Capítulo 22

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A lo largo del día hubo en el ambiente una agradable impaciencia, en la que nadie estuvo atento a las clases por la inminente llegada de los alumnos de las otras escuelas. Incluso Pociones se pudo llevar de buenas, sobre todo porque duró solo media hora. Cuando sonó la campana finalmente, los chicos y yo fuimos a dejar nuestras cosas a la sala común como se nos había indicado, nos pusimos las capas y volvimos al vestíbulo. Allí, los jefes de casa colocaban a sus correspondientes alumnos en filas. Y nos sermoneaban.

-Weasley, ponte bien el sombrero - le ordenó la profesora McGonagall a Ron-. Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo -Parvati enfurruñada se quitó de la punta de su trenza una mariposa de adorno, que en mi opinión le quedaba adorable. Luego de unos segundos, la profesora suspiró y me sobresaltó-. Señorita Black, la túnica va por debajo de las rodillas.

Me puse colorada y rápidamente la arreglé; resulta que mi túnica se había quedado enganchada a mi falda con el apuro de bajar a tiempo.

-Síganme por favor -dijo la profesora McGonagall-. Los de primero adelante. Sin empujar...

Bajamos en fila por la escalinata de la entrada y nos alineamos delante del castillo. Era una noche fría y clara, así que ninguno tuvo algún tropiezo indeseado. Estaba oscureciendo y la luz de la luna brillaba en las copas de los árboles del Bosque Prohibido. Estando entre Harry y Hermione, pude ver como el hermanito de Colin, Dennis, temblaba de emoción entre sus compañeros de primero.

-Son casi las seis -nos anunció Ron, desde el otro lado de Harry-. ¿Cómo creen que van a llegar? ¿En el tren?

-No lo creo -contestó Hermione.

-¿Entonces en escoba? -sugirió Harry, levantando la vista hacia el cielo.

-No creo que sus entrepiernas aguanten tanto desde tan lejos -le respondí con una risita-. ¿Quizás en traslador?

-¿Podrán aparecerse? -dijo Ron-. A lo mejor en sus países está permitido aparecerse antes de los diecisiete años.

-Nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts. Vamos, ¿cuántas veces lo tengo que repetir? -Hermione estaba perdiendo la paciencia. Me miró exasperada-. Me sorprendes, Lottie.

-Bueno, quizás Dumbledore haya otorgado algún permiso para que se aparezcan -me encogí de hombros-. Como es el director...

Hermione abrió la boca como queriendo replicar, pero luego de unos segundos, la cerró y se cruzó de brazos sin decirme nada. Creo que le gané esta vez.

Los terrenos del colegio seguían oscureciéndose cada vez más, y aún nada ni nadie llegaba. Quizás las otras escuelas preparaban una entrada espectacular, o quizás solo hubo algún atasco aéreo. El mismo señor Weasley había mencionado que los magos no pueden resistir la ostentación cada vez que se juntan. Justo cuando pensaba en eso, adelante en la fila de profesores, el director gritó:

-¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

-¿Por dónde? -preguntamos muchos impacientemente, mirando a todas partes. 

-¡Por allí! -gritó uno de sexto de Hufflepuff, creo que uno de los amigos de Cedric, señalando hacia el bosque.

Efectivamente allí, una silueta alargada, mucho más que una escoba o que cien de ellas, se acercaba al castillo, haciéndose cada vez más grande.

-¡Es un dragón! -gritó uno de los de primero.

-No seas idiota... ¡es una casa volante! -le contestó Dennis Creevey.

Cuando aquella figura se acercó más, resultó que la suposición de Dennis era la más acertada, pues en realidad se trataba de un gigantesco carruaje de color azul pálido que volaba hacia nosotros tirado por una docena de caballos alados, cada uno del tamaño de un elefante, y de color tostado, con la crin y la cola blancas. Creo que son al menos unas cuantas cabezas (mías) más altos que Hagrid.

Charlotte y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora