Día 8: Armitage y el detalle de su madre que no recordaba

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Decir que estaba impresionado era poco. La anterior agente que había tomado el caso de su madre no había avanzado absolutamente nada en todo ese tiempo y él ciertamente llegó a perder las esperanzas de saber algo de ella. Sin embargo, aquel día cuando Rose y él habían descubierto que estaban ligados más allá de haberse conocido en la librería, la chispa de la esperanza volvió a nacer en él.

La hermosa y risueña agente había cambiado enseguida a modo profesional, abordándolo con preguntas sobre detalles de su madre. Le citó su primera declaración y comenzó a desplegar ciertas cosas que llamaban su atención del trabajo que estaba haciendo Bazine.

Rose le preguntó acerca del recuerdo físico que tenía de su madre, sin embargo, nada era claro para él y su padre había acabado con toda fotografía existente de ella. Era como si jamás hubiera tenido una madre, salvo que era obvio que si había existido. La fotografía en blanco y negro que le proporcionó a la policía era lo único que tenía de ella.

Hux pasó los dedos por aquel diario maldito que había descubierto cinco años atrás. La caligrafía de su padre y leerlo, le ponían los nervios de punta. Los recuerdos dolorosos comenzaban a asaltarlo. El pelirrojo cerró los ojos tratando de aguantar.

— Tranquilo —Rose posó su mano sobre la de él—. Entiendo, por todo lo que me has contado de cómo fue la relación con tu padre, que esto es sumamente difícil, pero te agradezco que hayamos venido, porque todo sirve.

— La verdad, tiene años que no piso este lugar... los tres vivimos aquí, pero, cuando ella se fue y luego cuando él murió, decidí que no iba a volver, es...

Rose clavó su mirada en él y eso lo hizo sentir nervioso, pero también, su tacto le daba seguridad. Y era raro. El contexto en el que se estaban moviendo distaba muchísimo del que habían compartido cuando se conocieron.

Ambos se estaban presenciando otras facetas que por supuesto no suponían del otro ni se esperaban.

— ¿Por qué no tiene fotografías tuyas y de tu madre? —le preguntó Rose, husmeando en los cajones de una cómoda empolvada. Se encontraban en el ático de la vieja casa de Brendol Hux.

— Porque me odiaba, por eso. Yo le recordaba a ella, pero nunca supe por qué me decía eso —confesó, sumamente triste. Vio que la chica lo estudiaba atenta—. Al contrario, al que me parecía era a él. Ambos pelirrojos, ojos azules, mismo color de piel... y mi madre, según las descripciones del diario de mi papá no tenía nada que ver conmigo físicamente. Castaña, ojos cafés... —se encogió de hombros. Rose asintió. Lo había leído en el reporte.

— Yo creo que estaba escondiendo algo... y ahora que mencionas que él siempre te dijo que le recordabas a tu madre, mi teoría va tomando fuerza.

— ¿Qué teoría? —se detuvo mientras la jovencita avanzaba por una estantería de libros y comenzaba a sacar uno por uno.

Al no obtener respuesta de Rose, Armitage se acercó a la agente y la miró. Sostenía un libro. El título se le hizo familiar al escritor: "La mano derecha del Emperador". Rose lo abrió haciendo que algo cayera al suelo. Ambos se agacharon y descubrieron en ese momento que se trataba de una fotografía. La blanca mano de Hux levantó el retrato donde su madre lo sostenía en brazos y ambos sonreían a la cámara.

Rose volteó a verlo con lágrimas en los ojos.

— Mi teoría es correcta, Armitage...

— Rose... es que yo... n-no sé que...

La agente lo tomó de las muñecas y lo ayudó a levantarse lentamente. Él se sintió tan vulnerable cuando las lágrimas fluyeron al fin por sus mejillas.

— Tu padre te lo ocultó porque de esa forma podrías buscarla y por supuesto, encontrar a tu madre, pero siempre te lo dijo y esa es la clave. Tú le recordabas a ella porque en realidad, eres igualito a tu mamá.

El sollozo salió de los labios de Armitage y Rose acarició el dorso de la mano, tratando de hacerle saber que estaba ahí con él, enfrentando esa extraña situación que quizás no era lo más normal entre un policía y el familiar de uno de sus casos, pero ahí estaban.

Hux no podía despegar los ojos de la fotografía. Observó a su madre con ese hermoso cabello de fuego igual al de él, su piel blanca y ojos verdes.

Rose tenía toda la razón del mundo. Él era su viva imagen y agradecía a la fuerza por eso porque siempre había vivido repudiando ser igual al violento de su padre, sin embargo, aquel 8 de diciembre acababa de descubrir que no era así y eso cambiaba absolutamente todo. 

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora