Capítulo 20

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Poseidón tenía un rostro lleno de preocupación y como no tenerlo si su hijo Percy había estado perdiendo el control constantemente, nunca lo había visto de tal manera incluso parecía que los demás semidioses estaban sorprendidos por ello. Según a palabras de la hija de Afrodita, Piper, Percy se había comportado de esa manera en el tártaro contra la diosa del sufrimiento.

Actualmente Percy se encontraba en una de las tantas habitaciones del palacio de Poseidón, ¿Cómo había terminado todo de esta manera? Parece lejano aquel día en que esa chica Hermione vino acompañada de su hijo a visitarlo y conocerlo.

Habían dos razones por las cuales Poseidón mantenía a Percy en su palacio siendo custodiado por su otro hijo, Tritón, una de las razones era que temía que Percy decidiera entrar al inframundo y sacar a Annabeth de ahí generando la furia de Hades. La otra era que si se quedaba en el Olimpo, Zeus como toda reina del drama posiblemente trataría de acabar con él argumentando que en esos momentos ya se había convertido en una amenaza contra los dioses olímpicos.

Un suspiro salió de los labios de Poseidón mientras trataba de controlarse, ya no sabía qué hacer pues ahora todo se había salido de control y sinceramente no creía que si enviaba a Percy al campamento mestizo o al campamento júpiter fuera bueno para él pues recordaría los momentos que vivió con Annabeth además de soñar con una vida con ella que jamás tendrá.

Y no podía enviarlo con su madre pues... Sally había muerto, ella había sido asesinada y gracias a Apolo supieron que fue un mortal el encargado de dicho asesinato, cabe decir que ese mortal sufrió el peor de los castigos a manos del dios de los mares además de que tendrá muchos cuidados en su estancia en el inframundo.

Paul al igual que Percy había estado devastado, pero intentó ser fuerte por la pequeña Estelle además por Percy a quien desde hace un tiempo ya veía como a un hijo. 

La muerte de Sally había sido uno de los detonantes de la poca cordura que tenía Percy, perdiendo a las dos mujeres más importantes de su vida a tan solo unos meses de diferencia.

Anfítrite miró a su esposo totalmente abatido solamente de pensar en los sucesos recientes además podía decir con certeza que ya no sabía qué hacer.

"Llámala"-. Habló en dirección a Poseidón con una voz suave y tranquila.

"¿Perdón?"-. Poseidón la miró con confusión.

"Llama a esa mortal, Hermione. Posiblemente sea la única que mantenga a raya a Percy en estos momentos"-. Poseidón ahora estaba aún más confundido con aquellas palabras.

"Pero según a lo que Percy dijo, ellos dos no son nada. Simplemente son amigos, aunque Percy nunca dijo que era amigos"-. Un ceño fruncido apareció en el rostro de Poseidón. Anfítrite soltó un suspiro cansado.

"Los hombres sí que son tontos"-. Poseidón tomó las palabras de su esposa como un ofensa.

"¿Qué quieres decir?"-. Preguntó en un tono molesto.

"Percy en verdad ama a esa chica y viceversa, a pesar del poco tiempo que se conocen ambos se aman realmente. Parece ser que los destinos se apiadaron de esas dos pobres almas, como dije, Hermione es la única que puede calmar a Percy y sinceramente no perdemos nada con probarlo"-. Respondió Anfítrite mirando fijamente a su esposo.

El silencio invadió la habitación por unos momentos. Poseidón se levantó con algo de pesadez donde había estado sentado durante un rato y miró a su esposa.

"Espero y tengas razón, iré a ver a Hermes"-. Con eso dicho, Poseidón desapareció en dirección a donde se encontraba el mensajero de los dioses.

Anfítrite se quedó ahí por unos momentos, pero poco después salió de la habitación comenzando a caminar a donde se encontraban Tritón y Percy.

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Hermione estaba en su camarote. Hace un par de días que había tomando la embarcación que se dirigía a Australia y realmente tuvo suerte siquiera de haber podido de encontrar una, posiblemente muchos dirían que ir en avión sería más rápido, pero Hermione quería retrasar lo más que podía el encuentro con sus padres. Sentía temor siquiera imaginar cuáles serían sus reacciones al saber que su única hija había jugado con sus memorias y enviandolos a Australia.

Además de eso, tendría mucho tiempo para pensar en alguien llamado Percy Jackson. Ese chico que robo su corazón y se largo sin siquiera decir adiós, pensó que habían comenzando a ir en la dirección correcta, pero parecer ser que se había equivocado.

Quería creer en las palabras de la señora Weasley, pero cada vez le resultaba cada vez más y más complicado hacerlo. Antes de que pudiera continuar con sus pensamientos, escuchó como alguien llamaba a la puerta de su camarote y realmente no quería tener que lidiar con nadie así que simplemente se quedó en silencio para que pensarán que no había nada.

"Vamos, Hermione. Sé que estás ahí dentro, debes sentirte afortunada que estoy llamando a la puerta"-. Una voz masculina se escuchó a través de la puerta y alertó a la bruja de cabello tupido pues nadie en la embarcación debería de saber su nombre.

Apuntó con su varita en dirección a la puerta y pudo ver la manija moviéndose.

"Bueno, yo llame a la puerta y realmente estoy algo ocupado así que entraré"-. La puerta fue abierta sin el más mínimo esfuerzo tomando por sorpresa a Hermione, pues ella la había cerrado completamente incluso había usado algo de magia para que nadie más que ella pudiera abrirla en esos momentos.

El sujeto frente a ella se trataba de un hombre de mediana edad con figura atlética, musculosa y delgada; una apariencia similar a un corredor profesional. Su cabello era de color negro y rizado mientras que sus ojos eran de color azules además de que poseía algún que otro rasgo élfico, mostraba una sonrisa socarrona. Llevaba puesta una camiseta de lo que parecía ser de un maratón y llevaba unos pantalones cortos.

"Hola"-. Saludó el hombre felizmente asustando a Hermione.

Sabiendo que no era un hombre normal. Hermione levantó su varita y apuntó en dirección al hombre frente a ella.

"Confundo"-. Hermione recitó el encantamiento y una luz salió de la punta de su varita en dirección al hombre.

Moviéndose a una gran velocidad, una velocidad que nadie debería de tener término esquivando el encantamiento de Hermione algo que veía imposible y menos con la distancia tan corta entre ellos.

"Uff, casi me das"-. El nombre secó un sudor imaginario, pero Hermione estaba lista para dar pelea y morir en el intento de ser necesario sin saber que el hombre frente a ella era el mensajero de los dioses.

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Amor de una Bruja y un SemidiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora