Especial 2

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SAVANNAH

— ¿Puedes por lo menos intentar disfrutar?

Negué, centrando mi vista en las densas nubes que nos pasaban por al lado. Nunca me imaginé saliendo de la manada nuevamente, mucho menos hacer un vieja de miles de kilómetros y dejar a todos atrás, incluso a Simon. No recordaba tampoco el momento en el que me comencé a sentir redimida al saber que tenía la libertad de viajar por puro placer, y no por tener la necesidad de huir constantemente de Maximus.

— Cuando te lo pregunté estabas de acuerdo.

— Siento que estoy dejando un pedazo de mí atrás.

— Pero estaremos bien, no hay nada de qué preocuparse.

— Me duele aquí — señalé la cima de mi pecho, era como si tuviese un nudo subiendo por mi garganta —, es muy abrumador.

— Sólo serán unos días — sus ojos verdes dieron con los míos y no pude evitar que la paz regresase a mi cuerpo, él siempre sabía cómo tranquilizarme; una mirada suya y el mundo se detenía, sólo eso necesitaba.

— ¿Crees que él estará bien?

— Nada mejor que un fin de semana junto con su tío Bestian — se burló, bebiendo de su vaso de whiskey —, imagina lo bien que lo pasará.

— Pero...

— Simon estará bien, ahora solo disfruta.

Asentí con pesadez y me dejé llevar por los masajes que él le aplicaba a mi mano; centré mi vista en la densas nubes que poco a poco se dispersaban, no podía creer que estuviésemos volando a quien sabe cuántos metros de altura y miles de kilómetros lejos de casa; era la primera vez que tomábamos unas vacaciones juntos, Marcus me había estado insistiendo para hacer este viaje un mes entero y había accedido hace apenas unos días con la única condición de irnos después de las fiestas, cosa que no pasó porque tuvimos que adelantar el viaje dos antes de la víspera navideña.

Para cuando llegamos y pisamos Sodankylä, un pueblo de Finlandia, me quedé maravillada con el clima de aquel lugar; agradecía mentalmente a Marcus por aquella elección. Conocía varias partes del mundo, pero jamás había pisado tierra finlandés, y por lo que Marcus me había prometido este lugar me quitaría las palabras.

— ¿Iremos a un hotel? — pregunté mientras le extendía una de mis maletas para que la cargase en el automóvil alquilado.

— No, reservé la cabaña de unos amigos — murmuró mientras ambos nos montábamos —, queda a unos diez minutos — hizo una pausa esperando algún tipo de respuesta por mi parte, pero mis ojos no se quitaban de la carretera que era acompañada a sus costados por altos pinos repletos de nieve —. Por cierto, esta noche cenaremos con ellos.

— Bien — respondí bajando la ventanilla y dejando que entrase el aire gélido —, ¿has venido muy seguido?

— Antes solía hacerlo, cuando Pía no estaba en mi vida.

Recuérdame. [SIMM #2.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora