Hux revisó el reloj. Eran las seis de la tarde en punto y había firmado, oficialmente el último de sus libros a uno de los compradores, que hizo una enorme fila por horas, le regaló algunas palabras de admiración hacia su trabajo, le pidió una dedicatoria y estrechó su mano.
Aquella era la parte difícil para él, el convivir con la gente.
Le era difícil, pero se esforzaba.
Cuando se graduó de la universidad jamás pensó que sus obras serían un éxito. Apostaba por escribir, si, pero por llevar una vida tranquila y privada, lejos de todo, con su imaginación, sus personajes y su computadora, en su departamento y quizás paulatinamente en un lugar alejado, como una cabaña en medio de un bosque. Sin embargo, la editorial Parnassos y su sagaz editora en jefe, Phasma lo habían descubierto y llevado del anonimato a la fama. Cosa que agradecía profundamente pues vivía mejor de lo que podía imaginar, pero por otro lado daba gracias a la fuerza de que su rostro no fuera conocido.
El pelirrojo se levantó de su asiento y comenzó a llevar los libros que habían sobrado, para acomodarlos en el aparador principal en la ventana, lugar que le habían designado.
— Yo lo puedo hacer, amigo, no te preocupes —le lanzó el dueño de la librería Trooper que se encontraba detrás del mostrador. Armitage le hizo un ademán con la mano, indicándole que estaba bien.
Después de que terminó de apilar los libros, paseó entre los estantes del lugar pasando el dedo por el lomo de algunos de ellos, y deteniéndose para abrir unos.
No tenía mucho qué hacer y prefería pasar un rato más ahí a volver a su casa vacía. Estar entre libros siempre le llenaba el alma.
Sus ojos azules saltaron de tapa en tapa hasta que dio con un libro de poesía. Su mirada se iluminó al comenzar a leer a Rabindranath Tagore.
*
Rose corrió todo lo que le daban sus cortas pero atléticas piernas. Sabía que era tarde y maldijo por eso a todos los siths de la galaxia porque había estado esperando ese día con el alma.
Abrió de golpe la puerta de la librería y la campanilla anunció su llegada. La mesa que se suponía debía ocupar uno de sus escritores favoritos, estaba vacía. La firma de libros había terminado.
Se acercó al mostrador, pero el dependiente estaba atendiendo a dos personas que no sabían qué obra de Jane Austen elegir para regalarle a su madre en Navidad.
Rose suspiró sintiéndose derrotada y se alejó de ahí con pesar. Divisó los tomos del Best Seller en la ventana y fue hasta ellos. Sacó su propia copia y acarició la portada de "El General de la Primera Orden". Sabía que aceptarle trabajo extra a Holdo iba a pasarle la factura, pero no pensó que la retrasara tanto. A veces odiaba ser tan entusiasta en los casos.
— ¡Maldición! —exclamó, enojada consigo.
— ¿Tan malo es? ¿o porqué maldices? —Rose volteó y se encontró con el rostro de un joven pálido y pelirrojo que se le acercaba.
— Oh no... —negó con la cabeza y aferró sus manos al tomo—. Es uno de los mejores libros que he leído.
— ¿De verdad? —Armitage ladeó el rostro y estudió la bonita cara de la jovencita que tenía frente a él. Se dio cuenta que ella no lo había reconocido y decidió seguir indagando—. ¿Qué es lo que te gusta de la obra?
— La historia del general es maravillosa. Él es tan... serio, solitario, comprometido con su causa y de pronto, cuando se encuentra con la agente de la Resistencia, todo por lo que luchaba se pone en duda. Además, tiene un pasado sumamente doloroso, que él trata de encubrir, porque le hace daño, aunque piensa que no. La parte donde replantea los motivos por los cuales se unió a ese bando... uff —ella hizo un ademán de asombro y él no pudo reprimir la sonrisa—. Creerás que es cursi pero, me llegó al alma pero ahora, gracias a que tomé más trabajo del debido, me he perdido la oportunidad de conocer al autor y tener su firma en mi libro —confesó con la cabeza gacha y el semblante triste.
— Bueno, creo que estás de suerte —le dijo alargándole la mano y sacando su bolígrafo del abrigo. ¿A nombre de quién pongo la firma? —Rose no reprimió el grito.
— ¡Oh por dios! —saltó emocionada en su lugar—. ¡Eres tú!
Armitage se contagió de la linda risa y el entusiasmo de la chica. Había recibido miles de reacciones así durante la firma que ofreció, pero ninguna le había cambiado el día como la de ella.
— Soy Rose —le dijo ella estirando la mano.
— Es un gusto Rose... —le sonrió.
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Last Christmas
FanfictionDiciembre comienza. El viento frío choca contra la piel. Es un frío que un abrigo no puede contrarrestar. Los aparadores de las tiendas y las calles están llenos de luces y armonía. Diciembre hace pensar a los corazones... Está ahí, el anhelo de al...