Prólogo

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Arien

Todo estaba oscuro. Solo se escuchaban los ecos de mis botas impactando en el suelo, rebotando en las paredes y volviendo a mis oídos en el segundo golpe. Me detuve en una encrucijada tomando aliento por la carrera y escuché con atención. Cerré los ojos para concentrarme y rápidamente noté a lo lejos el aletear de las aves en el cielo.

Tomé el camino de la derecha y seguí corriendo, aunque el peligro ya había pasado. Al final de la oscuridad del túnel, más allá de las rocas que se clavaban en mis pies y las paredes que sólo ofrecía ecos y humedad, llegué a la luz de nuevo. Salí como si acabara de llegar al cielo y miré hacia arriba completamente fascinada.

Las estrellas brillaban con una fuerza especial y las aves ya se alejaban al horizonte como si quisieran alcanzar el sol. Ya era casi de noche y me dejé caer de rodillas acariciando la tierra al descubrirme libre. Las montañas parecían hechas de polvo de estrella y, aunque no veía ninguna ciudad cerca y ya era casi de noche, me sentí seguida por volver a ver el cielo.

Me miré a mi misma, el cabello enredado en la trenza y la ropa harapienta. Tenía un aspecto horrible, pero no podía ser más feliz.

Sin embargo, un movimiento a mi espalda me alerto. Me levanté de golpe del suelo y alcé las manos al frente dispuesta a atacar. No era la persona que yo creía. Era un hombre muy alto, rodeado de sombras como si fuera el mismísimo encantador de la noche. Joyas azules adornaba la particular armadura que tenía.

-Identifícate.

Abrí mucho los ojos. No por lo que había dicho, sino por el idioma que había utilizado. No, no podía ser posible.

-¿Estoy en Prythian? -inquirí.

El chico ni siquiera frunció el ceño por lo que dije, sino que volvió a repetir lo que había dicho. Olvidé cómo hablar y miré alrededor. Recordé rápidamente la organización de aquel singular lugar y agité la cabeza.

-¿En qué corte estoy? -pregunté de vuelta.

Esta vez, el chico no fue tan benevolente. Sin embargo, no fue él el que me dejó inconsciente, porque alguien más vino por mi espalda y me golpeó en la nuca para que cayera al suelo.

La Otra Compañera// ACOTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora