Capítulo 35

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Jamás en mi vida, habría imaginado que tendría que aprender a bailar. Me parece bastante raro todo. Pero, bueno, me pasa por ser yo. Aunque no solo yo parecía preocupada.

Nunca antes, en todo mi tiempo en Hogwarts, había visto que tanta gente se anotara en la lista para pasar la Navidad en el castillo. Yo lo hacía porque no tenía a donde ir, claro, pero esta vez, casi todos los alumnos desde cuarto en adelante se quedarían. 

Por todo el castillo empezó el revuelo de las parejas para el baile. En los pasillos se veían chicos tímidos pidiéndole a alguna chica, de manera bastante tierna si serían su pareja de baile. La mayoría de ellos eran aceptados, al menos de los que yo me encontré, mientras que los demás, eran lamentablemente rechazados. Uno que otro lo intentaba más de una vez, como por si acaso.

Con el paso del tiempo, todo se veía normal, y sentí que en más de alguna ocasión, sería yo alguna de esas chicas, a las que les piden ir al baile, pero no. Nadie me lo pedía. Hago una excepción con los hermanos Creevey, porque ambos me invitaron, pero no pude decirles que sí. En parte porque eran demasiado pequeños, y los podrían molestar, y por otro lado, porque no quería que se enojaran entre ellos por haberle dicho que sí a uno y al otro no. Pero me pareció muy tierno que me lo preguntaran, así que intenté compensárselos con una caja de ranas de chocolate. Al parecer quedamos en buenos términos.

Aparte de eso, las cosas luego de haber superado la primera prueba, solo fueron a mejor. La gente ya no murmuraba cosas molestas cuando pasaba por mi lado o el de Harry, y cada vez veía menos de aquellas insignias. Claro que Draco seguía molestándolo a él y Pansy a mí.

Eso sí, aún me sorprende que no haya sospechado que fui yo quien la convirtió a ella y a sus amigas en canario. Lo que sucedió fue lo siguiente: yo jamás pensé que demoraría tanto tiempo en encontrar las galletas en su bolso. Sinceramente se me ocurrió que, al igual como hacíamos los chicos y yo, sacaría las galletas en clase y las compartiría allí con sus amigas. Pero, no fue así. Aunque me atrevería a decir que el resultado fue mucho mejor, pues todo el mundo llegó a verlo.

Estábamos en plena cena, justo cuando el grupito entró, precisamente comiendo las galletas. En el momento, mi único instinto, fue mirar a los gemelos rápidamente, y luego, evitar mirar a Hermione a toda costa, mientras todas las chicas, después de unos segundos de haber terminado las galletas, se convirtieron en enormes canarios. Todo el comedor estalló en risas de inmediato, mientras ellas estaban allí, hasta que todas atinaron a salir corriendo del lugar. No volvieron a aparecer en el resto de la cena.

En fin. Durante todo este tiempo, otra cosa que no enturbiaba nuestro humor, era que ninguna historia sobre Hagrid o mención sobre él había aparecido en El Profeta.

-No parecía muy interesada en criaturas mágicas, en realidad  -nos contó Hagrid durante la última clase del trimestre, cuando le preguntamos de su entrevista.

Otra cosa que nos alivió, fue que Hagrid desistió de sus intentos de contacto directo con los escregutos, y aquella clase solo nos tocó preparar una selección de fresca comida con la cual poder tentarlos.

-Sólo quería hablar de ti, Harry -continuó nuestro amigo en voz baja-. Bueno, yo le dije que somos amigos desde que fui a buscarte a casa de los Dursley. "¿Nunca ha tenido que regañarlo en cuatro años?", me preguntó. "¿Nunca le ha dado problemas en clase?" Yo le dije que no, y a ella no le hizo ninguna gracia. Creo que quería que le dijera que eres un desastre, Harry.

Me reí mientras cortaba trozos de verduras, dudando de si siquiera le interesarían al escreguto..

-Claro que sí -dijo Harry, mientras picaba trozos de hígado de dragón-. No puede seguir pintándome como un héroe trágico, porque la gente se hartaría.

Charlotte y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora