Día 5: Ben y la Decoradora de Interiores

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Al fin era sábado y él no tenía que ir a trabajar ese día; una de las pocas ventajas de trabajar en la empresa familiar.

Pese a eso, Ben se había levantado temprano para hacer ejercicio, prepararse el desayuno y, por último, ducharse.

Se tiró encima del sillón y se quedó por un instante ahí pensando en lo aburrida que era su vida: Estaba solo. No tenía amigos, no permitía a su padre y a su madre acercarse a él porque no les perdonaba su ausencia en su infancia y había perdido la fe en el amor cuando su ex novia lo había engañado.

No le quedaba nada. Sus ganas de avanzar se habían esfumado y sentía que vivía en automático. ¿Sería así por siempre? Aquello le daba comodidad de no sacar a flote sus sentimientos y no ser él mismo, pues al parecer nadie se interesaba en eso, ni siquiera él. Estaba tan acostumbrado a guardar apariencias y a que la gente tuviera una imagen de él, producto de su apellido y su físico, que hacía mucho tiempo ya no luchaba con ello.

Pensó en Kylo Ren, el antagonista de aquella trilogía que amaba cuando era un niño. Hubo un tiempo en que así se solía llamar a sí mismo... ya no usaba ese mote, pero aún se sentía tan cercano a aquel personaje, con la diferencia de que él no creía que hubiera una carroñera que llegara a salvarle la vida. Ya no creía en esas cosas.

Encendió la televisión, empezando a hacer zapping por los canales cuando un mensaje llegó a su teléfono, era de su madre:

"Ben, sé que no he sido la mejor madre, pero lo voy a arreglar. Te he adelantado el regalo de Navidad, y creo que está por llegar a tu casa. Por favor, sé amable".

El joven Solo contorsionó la cara en una mueca de disgusto. ¿Ahora qué se le había ocurrido a su madre? ¿Le había pedido algo por correo? ¿Acaso sería una mascota o algo por el estilo? Esperaba que no fuera un perro Chewbacca porque sino iba a conocer su furia.

— ¡Por la fuerza y apenas es 5 de diciembre! —gritó exasperado.

Tuvo las intenciones de llamarle para que le diera una explicación, pero no le dio tiempo porque tocaron el timbre.

El regalo acababa de llegar.

*

La parte que Rey más disfrutaba de decorar era la cara que las personas ponían cuando terminaba su trabajo, sabía que aquel día no sería diferente.

Maz le había conseguido un trabajo para adornar un departamento del hijo de una amiga suya, que al parecer había estado demasiado ocupado con su trabajo para hacerlo él mismo. La castaña estaba sumamente emocionada pues esperaba que aquello le abriera las puertas para próximos clientes. La dueña de la cafetería Takodana le había dicho que Leia era la directora de un consorcio, si corría con suerte, ella y su hijo podían recomendarla con sus amistades en la alta sociedad.

Llevaba en una mano su portafolio lleno de papeles tapices adhesivos y listones y en la otra una caja de herramientas donde estaban guardadas unas esferas y más accesorios por si el cliente no tenía y hacían falta. Tomó el ascensor que la llevaría al lugar indicado y subió unas cinco plantas. Al salir del elevador, una única puerta la recibió en ese piso y ella se admiró porque definitivamente no se trataba de un departamento común y corriente, sino de un penthouse.

Se acomodó el cabello, puso su mejor sonrisa y tocó el timbre.

La mirada molesta de un alto joven la recibió a los segundos y ella retrocedió dos pasos al notar que era enorme.

— H-Hola, buen día soy Rey Johnson, decoradora de Interiores —le extendió la mano—. Me han...

— Hola —devolvió él en tono serio y le estrechó la mano levemente para después llevarse la otra a su propia cabeza y acomodarse el cabello—. Lamento que hayas venido, mi madre tiene unas ideas muy extrañas y, mira te pagaré porque tuviste que venir hasta aquí con...

— Oh, lo que pasa es que ya me han pagado, así que, si me permite, me gustaría terminar mi trabajo —Rey se agachó un poco curiosa y distinguió entre los huecos que dejaba el cuerpo del corpulento joven, el desastre que había en la sala—. Oh ¡por la fuerza y los midiclorianos! ¡qué bueno que he llegado! —lanzó y se internó en la casa sin permiso. Ben la siguió con la mirada un tanto molesto por la intromisión.

— No, enserio. No quiero adornar nada —trató de explicarle. Ella ya se estaba quitando el saco y fue en ese momento que él se dio cuenta que era muy guapa.

— No lo hará usted, es mi trabajo. No voy a molestar, se lo aseguro. Me han pagado así que tengo que trabajar, si lo quiere quitar después de que me vaya ya no será problema mío, pero creo que es un noble gesto de su madre, ¿no cree, señor...?

— Sólo dime Ben y háblame de tú por favor —soltó resignado.

— ¡Sólo Ben o Ben Solo? —bromeó ella, soltando una risita baja que recompuso enseguida al ver la cara seria de él—. Ay, lo lamento, mejor me callo.

Ben soltó una gran e inesperada carcajada. Una desconocida acababa de hacerlo reír como hacía tiempo no lo hacía y no se sintió avergonzado por ello.

Leia 1 – Ben 0 – Rey 1000

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora