Catorce

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Los siguientes recuerdos de Andy fueron de batallas. Niccolo, Quynh, Yusuf y ella recorrieron el mundo, yendo siempre a donde había una guerra que pelear. Ellos eran guerreros y sentían que debían usar la ventaja que tenían de la inmortalidad para ayudar en cada batalla.

Por momentos también había recuerdos donde solamente estaban Quynh y ella en las batallas, como si se hubieran separado de Nicolo y Yusuf por un tiempo. Pero sin importar cuántos recuerdos pasaban, en alguno siempre volvían a reencontrarse.

Estaban salvando a una familia. Un ejército había irrumpido en un pueblo por la noche, para destruir todo lo que tenían a su alcance y así llamar la atención del Rey enemigo.

Nicolo, Quynh, Yusuf y ella comenzaron a entrar a las casas y salvar a las personas que podían. Andy estaba con Nicolo, estaban en una casa casi destruida, sacando a la familia de allí. Ella pudo sentir el momento en que todo iba a marchar mal, la pared iba a caerse y aplastar a Nicolo. No podía dejar que eso ocurra, porque si lo hacía él iba a quedar atrapado y morir varias veces hasta que puedan sacarlo. Así que, sin siquiera dudarlo, corrió hacia él y lo empujó hacia el otro extremo. La pared cayó sobre ella, derrumbándola al piso y haciendo que todo se ponga negro.

Cuando despertó, estaba en medio del campo, a salvo. Yusuf estaba con ella.

Ey tranquila, no te muevas mucho que todavía te queda bastante por sanar. — Indicó él.

¿Nico y Quynh? — Preguntó ella.

Fueron por comida, ya deben estar por regresar. — Informó él.

Andy se miró y vio que un par de costillas todavía salían de su cuerpo, y uno de sus brazos dejaba al descubierto parte de sus huesos.

¿Duele? — Pidió saber él.

Un poco. — Respondió ella con sinceridad. — Pero valió la pena, Nico está bien. — Admitió lo que sentía.

No creo que Nico y Quynh opinen lo mismo al respecto. — Advirtió él, dejándole saber que los otros estaban un poco enojados. — No es necesario que nos estés salvando todo el tiempo, todos somos inmortales. — Le recordó él.

Pero yo soy la más grande y si puedo evitar que sientan dolor, voy a hacerlo. — Justificó ella.

Eres una cabeza dura. — Acusó él.

Lo soy. — Aceptó ella, sin ofenderse. — Y vos también, vi cómo recibiste esa flecha por Nico y también vi que él tampoco está contento con vos por eso. — Dijo, girando el tema de conversación hacia el otro.

Yo no sé cómo explicarlo, ni siquiera lo pensé. Actúe así porque era lo que sentía en el momento. — Intentó explicar él, algo frustrado.

Exacto. — Concordó ella. — Porque lo amas. — Agregó, mirándolo fijo a los ojos para poder ver la verdad en ellos.

Lo amo. — Afirmó él.

¿Se lo has dicho? — Pidió saber ella y él negó con la cabeza. — Deberías hacerlo. — Aconsejó.

No lo sé, no quiero perder su amistad si él no corresponde mis sentimientos. — Dijo él, expresando sus dudas y temores.

Él también te ama. — Dijo ella.

¿Cómo sabes? — Preguntó él sorprendido.

Porque he sido testigo muchas veces de lo que es el verdadero amor, y la forma en que ustedes son el uno con el otro, eso es amor. — Expresó su opinión.

A million ways to dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora