Dia 21

99 20 18
                                    

Leia miraba la fotografía con detenimiento. Examinaba el rostro de la mujer pelirroja que sonreía con el bulto de mantas sobre sus brazos, acunando a la que Ben le había dicho, era Rey.

— ¿La conoces mamá? —le preguntó Ben mirándola suplicante. Había ido a verla a su oficina, para mostrarle la foto y obtener respuestas, en lo que Rey se reunía con Dameron y le contaba el descubrimiento, llevándose una copia de la fotografía que encontraron en el álbum para dejarla como evidencia.

— No, hijo, no la conozco —admitió con pesar—. En esa ocasión, Luke sólo dijo que te llevaría de viaje a ver a una amiga, recuerdo que escogimos el regalo, pero jamás me contó de quién se trataba. Él sería el más adecuado para obtener respuestas.

— Si tan solo no hubiera decidido irse a un retiro espiritual en plena época navideña, es 21 de diciembre por dios... ¿quién hace estas cosas en estas fechas?

— Tu tío tiene problemas que arreglar, Ben, supongo que debemos esperar a que regrese y nos aclare la identidad de la madre de Rey, eso daría un tremendo giro, incluso puede saber en dónde se encuentra.

Ben suspiró, triste. ¿Cómo iba a decirle a su hermosa Rey que no había obtenido nada y que debía esperar más?

Su madre percibió su angustia y se acercó a él para acariciarle la mejilla.

— La van a encontrar, lo sé. Vas a poder ayudar a esa chica... de cierta forma, no puedo dejar de pensar que están destinados.

— Es increíble ¿no? —una breve sonrisa apareció en el rostro del joven—, que nos hayamos conocido de pequeños y ahora... ella esté en mi vida.

— Oh Ben, estoy muy feliz por ti... por ustedes.

— Yo también, pero esto... Rey va a ponerse muy triste.

— Lo sé hijo, pero, estas cosas requieren tiempo. Es momento de que estés a su lado. Te necesita.

— Lo sé... y, yo también la necesito.

*

Armitage llevaba rato despierto. Miraba aquel techo tan diferente al de su departamento, mientras miles de sentimientos lo asaltaban. Incapaz de permanecer más tiempo acostado, salió de la habitación y fue directo a la sala.

La casa que su madre rentaba era pequeña pero sumamente acogedora. Después del descubrimiento, se había quedado con Rose y su madre en la pastelería y después cuando las horas platicando no les alcanzaron, decidió irse con ella para pasar tiempo que necesitaban, para hablar, conocerse y contarse tantas cosas que se habían perdido el uno del otro.

El pelirrojo aun con la pijama puesta entró al living adornado con motivos navideños como el árbol cargado de esferas y botas colgando de la pequeña chimenea. Paseando la vista, encontró un estante repleto de libros frente a él y la curiosidad le saltó. Se jactaba de pensar que podías saber mucho de las personas al ver qué libros estaban en sus casas. Averiguar los gustos de su madre le emocionaba. Su cara se iluminó al acercarse y descubrir que entre los ejemplares que ahí descansaban estaban los que él había escrito: La Dama, La Diosa, El General de la Primera Orden... todos en su primera edición.

— No sabía que eran tuyos cuando los compré, pero me identifiqué con las historias. Me gustan mucho tus libros, hijo y ahora que sé que son tuyos, me gustan más —le dijo admirando aquel milagro y coincidencia de la vida. Que hubiera leído sus libros sin saber que era él, significaba para ella, que el destino tenía planeado juntarlos—. Lamento haber pasado tanto tiempo lejos de ti... de verdad lo lamento... —Mara se tapó el rostro y comenzó a llorar. Él la envolvió en un fuerte y reparador abrazo y se quedaron así por varios minutos.

— No fue tu culpa, ya me lo dijiste ayer —Armitage le sobó la espalda con cariño. Habían pasado todo el día anterior hablando. Fue así que se enteró de la trágica historia de su madre, digna de un libro—. Fue muy duro no tenerte en mi vida, pero, ahora tenemos una nueva oportunidad. Somos, ahora una familia tu y yo y quisiera que no nos separáramos por nada.

— No nos volveremos a separar, eso te lo aseguro —Mara se echó para atrás para observar a su hijo. Se parecía muchísimo a ella y por eso había sido que al verlo lo reconoció enseguida. Era igual a como lo recordaba de pequeño, pero más apuesto y con esos hermosos ojos azules que encerraban tanto que ella quería conocer—. Hay algo que quiero contarte, bueno, hay muchas cosas —sonrió y él se contagió del gesto—. Pero, hay una cosa que es muy importante para mí, que sepas y que aún no te he dicho.

— Te escucho, mamá.

— Es tan lindo que me llames así, cielo. Ven, hay que sentarnos —fueron al sillón y se sentaron hombro con hombro. Armitage le tomó la mano, haciéndole saber su apoyo—. Después del accidente de auto que tuve, me involucré sentimentalmente con el hombre que me ayudó aquella vez. Su nombre era Ken y por supuesto lo nuestro no se dio enseguida. Como te dije, él me encontró en la carretera, con el auto destrozado y llamó a la ambulancia. Estuvo pendiente de mí, hasta que me dieron de alta y aunque lo intenté no pude recordar absolutamente nada, ni de dónde venía, ni hacia donde iba. En el accidente se perdieron mis pertenecías personales así que, sólo recordaba mi nombre. Me llevó consigo a su casa, esperando que alguien reportara mi desaparición, y con eso pudieran dar con mi familia...

— Pero mi padre no lo hizo... él simplemente dijo que nos habías dejado y años después me dijo que habías muerto.

— Si... tu padre... bueno, era mejor para él que yo no regresara. Mientras esperaba, estuve tiempo con Ken ayudándolo en cosas de su casa, fuimos amigos al principio, cuando comenzamos a confiar el uno en el otro, él siempre fue muy bueno conmigo y un caballero... conforme pasamos más tiempo, la convivencia hizo que desarrolláramos sentimientos. Decidimos casarnos, y olvidar que yo tenía un pasado que, desgraciadamente no podía recordar. Estuvimos juntos por seis años, fue entonces cuando me embaracé —Armitage parpadeó en sorpresa.

— ¿Tengo...? —no se atrevió a terminar la respuesta, pero su madre asintió.

— Tuvimos una niña —sonrió con añoranza—. Era hermosa. Castaña y pecosa como su padre, con ojos verdes como los míos.

— ¿Qué le pasó...?

— Se la llevó... me la quitó —las lágrimas aparecieron de nuevo y a Hux se le rompió el corazón.

— ¿Quién? ¿Quién se la llevó?

— Sheev Palpatine, su abuelo. Mi esposo enfermó gravemente y me echó la culpa a mí por su muerte. Me quitó a mi preciosa Rey...

— Espera... ¿Mi hermana... s-se llama Rey?

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora