—Los machos se dirigen a ellos mismos de formas diferentes —susurró el pequeño dragón.
La leona se acurrucó más cerca de él para calentarse, el Pozo siempre era frío y cuando dormían todos se amontonaban unos sobre otros para mantenerse calientes. Todos eran hijos del mismo macho, pero no de la misma hembra y por ello sus especies variaban notablemente; a excepción del dragoncito. Él y ella tenían la misma madre, ambos portaban en su sangre el poder de un fénix con capacidades extraordinarias.
—¿A qué te refieres?
La leona no comprendía.
El dragón la miró a los ojos, aquellos faros luminosos como el fuego que constituían el único ápice de luz dentro de la oscuridad rocosa del agujero donde los arrojaban cuando terminaban de utilizarlos.
—Ellos se dicen Abdón, Ciro o Zelón —explicó el niño comparando sus garras con las de su hermana mayor—. Es interesante.
—Quieres decir nombres. Los machos tienen diferentes nombres. Jamás pensé en eso ¿Te gustaría uno?
Un eco, como el de una piedra cayendo en el vacío, repercutió en las paredes del agujero negro que los rodeaba, ella aferró a su hermanito y en un único movimiento todos los niños levantaron la cabeza alarmados por la interrupción en el inconcuso silencio. Sin embargo, solo fue eso. Un sonido externo a ellos y volvieron a acomodarse para dormir juntos.
Ella se relajó y lo soltó, pero el dragoncito permaneció acurrucado en su pecho con sus pequeñas manos abrazándola como su mayor foco de protección.
—Me gustaría tener uno —admitió el chiquillo. Entonces le brillaron los ojos—. Quiero llamarme... tomate.
La hembra mitológica estalló en una carcajada rabiosa, se tapó la boca para tratar de parar porque haría sentirse mal al infante.
—¿Por qué querrías algo así?
—Es que son rojos y suavecitos, son bonitos como yo.
Vaya lógica infantil.
—No creo que llamarte tomate te siga gustando cuando crezcas, déjame pensar... Tohma. ¿Qué te parece? A mí me suena lindo, es similar a tomate y cuando la gente del nuevo mundo te pregunte que significa puedes decirles que quiere decir pequeño, bonito y rojo dragón.
Él rió emocionado, asintiendo rápidamente entre risotadas felices. La leona lo acunó en sus brazos como hacía cuando era un recién nacido, ella sabía que existía un mundo fuera, lo había visto y olido en las ocasiones en que los guardias la llevaban con el repulsivo rey con manos sudorosas. Existía algo más allá del Pozo. Más allá de la oscuridad. De la violencia en que vivían. La gente de ese nuevo mundo no podía ser tan cruel como los machos que los tenían encerrados, tenía que haber una oportunidad para los desprotegidos ¿No es cierto?
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Beso de Ceniza
Fantasy《Libro 1 de la Saga "Criaturas Mitologicas"》 Desde el inicio de los tiempos, se desarrolla una guerra entre criaturas mitológicas que es mediada por el Consejo de Antiguos. Maleon, una de las criaturas más viejas de las que aún pueblan la tierra y m...