Capítulo 24

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Cuando llegábamos a la cabaña de Hagrid, vimos como los estudiantes de Beauxbatons entraban de nuevo a su carruaje, así que asumimos que ahí era donde dormían. El gigantesco carruaje estaba estacionado apenas a unos cuantos metros de la cabaña de Hagrid, y al lado había un improvisado prado cercado, en donde estaban los caballos que habían tirado del carruaje.

Harry llamó a la puerta de Hagrid y los ladridos de Fang nos respondieron al instante.

-¡Ya era hora! -exclamó Hagrid, luego de abrir la puerta de golpe. Fang se lanzó hacia nosotros y empecé a acariciarlo-. ¡Creía que no se acordaban de dónde vivo!

-Hemos estado muy ocupados, Hag... -empezó Hermione, pero se detuvo de golpe, y Ron me tiró de la manga. Dejé de acariciar a Fang y miré a Hagrid, quedando con la boca abierta también.

Hagrid llevaba, ehh, su mejor traje marrón, con una corbata a cuadros amarillos y naranjos. Pero eso no era lo peor. Era evidente que había tratado de peinarse, usando grandes cantidades de no sé qué hasta alisarse el pelo, formando dos colitas. Quizás intentó hacerse un peinado al estilo de Bill, pero tenía demasiado pelo, y quedó con un peinado que no le sentaba mucho. Pero quien soy yo para hablar, si apenas me arreglo el pelo en una trenza a veces.

-Eh... ¿dónde están los escregutos? -dijo Hermione, cautelosamente.

-Andan entre las calabazas -respondió Hagrid contento-. Se están poniendo grandes, quizás tengan ya casi un metro. El único problema es que se han empezado a matar entre ellos.

-¡No! -dijo Hermione, dándole una severa mirada a Ron, que estaba a punto de comentar algo-, ¿de verdad?

-Sí -contestó Hagrid, con algo de tristeza-. Pero están bien. Los separé en cajas y aún quedan unos veinte.

-Bueno, eso es una suerte -comentó Ron. Hagrid no percibió el sarcasmo en su voz.

Nos sentamos a la mesa, mientras Hagrid preparaba el té, y no tardamos en comenzar a hablar sobre el dichoso Torneo de los Tres Magos. Con el tema, Hagrid parecía tan nervioso como nosotros.

-Esperen y verán -dijo con entusiasmo-. Solo tienen que esperar. Van a ver lo que no han visto nunca. La primera prueba... Ah, pero se supone que no debo decir nada.

-¡Vamos, Hagrid! -tratamos de animarlo a que nos dijera algo, pero él negó con la cabeza, sonriendo.

-No, no, no quiero arruinarles la sorpresa. Pero les aseguro que va a ser espectacular. Los campeones van a tener en qué demostrar su valía. ¡Nunca creí que viviría lo bastante como para ver otro Torneo de los Tres Magos!

Terminamos dejando de insistir y comiendo con Hagrid. Él preparó, según lo que dijo, estofado, pero en cuanto Hermione sacó de su plato una garra, los cuatro de inmediato perdimos casi todo nuestro apetito. A pesar de esto lo pasamos bastante bien intentando sonsacarle información a Hagrid sobre las pruebas del Torneo, especulando quienes serían los elegidos, y claro que preguntándonos si Fred y George por fin se habrían deshecho de sus barbas.

A media tarde empezó a caer una lluvia suave, con la que resultaba muy agradable estar sentados junto al fuego, escuchando el golpeteo de la lluvia en las ventanas, viendo a Hagrid zurcir calcetines y discutir con Hermione sobre los elfos domésticos, luego de negarse a participar de la PEDDO. Una tarde tranquila y divertida entre amigos, como hace mucho tiempo no teníamos. Sé que Hermione va a alterarse por lo de los elfos domésticos, pero aparte de eso, todo está bastante bien.

-Eso sería jugarles una mala pasada, Hermione -dijo Hagrid, con gravedad-. Cuidar a los humanos forma parte de su naturaleza. Es lo que les gusta. Los harías muy desgraciados si los apartaras de su trabajo, y si intentaras pagarles, sería prácticamente insultarlos.

Charlotte y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora