24. Di que me quieres

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Habían pasado casi todo el día encerrados en el apartamento de Jungkook.

Jimin recordaba el tiempo que habían pasado en Busan juntos ya que había sido la primera vez que habían estado solo los dos por un tiempo, sin terceros de por medio.

Antiguamente su relación se resumía a verse en la universidad únicamente para realizar los trabajos de la materia de informática pero no pasaban tiempo fuera porque quisieran. Hablaban lo justo y lo necesario porque Jungkook no estaba interesado en relacionarse demasiado con Jimin hasta que el deseo entre ambos era innegable.

Jungkook no había experimentado algo como eso en el pasado, la adrenalina que había comenzado a sentir al estar con Jimin no la había sentido antes y porque había algo especial allí, en su relación y en la forma en la que Jimin le trataba que había cautivado su corazón y aunque no lo dijera en voz alta, estaba allí.

- Estás actuando extraño – Jungkook entrecerró los ojos, analizando a Jimin mientras éste, con una sonrisa divertida, se ponía su ropa a la par de él – Me has tenido aquí todo el día y ahora no sé a dónde me llevarás – el pelinegro se carcajeó porque el menor le estaba echando en cara que le había secuestrado, prácticamente.

- Te daré tu regalo de cumpleaños, es eso – alzó los hombros como si no fuera gran cosa. El castaño le miró con ojos grandes y sorprendidos.

- Creí que follar todo el día había sido mi regalo – ladeó su cabeza y Jimin volvió a reír.

- No, eso es sólo parte del regalo, pero no el regalo en sí – aclaró entre risas. Llevó su mano al cuello de Jungkook, pellizcándole suavemente – Vamos.

Al estar listos, ambos dejaron el apartamento y Jungkook mostró gran sorpresa al ver que en la puerta de su edificio estaba la camioneta de Jin estacionada. No comprendía a qué se debía, pero una vez Jimin sacó la llave del vehículo y abrió la puerta del copiloto para que Jungkook subiera comprendió que algo había tenido que ver su amigo en todo eso, y no sabía bien qué ni cómo, pero la mirada de ilusión de Jimin al esperar que entrara a la camioneta le llenó con cierto nerviosismo. Se preguntó si estaba bien sentirse así, si estaba bien al aceptar hacer eso, porque por alguna razón sentía una incertidumbre tal que era el miedo de lo desconocido a pesar que Jimin era demasiado predecible, ya le conocía.

Se sentó en el asiento del copiloto y no podía dejar de sentirse como tonto al notar que sus manos sudaban y sus dedos se tocaban entre sí. Esperaba Jimin no lo notara.

Aquello apestaba a una cita y no recordaba haber tenido una antes, ni siquiera con Taehyung quien se suponía era su novio o algo así.

Jimin condujo el auto con ambas manos al volante, con total calma y serenidad mientras Jungkook miraba los colores de las luces del atardecer en su cara. El cielo estaba despejado ese día y completamente rosado. Le encantaba el día así y Jimin lo sabía.

Más sorprendente fue todo cuando Jimin tomó el camino que llevaba hacia arriba de aquella colina, alejándose de la ciudad, comenzando a ver esa vista panorámica que tanto conocían, que tan familiar les era. Jungkook le miraba sintiendo intriga pero el pelinegro no le diría nada, sólo mantenía una sonrisa suave en sus labios.

Al llegar, Jimin salió de su asiento cerrando la puerta, dio la vuelta a la camioneta y abrió la puerta de Jungkook, quien miraba estupefacto aquella vieja fábrica que ahora se veía como nueva. Sus ojos de cervatillo miraban con algo de incredulidad y con mucho asombro. Se dispuso a salir del vehículo de su amigo, parándose para mirar mejor aquel escenario. La cancha de baloncesto estaba totalmente restaurada, sin grietas en el suelo, con la pintura perfectamente aplicada, impecable, y los postes con los cestos eran nuevos, ya no estaban oxidados y percudidos, las redes ya no estaban podridas.

•S[e]OUL ~ JIKOOK•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora