suyo no ha dejado de crecer ni un segundo.
—No lo has hecho tan mal después de todo.
Vuelvo la mirada hacia Severus, que se estira con una sonrisa de suficiencia en los labios. Levanto una ceja, enfurecida.
—¿"Tan mal"?
Se ríe amargamente, mostrando sus puntiagudos colmillos.
—Sí, esperaba menos. Eres una simple loba. ¿Qué podía pensar?
—¿Una...? —Me atraganto con mi propia respiración, ofendida—. ¿Una simple...?
Oh, él no acaba de... Lillith suena igual o hasta más indignada que yo.
Oh. Hasta aquí llegué. Este tipo ha terminado por colmar mi paciencia, pero no dejaré que lo noté.
—¿Sabes? Hay dos cosas con las que no debes meterte en la vida de una mujer.
Respiro profundo, liberando a Dante de mis cadenas mentales. Él me da una mirada extrañada.
—Una: es su hombre.
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En las Fauces del Alpha
Werewolf¿Te gusta la fantasía? Porque a mí sí, ¡y a quién no! Es tan fascinante, cómo trasciendes de un mundo aburrido y monótono a uno lleno de magia e imposibilidades que te vuelan la cabeza. Mi gusto por la fantasía recae en particular en los hombres-lob...