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Era un lunes, hacía buen tiempo. La famosa cafetería/restaurante de Harry había abierto y poco a poco se estaba llenando de clientes como ya era usual.

Él, siendo un chico con sus 23 años, ya era el dueño de la gran cafetería. Su padre tenía muchos negocios más, y le había dejado ese en sus manos para que pudiera ganar algo de dinero. Y lo hacía, ganaba mucho, más de lo que necesitaba a veces.

Pero vivía solo, y no tenía nadie con quien compartir sus pertenencias.. o bueno, no lo tenía hasta que conoció a Liam, Zayn, Niall y Luke.
Los cuatro eran viejos amigos que había conocido hace mucho tiempo. Al necesitar dinero para sus clases, Harry los había contratado para que trabajaran para él, y desde entonces habían sido inseparables.

—¿Harry?—lo llamó Zayn al entrar en su despacho.

Éste al no tener que trabajar, pasaba la mayoría de tiempo ahí. Normalmente hacía tareas de su universidad o simplemente jugaba.

—¿Sí, Zayn?—dijo alzando la mirada desde su teléfono hasta los ojos miel de su amigo.—¿Todo bien?

—Sí pero hay un cliente que vino, no sabemos quién es. Es la primera vez que lo vemos alrededor.—comenzó a explicarse. Harry asentía cada vez para que el moreno siguiera hablando. —Y está pidiendo descuentos, dice que no tiene mucho dinero encima y tiene hambre. No supe qué decirle y le dije que esperara.

Harry se levantó de su sitio y frunció el ceño. Los precios que le había fijado a cada comida no eran tan altos como para no ser accesibles, y le sorprendía que hubiera un cliente que pidiera descuentos por ello. Pues era la primera vez que se cruzaba con una situación así.

—Iré a ver.—dijo y abandonó su despacho para salir hacia el mostrador. Liam, Luke y Niall estaban atendiendo a los demás clientes, le gustaba verlos trabajar y al parecer a ellos también les gustaba hacerlo.

Giró su mirada a todas partes hasta encontrarse con un chico que no quitaba su mirada de unas galletas que acababan de salir del horno y estaban en venta.

—Hola.—dijo acercándose al joven.

Cuando éste alzó la mirada pudo fijarse que tenía unos bellos ojos azules, realmente eran muy bonitos. Su tono de piel dorado y sus cabellos algo desordenados hacía que luciera adorable, y para ser el colmo, estaba sonriendo haciéndose ver más tierno aún. Realmente era un chico precioso.

—¿Te puedo ayudar en algo?—preguntó y el chico metió sus manos en los bolsillos de sus pantalones desgastados y sucios.

—Yo sólo quería preguntar si tenían ofertas. Y si no, quería saber si en algún momento las harán. Para venir.—dijo amablemente y Harry negó con la cabeza mientras hacía una mueca.

—Lo siento, pero los precios son justos. Nadie se había quejado anteriormente, me sorprende, la verdad.

—No, no me mal interpretes, no me estoy quejando. Sólo quería saber eso porque no tengo tanto dinero, y lo que tengo no se ajusta con nada.

—Pues tendrás de desayunar en casa hoy, amigo. Tal vez otro día tengas dinero y te podremos atender mejor.—respondió Harry con una sonrisa y el chico asintió con otra. Se disculpó y abandonó la cafetería.

Al ver que ya se había ido, el rizado volvió a su despacho y se volvió a acomodar en su silla que estaba cerca de la ventana. Estiró su espalda y giró su cabeza para poder apreciar sus vistas pero no tardó en fruncir el ceño cuando vio que el mismo chico de antes se acercaba al árbol que estaba justo en frente de la cafetería. Apoyó su espalda en el tronco y cogió un vasito de cartón que seguramente había encontrado en la basura.

Beachwood Café (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora