Capítulo 11

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-¡Ah! -gritó Darcy

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-¡Ah! -gritó Darcy.

Un hombre la cogía del cabello, arrastrándola al interior de lo que simulaba ser una celda.

-¡Cállate humana! -advirtió el desertor pateándola.

-¡No la toques, hijo de puta!

Gavriel se zafó del agarre del tipo que lo inmovilizaba y derribó al maldito que había golpeado a su amiga, pudo darle tres puñetazos que le rompieron la nariz antes de que lo apartaran a la fuerza. El de la nariz rota se enderezó absolutamente rojo de ira con sangre brotando de sus fosas nasales, como castigo le dio un par de rodillazos en el estómago con suma satisfacción mientras sus camaradas lo sostenían y para saciarse también le golpeó repetidas veces en la cara. Un puñetazo, la cabeza de Gavriel giró a un lado, se le descolgó un hilo de saliva de la boca y saboreó la sangre que desbordaba por entre sus labios, el líquido vital lo atragantó y carraspeó, respiró y se ahogó escuchando las risas de sus captores.

-¡Basta, por favor! -lloró Darcy estirando los brazos por entre los barrotes-¡Van a matarlo!

El desertor no se contentó hasta que le desfiguró el rostro con los puños, pero lo que en verdad lo detuvo fueron los rugidos acercándose cada vez más. A regañadientes arrastraron al humano a una celda delante de la otra.

El sitio no era precisamente grande, pero gozaba de unos cuantos metros de largo. Daba la impresión de ser un sótano, ya que una escalera de madera vieja hacia el piso de arriba era la única salida. Las paredes estaban llenas de suciedad, manchas de humedad y moho en las esquinas; el fétido hedor hacía que tuvieras que respirar por la boca. No había ventanas ni orificios que dieran al exterior, nada salvo los gruesos barrotes de hierro que parecían recientemente instalados y el ínfimo pasillo que dividía ambas celdas.

-¡Vamos, no hagan esperar al rey y muéstrele sus nuevos aposentos! -apuró uno de sus secuestradores descendiendo por la escalera.

El cuerpo inmóvil de Daraan fue arrastrado por el suelo, le habían roto la camisa y ahora era algunos retazos de tela inservible que colgaba de sus hombros; su pelo rubio estaba manchado por la sangre. Cadenas le sujetaban las manos y los tobillos, además le habían puesto algún tipo de collar de metal en el cuello como si fuera un perro. Lo arrastraban cuatro desertores e iban a meterlo con él en la celda.

-No, mejor dejen a su majestad con la humana y permitámosle a nuestro "amigo" tener el privilegio de pasar la noche con la reina -agregó el bastardo con la nariz rota mirando fijamente a Gavriel.

-Esa perra lo va a convertir en su cena y el jefe dijo que los quería de garantía por si las cosas se salen de control ¿Estás seguro? -comentó uno.

-No se preocupen, la maldita esta tan drogada como para dormir un año. Además, si algo sale mal lo ayudaremos... solo dejaremos que le arranque un brazo o los dos.

Rieron, pero de repente se atragantaron.

Gavriel se esforzó por levantarse cuando escuchó alaridos animales tomando lugar entre las paredes, lo que siguió fue una escena desarrollándose a toda velocidad. Seis hombres aparecieron por la escalera, tiraban con fuerza de múltiples cadenas de un raro metal rojizo y brillante, batallaban por arrastrar a Maleon que se removía con una bestialidad letal hacia todos lados. Algunos desertores a su espalda la hacían avanzar picándola con bastones eléctricos para el ganado. Ella vociferaba tan alto como para desgarrar sus cuerdas vocales, su voz era un cuchillo rasgando el aire y su presencia la definición de desquiciada. En el momento en que lograron sacarla de la escalera, las cosas que ocurrieron fueron pura violencia encarnada.

Beso de CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora