Capítulo 7

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Las 1200 horas

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Las 1200 horas.

En otras palabras, las 12: 00 P.M

¿Quién rayos se refería así al mediodía?

Gavriel sentó a Luke en su rodilla para que se quedara quieto, aunque ni él lo conseguía. Unas coloridas mujeres —ninfas según sospechaba por la liguera forma puntiaguda de sus orejas y los cabellos de colores—, lo despertaron esa mañana para servirle el desayuno y siguió una familiar rutina de: beber un té, ducharse y seguir estresándose hasta llegado el mediodía cuando las mismas sonrientes ninfas vinieron a buscarlo para la reunión con la reina. Él había decidido traer a Darcy y a los niños, no confiaba en dejarlos en un sitio desconocido donde rondaban criaturas sobrenaturales... Dios, incluso pensarlo seguía sonando como un chiste.

—Esto me recuerda al palacio de Versalles —murmuró Darcy—. Son verdaderos reyes.

—Sí, me duele la billetera de solo ver las paredes.

Ambos le dieron un nuevo vistazo al sitio. El salón era de anaranjado rojizo y recordaba a imágenes de un libro de historia en el que ellos simplemente no encajaban. Había múltiples espirales doradas en las paredes con símbolos extraños, la chimenea era de ladrillo y de un tamaño imponente, una bella pintura se extendía en el techo e ilustraba el cielo en cada etapa del día, variando del amanecer hasta el atardecer y acabando en la noche. Gavriel sentía que toda la casa —tal vez palacio en realidad—, donde estaba se encontraba encallada en una ambientación de la puesta del sol o en una representación de las llamas; ya que lo rodeaban el dorado, rojo, naranja y amarillo.

Hablando del mobiliario, lo único que podía opinar: era extravagante. Un escritorio gigante de madera de roble se disponía delante de un ventanal circular que dejaba entrar con amabilidad los rayos de luz, libreros abarrotados de cuadernos y libros repletos de conocimiento que se erguían con confianza en la pared este, y uno que otro sofá que se confundiría tranquilamente con un trono. Un par de estatuas de leones tomaban guardia a cada lado de las puertas dobles. El lugar parecía la guarida de uno de aquellos viejos nobles ingleses o franceses del siglo pasado.

Salvo por el sofá donde los cuatro estaban sentados.

Esa cosa parecía sacada de un basurero, era viejo y parecía estar por caerse, el relleno se salía de los cojines por medio de agujeros hechos comúnmente por el uso progresivo y otras marcas que en apariencia fueron ocasionadas por un animal. Además, apastaba a manzanas por algún motivo inexplicable que lejos estaba de ser importante.

Darcy hundió su nariz en los rizos de Lily, que se hallaba recostada en su hombro. La mujer aún vestía su empobrecido camisón con suciedad y sangre manchándolo, se había negado a aceptar las prendas de las ninfas. Él frunció el ceño al admirar el corte en el labio, el leve morado de su ojo izquierdo y el hematoma sobre su pómulo, ella en verdad peleó por proteger a los niños. Al parecer, durante el ataque consiguió dispararle al intruso que había ido por ella y sus sobrinos, en respuesta el hombre absurdamente los encerró en el cuarto para luego provocar un incendio en el apartamento que los quemara vivos, pero milagrosamente fueron rescatados por uno de los guerreros de Maleon.

Beso de CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora