Veintinueve

87 10 6
                                    


Habían pasado 59 años desde que Quynh se había ido. No que estuviera necesariamente llevando la cuenta, pero siempre había algo que la hacía relacionar y recordar el tiempo que había pasado.

Durante esos 59 años pasaron muchas cosas.

Dentro de las más importantes, una fue que Nile se reencontró con su familia. Con la ayuda de todos los inmortales, su familia pudo comprender la inmortalidad y no resentirla. De esa manera, Nile pudo estar con ellos hasta el final. Otro hecho importante fue que David encontró la cura al virus y Andy dejó de tener pesadillas invadidas con sus recuerdos traumáticos.

También estuvieron las pérdidas de Copley y de David.

La pérdida de Copley fue difícil porque todos habían aprendido a respetar a ese hombre y hasta se habían hecho amigos en algún punto. En cuanto al trabajo que Copley hacía, el hermano de Nile lo reemplazó por un tiempo. En el presente no tenían nadie que se ocupara de hacer ese trabajo, así que eran ellos mismos quienes se dedicaban a borrar las huellas que dejaban en las escenas.

La pérdida de David también fue difícil, sobre todo para Andy y Booker. Para Andy fue complicado porque se habían hecho grandes amigos. Y para Booker fue doloroso porque habían logrado recomponer su relación. Booker lo había amado hasta el último momento.

Pero la vida, para ellos que eran inmortales, seguía.

A los diez años de que Quynh se había ido, Andy recibió la primera postal. Quynh comenzó a enviarle postales de diferentes partes del mundo, contándole sobre el trabajo humanitario que iba haciendo en cada lugar. Ella le enviaba una postal por año por lo menos.

Andy recibió postales de diferentes países de Asia, África, América Central y América del Sur. Y con el pasar de los años, cada vez podía notar a aquella mujer más feliz y en paz en sus escritos. La última vez que había recibido una postal de ella era de Malawi.

Y ahora, ellos, el equipo de inmortales, estaban a punto de ir hacia una nueva guerra.

— ¿Hay cosas que los mortales nunca van a aprender, no? — Preguntó Nile, algo frustrada.

— No. — Respondió Andy. — Bienvenida a nuestra vida. — Dijo.

La nueva guerra era por el acceso al agua. Estados Unidos y La Unión Europea se habían unido en una alianza contra América Latina. Las grandes potencias querían apoderarse y controlar los recursos del tercer mundo, ya que eran la región más rica del mundo en recursos naturales y en fuentes de agua limpia. Por supuesto, América Latina no aceptó esas imposiciones y eso desató la guerra.

Ellos iban para pelear del lado de América Latina, aunque comprendían que probablemente iban a ser el lado perdedor. Estados Unidos y los países de la Unión Europea eran ricos, avanzados en tecnología y en trabajo militar. América Latina era desigual, vivía atravesando crisis económicas que afectaban la calidad de vida de sus poblaciones y sus ejércitos militares eran casi nulos. Pero a ellos no les importaba cuál era el lado perdedor y/o ganador, les importaba estar del lado que creían justo.

— Odio las bombas. — Comentó Joe, luego de un día de enfrentamientos intensos que tuvieron en Venezuela.

— Yo también. — Dijo Andy, dejándose caer a su lado para descansar.

— Ya van cinco años de guerra. — Dijo Nile frustrada. — ¿Nunca va a terminar? — Preguntó.

— Creo que esto viene para largo. — Respondió Booker.

— Las guerras suelen ser largas. — Coincidió Nicky.

— Pero, ¿no se dan cuenta que están destruyendo lo que quieren conseguir tener en su poder? — Pidió saber Nile, sin entender el sentido de tanto bombardeo y destrucción.

A million ways to dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora