Capítulo 31

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Al día siguiente, recorrer el castillo me recordaba muchísimo a cuando el año anterior se disputó la copa de quidditch, solo que esta vez no habían peleas por los pasillos. Aún así la tensión del ambiente era casi la misma que aquella vez, y quizás era aún peor la situación. Antes por lo menos era fácil saber que esperar de cada casa, o alumno en particular, pero ahora no. En los pasillos variaban las miradas, y los comentarios también; iban desde ánimos, hasta abucheos, pasando por deseos de que Harry y yo no avanzáramos a la segunda prueba (ya adivinarán quien era la responsable de la mayoría de estos últimos).

El tiempo avanzaba muy rápidamente y sentí que apenas tenía tiempo de prepararme mentalmente para después del mediodía, que era cuando la pesadilla se haría realidad. Harry se veía muy perdido todo el tiempo, así que me obligué a no perder la cabeza para encargarme de que llegara a tiempo a sus clases y para que no chocara con las paredes. 

De la nada, ya nos encontrábamos almorzando en el Gran Salón, sentados junto a Hermione. El estómago me daba tantas vueltas que apenas pude comer la mitad de lo que estaba en mi plato. Y luego en un suspiro, o al menos eso me pareció, la profesora McGonagall entraba al comedor y se acercaba a Harry y a mí a toda velocidad.

-Los campeones tienen que bajar ya a los terrenos del colegio... -se me encogió el corazón-. Tienen que prepararse para la primera prueba.

-¡Bien! -respondió Harry, poniéndose de pie de un salto, dejando caer su tenedor al plato que hizo mucho ruido. Yo me levanté unos segundos después, rogando porque lo que comí se me quedara en el estómago.

-Buena suerte, chicos -nos susurró Hermione-. ¡Todo irá bien!

-Sí -respondió Harry, con una voz rara.

Salimos del lugar con la profesora McGonagall. Al bajar por la escalinata de piedra, nos puso una mano en el hombro a cada uno, y entonces pude notar que ella estaba pálida, y parecía tan nerviosa como lo estaba Hermione.

-No se dejen dominar por el pánico -nos aconsejó-, conserven la cabeza serena. Habrá magos preparados para intervenir en caso de que la situación se salga de control... Lo principal es que lo hagan lo mejor que puedan y no quedarán mal ante la gente. ¿Se encuentran bien?

Intenté decir algo pero sentí que si abría la boca, vomitaría. Creo que le dejaré la charla a Harry.

-Sí -dijo él-. Sí, estamos bien.

La profesora nos conducía por el borde del bosque hacia donde estaban los dragones, pero al acercarnos al grupo de árboles desde dónde habíamos visto el cercado, pudimos ver que habían levantado una carpa que lo ocultaba de la vista.

-Tienen que entrar con los demás campeones -nos dijo la profesora con la voz temblándole-, y esperar a su turno. El señor Bagman está adentro. Él les explicará lo que deben hacer... Buena suerte, chicos.

-Gracias -dijo Harry por ambos, sonando algo apagado.

Ella nos dejó a la entrada de la carpa, así que luego de unos segundos, ambos entramos al lugar.

Fleur estaba sentada en un rincón sobre un taburete de madera, pálida y sudando ligeramente. Krum se notaba nervioso a su manera, y Cedric se paseaba de un lado a otro por la carpa. Cuando entramos nos sonrió, pero yo no me sentí con las fuerzas de devolverle el gesto.

-¡Ya están aquí! ¡Bien! -dijo Bagman tan contento que me enfadaba solo de verlo-. ¡Vengan, pónganse cómodos!

Entre todos nosotros tan pálidos, Bagman se veía demasiado fuera de lugar, como si fuera un dibujo animado a color en un mundo en blanco y negro.

Charlotte y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora