•S[e]OUL ~ JIKOOK•

17. Piezas de dominó

Un nuevo día comenzaba para Jimin. Los exámenes habían pasado y se sentía terriblemente agotado. La universidad le quitaba bastante tiempo pero estaba bien con el hecho de que había podido con todas esas presiones. Sus padres le habían felicitado porque no podían creer que le hubiera ido tan bien, y Jimin se quejaba con ellos, pero debía admitir que ni él se había tenido fe a sí mismo. El estudiar era algo que no le gustaba, pero tampoco era que no fuera inteligente, simplemente era bastante disperso y holgazán.

Jamás le habían gustado mucho las complicaciones, la vida de playa era lo mejor para él por aquello, la gente de alguna manera era distinta, no parecían estar corriendo una maratón constante, no estaban estresados las 24 horas del día y quejándose por el tráfico, por la cantidad de gente en los trenes o buses, ni tampoco te iban chocando el hombro cuando pasaban por tu lado apurados y terminaban insultándote aunque ni si quiera fuera tu culpa.

Le estresaba el sólo ver a la gente estresada, valga la redundancia. No podía comprender por qué la gente no se detenía a respirar hondo y a disfrutar del proceso, de las vistas de la ciudad que eran igual de bellas que las de la playa aunque en ese momento ya extrañaba su ciudad natal y podía jurar que ahora la playa le parecía aún más atractiva que la gran capital.

Era duro, debía admitirlo, se había percatado de que la ciudad era realmente caótica y no sólo era una mala fama que le daba la gente porque sí. Lo era en su totalidad, una gran selva que era más salvaje que el Amazonas mismo. A cada rincón podía encontrarse el peligro, porque lo sentía allí, latente, siniestro y desconocido.

Podría jurar que de todas formas la vida de las personas allí no era tan exótica como la de él, más que nada porque no todos estaban involucrados con la mafia.

Estaba tirado sobre el pupitre en el que siempre se sentaba y no podía evitar quedarse dormido por momentos, sus párpados le pesaban y hacía una fuerza descomunal por mantenerlos abiertos. Ni hablar de cómo su cabeza se balanceaba, decidió entonces dejar de luchar y apoyarla sobre sus brazos en la superficie de madera.

La vida allí terminaría matándole, literalmente. Habían pasado semanas desde que le habían dado la segunda paliza de su vida y recordaba haberse peleado con gente estando ebrio en el pasado pero nunca le habían intentado romper los huesos, esa gente era brutal y despiadada sin duda alguna.

La calle se oscurecía cada vez más frente a sus ojos, incluso si era de día, porque sabía que podían estar vigilándole, aunque saber que tenía a los hombres de su amigo Taehyung cuidándole la espalda lo había dejado más tranquilo. No era que fuera un cobarde, de hecho no había querido aceptar esa ayuda y tampoco la financiera pero Jungkook le dijo que le partiría los huesos de las piernas a golpes él mismo si no aceptaba y realmente no tenía ningún interés en probar si hablaba en serio o no. Prefirió cerrar la boca y aceptar, con Jungkook no se podía jugar.

Aún así no estaba cómodo aceptando el dinero de su amigo, quien se había mostrado bastante apenado por el asunto, así que pidió ayuda a sus padres, contándoles que simplemente habían entrado a robar a su negocio y le habían golpeado. Sus padres siempre le ayudaban y no le negaron aquello tampoco, le ofrecieron si quería ir con ellos a descansar a Busan y se la estaba pensando pero aún no había decidido nada y ya habían pasado tres semanas.

Mientras su mente divagaba en todo lo que había ocurrido en ese último tiempo, siendo casi imposible de poder comprender cómo era posible que su vida hubiera cambiado tanto, alguien tocó su hombro, sacudiéndolo un poco, pasando por detrás de él y sentándose en el asiento vacío a su lado. Despegó su frente de sus brazos y levantó su mirada, girándose para ver a Jungkook a su lado.

- Hey, buenos días – saludó con una sonrisa. Se preguntó desde cuando Jungkook parecía más animado que él. De todos modos no pudo evitar devolverle la sonrisa, con sus ojos casi cerrados.