Dia 3: Rey y su amor por la festividad

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Rey se detuvo un momento sobre la escalera de metal y admiró las luces de navidad alrededor de la ventana de la cafetería Takodana.

Sonrió, ante su obra.

Bajó con cuidado los peldaños y retrocedió unos pasos para tener una mejor vista. Asintió, complacida. Caminó hasta situarse en medio de la acogedora cafetería y giró sobre sus talones encima de la duela de madera, embelesada por la decoración navideña que le había instalado al lugar.

Navidad era su época favorita del año por todo el ambiente que representaba en la gente. A Rey le gustaba pensar que esos días eran como un borrón y cuenta nueva en el corazón y que los deseos se hacían más fuertes pese al frío, pero sobre todo su amor por la festividad se remontaba a cuando tenía siete años: Ryan la había adoptado en un diciembre.

Aquel día hacía frío, pero él la arropó. Le abrazó como una delicada muñequita y a la vez, la alentó con palabras a ser una guerrera. La llevó a la que se convirtió en su hogar. La chica recordaba haberse sorprendido porque la casa no tenía ni un solo ornamento de navidad que ella esperó ver. Al cuestionar a su padre adoptivo él le dijo con esa sonrisa que le caracterizaba que no había adornado nada porque estaba esperando hacerlo con ella.

Y eso fue lo primero que ambos compartieron.

Más tarde, aquel maravilloso momento la llevaría a descubrir su verdadera pasión y estudiar diseño de interiores.

Rey llevó su mano hacia su cabeza y se deshizo los tres bollos del cabello para relajarse, pues su labor había terminado.

Checó su reloj de mano y se dio cuenta que aún tenía tiempo de sobra para pasear por Naboo y conocerlo. Era 3 de diciembre y apenas llevaba dos días ahí. Maz, una vieja amiga de su padre le había escrito meses antes para solicitar sus servicios con motivo de la temporada en su negocio y ella no pudo estar más encantada de ayudarla. A decir verdad, Rey pensó que era una señal de la fuerza que la guiaba hasta ahí por algo que estuvo segura en su niñez nunca le afectaría, pero pasaba que había crecido y algo despertó dentro de ella.

Ryan la había apoyado y le había dicho que sabía que ese día iba a llegar, así que la dejó marcharse esa temporada navideña para aclarar su mente y comenzar su búsqueda.

La única pista que tenía era Naboo y una fotografía. Esperaba que fuera suficiente para descubrir de dónde venía... necesitaba saber quién eran sus padres.

*

Ben admiraba el paisaje de la ciudad desde su oficina en el rascacielos del consorcio Organa. Los balcones de los edificios vecinos estaban abarrotados de adornos y él sólo podía pensar en que no pudo decorar un simple pino de navidad.

— Benny —la voz suave de su madre lo sacó de sus pensamientos, pero ni siquiera la volteó a ver—. Buen día, hijo. Ayer te fuiste muy rápido y no pasaste a la urna para recoger a tu amigo secreto. Te lo dejó aquí en el escritorio —Ben le daba la espalda y Leia suspiró—. ¿Has adornado ya tu casa?

— No. Sabes que odio estas fiestas —contestó el alto hombre con indiferencia.

— Bien... sé que te incomoda mi presencia. Te dejo trabajar —dijo ella dolida y se retiró.

Ben fue hasta su escritorio y tomó la nota de su amigo secreto, cuando vio el nombre en la papeleta soltó una risa amarga al ver el nombre: Leia.

*

Sabía que era su culpa que su hijo odiara esas festividades. Cuando era un niño, antes de que sucediera la desgracia entre ellos, las amaba con el corazón. Así, la resolución llegó a su mente y se prometió que iba a arreglarlo. Iba a recuperar a Ben.

Tomó su teléfono y le marcó a la vieja amiga que compartía con Han.

— ¿Maz? Hola... disculpa mi llamada repentina... ¿me podrías pasar el número de tu decoradora de interiores?

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora