Hera cepilló el cabello de la humana, los mechones chocolate se deslizaron como seda entre las hebras del peine de plata y cuando llegó a las puntas repitió el suave movimiento, los ojos de la dragona se adaptaban a la penumbra de la habitación ayudándola en su relajante tarea. Pensar que ella, una reina con siglos de edad, estaba ocupándose de una patética drogadicta alcohólica. Un sentimiento de nostalgia creció en su pecho, oprimiendo y deteniendo su corazón, este gesto le recordaba a los años felices en que sentaba a su hija en su regazo para encargarse de su desalineado pelo. La voz ronca de su esposo profiriendo halagos a ambas mientras trabajaba en tratados con las demás razas.
Ah, sus dedos rememoraban la sensación de gracia al tocar esos mechones de oro en la cabecita de su niña y sus orejas el tono grave, pero precioso de su marido.
-Ya estas perfecta, Hailey -susurró inclinándose al oído de la mujercita que permaneció rígida como un muerto-. No te preocupes, estarás con tu familia muy pronto. Más pronto de lo que piensas.
La humana asintió con aspereza y salió de la habitación, en el oscuro pasillo fue escoltada por soldados hasta que sus siluetas desaparecieron en el fondo negro.
La reina de los dragones regresó a su habitación y se sentó ante el tocador.
Transcurrieron unos minutos antes de que pudiera recuperar el ritmo de la respiración, el pasado ponía su mente en blanco. De ese pasado solo yacían ruinas. De su hija quedaban dos bastardos híbridos y un sueño roto. De Dante, su esposo, no había nada que no fuera un vacío en su interior.
La ira enceguecedora hacia esa maldita mujer mestiza era comprensible, pero temible por lo intensa e inusitada. Todo era su culpa. Nunca había encontrado calma después de que su vida se derrumbara tras su aparición. Estaba claro que la venganza se convertiría en su más costosa medicina. Ya la había envenenado, más ese era el comienzo.
Al día siguiente sus planes darían bandera blanca y el momento de llorar llegaría. No, no sollozaría de tristeza. Nunca más. La alegría la colmaría de tal manera que las lagrimas saldrían.
Ella miró al espejo y pensó cómo había tocado a una humana. Alzó la mano, sintiendo un repulsivo rechazo. Quería eliminar esa suciedad. Sus colmillos se alargaron sutilmente. ¿Cómo podía esa bestia tener un amante humano y aguantar ese fétido olor que despedían? Claro, por algo era un animal sin cerebro.
De repente, sonrió a su reflejo incoloro. Queridísima Vestal, jamás habría considerado semejante giro de los acontecimientos, pero si era más que consciente de los infames actos que vendrían.
Y en ello, por imponer este castigo, estaba dispuesta a arriesgar su vida.
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-¿Por qué hay tantas naranjas? No lo sé, pero yo juguito voy a hacer -cantó Gavriel tratando de sacar una miserable gota de jugo de un exprimidor manual.
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Beso de Ceniza
Fantasía《Libro 1 de la Saga "Criaturas Mitologicas"》 Desde el inicio de los tiempos, se desarrolla una guerra entre criaturas mitológicas que es mediada por el Consejo de Antiguos. Maleon, una de las criaturas más viejas de las que aún pueblan la tierra y m...