Día 13: Ben y los celos literarios

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Tenía dos días que no había podido verse con Rey, porque estaba teniendo muchísimo trabajo y no le quedaba tiempo para escabullirse y buscarla, pero se habían comunicado brevemente por mensajes para saludarse y contarse un poco de sus días.

La vez en que la acompañó a la estación, Holdo los recibió personalmente a ambos. Él había dejado que Rey tomara las riendas de la conversación y explicara los motivos por los que estaban en ese lugar. Lo siguiente que hizo Amilyn fue asignarle el caso a uno de sus policías, asegurando que era uno de los mejores y Ben no dudaba de ello, conocía a la excéntrica mujer de cabello morado, desde que era pequeño.

Fueron presentados con Poe Dameron, que pidió un momento de privacidad con Rey para interrogarla. siendo sincero, ese hecho no le gustó mucho, pero sabía que no tenía derecho a ponerse así, porque no era nada de la linda decoradora, muy a su pesar.

Él se había despedido de la jovencita, sintiendo enseguida que abandonó el lugar un vacío en su pecho. Le gustaba esa cercanía inesperada que se daba entre ellos y estaba descubriendo que comenzaba a verla como una persona a la cual quería en su vida.

Movió la cabeza a los lados tratando de liberar la tensión en su cuello y siguió revisando la solicitud de compra que la aerolínea Kenobi les había hecho. El consorcio Organa, que se dedicaba a la fabricación de aquellas máquinas voladoras se encargaba de distribuir a diferentes personalidades: militares, artistas, políticos formaban parte de las filas de sus clientes.

Era 13 de diciembre y sólo faltaban diez días para la Navidad, lo que le recordaba que aún no había hecho la compra del regalo para su "amigo secreto", que era su propia madre. Ben dejó escapar un suspiro, buscarle un presente a Leia iba ser difícil, lo presentía, pensó que quizás podía pedirle ayuda a Rey, pero lo descartó porque también quería darle un presente a ella.

— ¿Ben? —como si fuera un capricho de la fuerza, su madre asomó su cara curiosa por la puerta de su oficina, y él le notó una pequeña sonrisa.

— ¿Madre? —inquirió él, analizándola. Podía apostar que ese semblante tenía algo que ver con su padre.

— Han me llamó esta mañana —"Bingo" pensó él—, quiere que cenemos juntos hoy en la noche si es que no tienes otros planes...

— ¿Los tres? —su madre había logrado captar su atención con esa frase. Hacía años que no se reunían. Han y Leia, que estaban separados aunque no divorciados, habían estado en plan digno uno con el otro, incapaces de perdonarse errores que cometieron entre ellos y con él. Decir que no le entusiasmaba verse con ellos iba a ser una cruel mentira. Ahora que veía a Rey así de afectada por encontrar a sus padres, no podía evitar pensar que él aún los tenía consigo. Estaba lastimado, si, pero ya no era un niño pequeño para estar enojado con ellos y vivir tratándolos mal. Su abuela Padme se lo había dicho en varias ocasiones. Sus padres lo habían hecho como pudieron, y si, quizás la mayoría de decisiones que tomaron fueron errores, no era justificación, pero tampoco podía juzgarlos. En el lecho de muerte de su adorada nona, le había hecho la promesa de acercarse a ellos y no la estaba cumpliendo porque no había sentido esas ganas que ahora sí—. Vaya esa sí es una sorpresa ¿se van a reconciliar después de tantos años? —lanzó mordaz. Leia abrió los ojos como platos y luego se sorprendió por la fuerte carcajada que eso provocó en Ben—. Y hasta te sonrojas... con eso me has dicho todo, madre.

— Es el encanto, Solo, hijo, tú también lo tienes... —él se la quedó viendo mientras sentía que sus orejas enrojecían—. ¿Entonces, cenamos?

Ben la observó por unos segundos. La mirada de su madre le recordaba muchísimo a su abuela y a la vez lo transportaban a las épocas en donde era pequeño y ella lo mecía entre sus brazos para dormirlo. La sonrisa se le borró y volvió a sentirse herido.

— Sólo un rato, tengo mucho trabajo y no puedo desvelarme —contestó, serio.

— Pero, puedes quedarte a dormir en casa.

— No madre, no me sentiría cómodo.

— Está bien hijo, lo entiendo... Aún así, gracias por aceptar —Leia recibió un leve asentimiento por parte de su muchacho. Miró el rostro de Ben salpicado en esos bellos lunares que solía decirle que eran constelaciones porque él era un "niño del universo". Ben lucía concentrado en su trabajo y aún así Leia no pudo evitar sentir esperanza. Aquella chica con la cual Han lo había visto de la mano parecía estar haciendo todo lo que ella y su esposo no pudieron en su momento. Esperaba que eso prosperara para ver a su hijo feliz y para agradecerle personalmente a la jovencita, por ser una luz en la oscuridad.

*

Antes de acudir a la cena con sus padres, Ben decidió ir a buscar un regalo para su madre y para la chica que le estaba quitando el sueño.

Entró a la librería y fue recibido por la brillante sonrisa del dependiente detrás del mostrador, un chico corpulento y moreno.

A Ben le pareció que estaba por decirle algo cuando se pasó de largo y empezó a explorar los estantes. Hacía tiempo que no platicaba con Leia, pero conocía sus gustos literarios de sobra. Fue hasta la vitrina de la ventana y encontró una estantería dedicada exclusivamente al best seller del momento y maldijo en encontrar el libro.

— Esto es estúpido —murmuró—. ¿Cómo diablos le gusta esta basura?

— Amigo, ese libro es muy bueno... todo mundo lo está comprando como regalo de navidad, puedo envolverlo si gustas —el dependiente lo había alcanzado y estaba junto a él, entusiasmado.

— No, no voy a comprar esta literatura barata.

— Oh, cielos... ¿ya lo leíste y te dio esa impresión? por que...

— No necesito leerlo. El resumen que aparece en la parte de atrás lo dice todo. La típica novela de intriga militar en donde un tipo odioso, nefasto, violento y cruel es perdonado y redimido cuando conoce a una hermosa y fuerte mujer del otro bando de la guerra, por favor... ¿quién podría enamorarse del villano de una saga?

— Enserio deberías leerlo, es más que...

— Vaya, no pude evitar escuchar su plática —Ben vio cómo un tipo pelirrojo y casi igual de alto que él se acercaba a ellos—. Creo que, como insiste el caballero, deberías leerlo antes. No es bueno juzgar un libro por su portada.

— ¿Qué es esto? ¿Un complot por parte de dos empleados de esta librería? Busco un regalo para mi madre y para... una amiga, y no va a ser esto, aunque se trate de su autor favorito —en eso residía su molestia por tan ejemplar. Ben no lo había leído, pero había escuchado suficiente de su madre y de Rey sobre ese escritor y la trama de su último trabajo, y estaba por demás, muy celoso de que hablaran maravillas de alguien a quién ni siquiera conocían en persona.

— Si es el autor favorito de ambas es por algo ¿no? —se burló bajito el que se hacía llamar Finn.

— Finn, ¿Sabes qué? envuelve —el pelirrojo tomó tres libros y se los pasó al dueño de la tienda—. Uno para tu madre, otro para tu amiga y el último para ti, para que lo leas con calma y me des tus impresiones.

— No voy a comprar esto...

— No te preocupes, tómalo como el regalo de Navidad del autor del libro y el dueño de la librería. Corre por mi cuenta —dijo con un tono presuntuoso que le molestó a Ben y sacó un plumón de su bolsillo—. Les pondré una dedicatoria especial, a los tres ¿a nombre de quién los pongo?

Ben lo fulminó con la mirada, Finn se echó una carcajada y el pelirrojo puso cara de autosuficiencia.

Diez minutos después Ben salió de la librería con tres libros firmados y odiando aún más a Armitage Hux. 

Last ChristmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora