Capítulo 4

79 7 0
                                    

Al día siguiente la señora Weasley nos levantó a las chicas y a mí bastante temprano, aunque aún así más tarde que a los chicos, pues cuando llegamos a la cocina, Ron, Harry y los gemelos ya estaban allí. Ginny entre un bostezo, le preguntó a su madre:

-¿Por qué nos levantamos tan temprano?

-Tenemos por delante una pequeña caminata -explicó el señor Weasley.

-¿Caminata? -preguntó Harry con cara de confusión-. ¿Vamos a ir a pie hasta la sede del Mundial?

Solté una risita que traté de ahogar con una tos.

-No, no, eso está muy lejos -le respondió el señor Weasley con una sonrisa-. Sólo hay que caminar un poco. Lo que pasa es que resulta difícil que un gran número de magos se reúnan sin llamar la atención de los muggles. Siempre tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de viajar, y en una ocasión como el Mundial de Quidditch...

-¡George! -exclamó la señora Weasley, sobresaltándonos a todos.

-¿Qué? -preguntó George en un tono de falsa inocencia que no engañaba a nadie.

-¿Qué tienes en el bolsillo?

-¡Nada!

-¡No me mientas!

La señora Weasley apuntó al bolsillo de George con su varita y dijo:

-¡Accio!

Varios objetos pequeños y de brillantes colores que reconocí como dulces de los Sortilegios Weasley, salieron zumbando del bolsillo de George, quien intentó agarrar algunos, pero sin resultado, pues todos y cada uno de ellos fueron volando directamente hasta la mano extendida de la señora Weasley.

-¡Les dijimos que los destruyeran! -exclamó furiosa la señora Weasley, haciéndome saltar en mi lugar, y sostuvo en la mano lo que ahora parecían ser más caramelos longuilinguos-. ¡Les dijimos que se deshicieran de todos! ¡Vacíen los bolsillos, vamos, los dos!

Fue una escena bastante desagradable a decir verdad. Por lo visto Fred y George trataban de sacar de la casa de manera oculta, tantos caramelos como podían, y la señora Weasley tuvo que usar el encantamiento convocador para encontrarlos todos.

-¡Accio! ¡Accio! ¡Accio! -iba diciendo, y los caramelos salían de los lugares más imprevisibles, incluido el forro de la chaqueta de George y el dobladillo de los vaqueros de Fred.

-¡Hemos pasado seis meses desarrollándolos! -le gritó Fred a su madre, cuando ella tiró todos los caramelos al bote de la basura.

-¡Ah, una bonita manera de pasar seis meses! -exclamó ella-. ¡No me extraña que no obtuvieran más Matrículas de Honor en Brujería!

El ambiente se había vuelto bastante tenso cuando nos despedimos. La señora Weasley aún tenía el ceño fruncido cuando besó en la mejilla al señor Weasley, aunque no tanto como los gemelos, que se pusieron las mochilas a la espalda y salieron sin dirigirle una palabra a su madre.

-Adiós, señora Weasley -me despedí, y ella me abrazó.

-Bueno, que lo pasen bien -dijo ella-. Y pórtense como Dios manda -añadió en dirección a Fred y a George, aunque ellos ni se inmutaron-. Les enviaré a Bill, Charlie y Percy hacia el mediodía -añadió mientras nos íbamos, con los gemelos precediéndonos.

Di un pequeño trote para alcanzarlos y les dije en un tono suave:

-No sean tan duros con su madre, ella solo quiere lo mejor para ustedes.

-¿Te pondrás de su lado? -me preguntó Fred.

-No estoy diciendo eso, Freddie -dije sonriendo-. Solo dije que no fueran tan duros. A la próxima, solo díganme a mí que los ayude. Soy su socia después de todo, ¿o no? Agradezcan que me adelanté a ustedes.

Charlotte y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora